martes, 26 de julio de 2016

Haile Selassie...el último Emperador de Etiopía

Haile Selassie fue el Emperador de Etiopía durante más de la mitad del siglo XX. Derrocado primero por el fascismo italiano en los años previos a la Segunda Guerra Mundial y posteriormente por el comunismo soviético en la Guerra Fría, este monarca pasaría a la Historia por ser uno de los Jefes de Estado más importantes de África.

Tafari Makonnen nació un 23 de Julio de 1892 en Ejersa Goro, un pueblo de Etiopía situado en la provincia de Harar. Su padre fue el Príncipe “Ras” Makonnen Woldemikael Gudessa, general victorioso de la Batalla de Adua contra Italia en la Primera Guerra Ítalo-Abyssínea (1895-1896); mientras que su madre, la Princesa “Woizero” Yeshimebet Alí Abajifar, era la heredera a gobernar la provincia de Wollo.

Makonnen desde muy pequeño fue educado por su familia en las más estrictas costumbres de la nobleza, en un ferviente patriotismo (al fin y al cabo Etiopía era junto con Liberia la única nación de África no colonizada por Occidente) y en la más rigurosa religión cristiana, esta última impartida por un monje capuchino llamado Abba Samuel Wolde Kahin. Curiosamente a raíz de esta educación, el Príncipe Tafari, que en lengua amhárica significaba “el Respetado y Temido”, adquirió una personalidad egocéntrica y soberbia con la que ansiaba alcanzar grandes logros para su país. De hecho su lectura favorita era El Príncipe de Nicolás Maquiavelo y su ídolo histórico Napoleón Bonaparte, de quién consiguió la edición de un antiguo libro suyo estampado con su firma.

Con tan sólo 14 años y tras la muerte de su padre Makonnen Woldemikael, el “Ras” Tafari Makonnen fue nombrado en 1906 gobernador de la provincia de Salale. Al año siguiente, en 1907, se casó con la Princesa Altayech, de la que obtuvo el mandato de la provincia de Harar; aunque acabaría divorciándose poco después para volver a casarse con la Princesa Menen Asfaw de Ambassel, quién sería su esposa toda la vida. Fruto de sendos matrimonios, nacerían los tres príncipes Wossen, Makonnen y Sahle Selassie; y las cuatro princesas Romanework, Tenagnework, Zenebework y Tsehai.
Príncipe “Ras” Tafari Makonnen con atuendos de guerrero africano.

A la muerte del Emperador Menelik II en 1913, el Príncipe Yyasu que por aquel entonces era menor de edad, fue nombrado su sucesor; algo que no gustó a un sector de la nobleza dirigido por la Princesa Zauditu, donde curiosamente estaba el propio Tafari por ser su sobrino. Gracias a que el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 amenazó las fronteras de Etiopía al estar rodeada de colonias británicas, francesas, belgas e italianas en sus extremos; el país precisó urgentemente de un Jefe de Estado fuerte y por ello en Febrero de 1917 el Príncipe Yyasu fue depuesto por la Emperatriz Zauditu I, tía del Príncipe Tafari.

Iniciado el mandato de la Emperatriz Zauditu (primera mujer en ser elegida Jefa de Estado en África), su sobrino Tafari fue nombrado Regente. Una de sus primeras misiones como tal, fue hacer modernas reformas con las que amplió la sanidad, la educación y el transporte público; además de conseguir que Etiopía fuese admitida en 1923 como miembro de la Sociedad de Naciones (SDN) de Ginebra. Un año después, en 1924, Tafari comenzó un viaje por las colonias británicas de Egipto y Palestina, adoptando en esta última a 40 niños huérfanos procedentes de Armenia que habían sido supervivientes del Genocidio Armenio perpetrado por Turquía en la Gran Guerra. Poco después continuó su aventura por Europa visitando países como Inglaterra, Holanda, Bélgica, Suecia, Suiza y Grecia, donde Etiopía adquirió relevancia internacional en acuerdos comerciales y de seguridad.

La reforma militar impulsada por Tafari fue el motivo de disensión entre muchos de los jerarcas porque decretó la conversión del Ejército Imperial Etíope en la columna vertebral de las fuerzas armadas de la nación, todo ello en detrimento de los ejércitos privados controlados por los nobles. Este malestar generó un golpe de Estado perpetrado por el general Dejazmatch Balcha Safo, quién al mando de un destacamento de tropas tomó la capital de Addis Abbeba y a punto estuvo de capturar a Tafari en el Gran Palacio, de no ser porque este último obtuvo el apoyo de la Guardia Real y aplastó a los sediciosos. Una vez vencida la sublevación, el 7 de Octubre de 1928 la Emperatriz Zauditu I premió a Tafari otorgándole el título simbólico de Rey de Etiopía o “Negus”.

Cuando el 2 de Abril de 1930 falleció la Emperatriz Zauditu I, el Rey Tafari fue elegido su único sucesor político. Desde entonces y durante los siguientes siete meses se tuvo que ir granjeando tanto apoyos internos de la nobleza como del exterior para convertirse en el nuevo Jefe de Estado del Imperio Etíope. Finalmente el 2 de Noviembre de 1930, tuvo lugar la coronación del monarca primero en la Catedral de San Jorge de Addis Abbeba y luego mediante unas festividades de varios días que costaron 3 millones de dólares y que contaron con una amplia presencia internacional, como por ejemplo el Duque Enrique de Gloucester en representación de Reino Unido, el Príncipe Fernando de Saboya-Génova por Italia o los embajadores de Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Turquía, Suecia, Bélgica y Egipto. Curiosamente entre los títulos que alcanzó el Rey Tafari, recientemente rebautizado como Emperador Haile Selassie (Poder de la Trinidad), fue el de “León Conquistador de la Tribu de Judá”, “Elegido de Dios” y “Negus Nagast (Rey de Reyes)”.

Reformista fue el reinado del Emperador Haile Selassie porque en muchos sentidos fue imitando a las democracias liberales, aunque siempre sin dejar de lado el autoritarismo característico de su régimen. Por ejemplo impulsó la constitución de un Parlamento con un sistema bicameral , cuya Cámara Alta estaba representada por la nobleza y cuya Cámara Baja era designada a dedo por el propio Selassie. Simultáneamente se redactó una Carta Magna en la que también se garantizaba a Selassie la elección de los diputados, ya que según reflejaban sus líneas los ciudadanos no podrían votar a sus políticos “hasta que la población estuviese en posición de elegirlos por si misma”. De hecho y a pesar de que desde el exterior se veía a Etiopía como un régimen liberalizante, lo cierto fue que Selassie instauró una monarquía absoluta, donde los derechos de sus súbditos eran pésimos y donde existía la esclavitud mediante la compra y venta de seres humanos que todavía en el siglo XX iban con los pies encadenados. Sin embargo el régimen de Selassie también obtuvo resultados positivos en otros ámbitos porque gracias al fluido mercado con Japón y Estados Unidos hubo un “boom económico” que aumentó las clases medias; mientras que a nivel exterior Etiopía se anexionó en 1931 el Reino de Jimma que hasta ese momento se había erigido como un pequeño país independiente.

El Emperador Selassie inspecciona una compañía de ametralladoras durante la Guerra Ítalo-Etíope contra la Italia Fascista en 1935.

Inesperadamente en Diciembre de 1934 se produjo el Incidente de Welwel, un choque armado entre unos soldados etíopes que por orden del Emperador Selassie avanzaron más allá de la frontera con Somalia por el desierto, justamente en un territorio de dominio nada claro para los observadores internacionales, ya que según Roma era propiedad del Imperio Italiano. Tal y como era de esperarse, los italianos respondieron con un tiroteo que dejó 30 muertos entre ambos bandos, lo que generó la indignación del Duce, Benito Mussolini, quién acusó a Selassie de ser el culpable de lo sucedido. Por supuesto como el Emperador deseaba evitar un conflicto, envió a sus diplomáticos a la Sociedad de Naciones de Ginebra, donde obtuvieron una respuesta escasamente condenatoria ante una más que probable agresión italiana. Esta contestación sin duda abocó a Etiopía a la guerra contra Italia.

El 3 de Octubre de 1935 estalló la Segunda Guerra Ítalo-Abyssínea o Guerra Ítalo-Etíope cuando medio millón de soldados del Ejército Italiano cruzaron la frontera con Etiopía desde Somalia y Eritrea; teniendo en frente a 800.000 hombres del Ejército Imperial Etíope al mando del mismo Emperador Haile Selassie. A pesar de que los italianos y las tropas coloniales eritreo-somalís avanzaron con facilidad en los primeros meses tomando importantes centros como Adrigat, Adua, Mek’ele o Axum, los etíopes consiguieron frenar a sus enemigos en la Batalla de Tembien y rechazarlos al otro lado del Río Tacazzé; lo que facilitó a Selassie buscar una salida negociada al conflicto. Por desgracia para el Emperador, la Sociedad de Naciones dio la espalda a Etiopía y salvo unas sanciones económicas a Italia por la agresión (y la ayuda militar de Adolf Hitler desde Alemania que vendió armamento a los etíopes), nadie asistió al país africano, por lo que la contienda continuó a partir de 1936 con victorias favorables para los italianos en Genale Uenz, Negele, el Macizo de Amba Aradam, la provincia de Harar y especialmente en la Batalla de Maitschew.

Sitiada la capital de Addis Abbeba, al Emperador Selassie únicamente le quedaron dos opciones: exiliarse de Etiopía o marchar al norte para organizar una última guerrilla cerca de la frontera con Sudán. Finalmente se descantó por la primera y por eso mismo el 2 de Mayo de 1936, Selassie y su familia abandonaron en tren Etiopía para refugiarse en la colonia francesa de Djibuti y luego embarcar en el crucero de guerra británico HMS Enterprise que lo llevó a Jerusalén en el Mandato de Palestina. Sería en Tierra Santa, donde el depuesto Emperador conoció la noticia de la rendición de Etiopía y su conversión en una colonia del Imperio Italiano de Mussolini. Indignado por lo sucedido, el 30 de Junio de 1936 se presentó en la Sociedad de Naciones de Ginebra para discutir primero acaloradamente con el Ministro de Asuntos Exteriores, Galeazzo Ciano; y luego para pronunciar un discurso contra el fascismo y el colonialismo que recibió los abucheos de los diplomáticos italianos y los aplausos de ciertas fuerzas de izquierda como los socialistas franceses.

Gran Bretaña fue el lugar de residencia en el exilio escogida por el Emperador Selassie, concretamente el Hotel Bath situado al sudoeste de Inglaterra en Somerset. Allí se dedicó a escribir una biografía en idioma amhárico sobre su vida y a llevar una vida más o menos tranquila; aunque también se convirtió en todo un icono antifascista entre los comunistas europeos y en un defensor de los negros para los afroamericanos en Estados Unidos y Jamaica, siendo en este último el precursor del movimiento “Rastafari” en honor a su antiguo nombre Ras Tafari. De hecho en Norteamérica, la revista estadounidense Time eligió a Selassie personaje del año y los exiliados comunistas italianos le consideraron un luchador por la libertad (algo absurdo porque su régimen había sido una monarquía absoluta y esclavista).

Al estallar la Segunda Guerra Mundial en 1939 y entrar Italia en la contienda contra Reino Unido en 1940, el Primero Ministro Winston Churchill vio en el exiliado Emperador Haile Selassie un instrumento para abrir un frente interno a los italianos en el África Oriental. Por eso mismo el “Negus” fue enviado a la colonia del Sudán Anglo-Egipcio a la espera de reunirse con una serie guerrilleros etíopes entrenados por el Ejército Británico y agrupados en la Fuerza Gedeon (Gedeon Force) al mando del general Orde Wingate. Allí permanecería reclutando miles de compatriotas hasta que una vez construido un pequeño Ejército Imperial Etíope, el 18 de Enero de 1941, el Emperador Selassie volvió a cruzar la frontera etíope-sudanesa de su patria a la altura de la aldea de Um Iddla. Desde entonces y al frente de sus tropas etíopes, las cuales siempre estuvieron acompañadas por soldados británicos y de la Commonwealth, Selassie dirigió las operaciones contra los italianos en diversas batallas como las de Keren, Amba Alagi, Culqualber o Gondar, hasta ser reconquistado el país y entrar victorioso en la capital de Addis Abbeba el 5 de Mayo de 1941, exactamente tras seis años de ausencia.

Tropas etíopes y británicas acompañan al Emperador Haile Selassie a su regreso a Etiopía en 1941.

Recuperado el control de Etiopía a mediados de 1941, el segundo reinado de Etiopía no iba a ser fácil para el Emperador Selassie. Primeramente los Aliados obligaron al monarca a no restituir el comercio de esclavos (en 1935 los italianos habían abolido la esclavitud) y luego le forzaron a involucrarse en la lucha contra el Eje. Esta última solicitud implicó el envío de tropas para aniquilar la guerrilla protagonizada en todo el África Oriental por combatientes italianos, somalís y eritreos que se prolongaría hasta finales de 1943; además de prestar vigilancia costera en la costa de Somalia ante el riesgo de la presencia de buques de guerra enviados por Japón. Por si fuera poco, aquel mismo año 1943 el “Negus” se encontró con un nuevo problema al descubrir que Reino Unido pretendía anexionarse Etiopía al término de la contienda. Ante el riesgo que tal cosa suponía, Selassie buscó ayuda diplomática de Estados Unidos, país con el que firmó el Acuerdo de Ayuda Mutua consistente en una serie de privilegios militares y comerciales con los norteamericanos a cambio de mediación política frente a Londres, algo que sin duda evitó que el país fuese ocupado por los ingleses. De hecho, Etiopía no sólo se salvó de ser colonizada por Inglaterra, sino que además fue admitida en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945 como uno de los países vencedores de la contienda y totalmente soberano.

Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, el Emperador Haile Selassie amplió el Imperio Etíope con la anexión de la provincia de Ogadén a costa de Somalia en 1948 y de Eritrea en 1950. Sin embargo en el ámbito político, Selassie tuvo que ir moderando su monarquía absoluta en concordancia con los cambios políticos y sociales que estaban teniendo lugar en otros países del mundo. Por ejemplo en 1955 convirtió a la Cámara Baja del Parlamento en un órgano elegido por sufragio de los ciudadanos, en 1959 reconoció la independencia de la Iglesia Ortodoxa Etíope, en 1960 se sumó sus tropas a las Fuerzas de Pacificación de la ONU durante la Crisis del Congo, en 1963 presidió la Confederación de Jefes de Estado Africanos de Addis Abbeba y en 1966 aprobó un registro de tierras para reducir el poder de la nobleza. Respecto a sus relaciones exteriores, Selassie continuó siendo muy popular a nivel internacional tanto por sus enérgicos discursos en la ONU, como por ser uno de los Jefe de Estado más antiguos del siglo XX. Precisamente entre sus amistades hubo líderes de todas las ideologías como el Presidente Charles De Gaulle de Francia, el Presidente John Kennedy de Estados Unidos, el Primer Ministro Giuseppe Saragat de Italia, el Gran Timonel Mao Tse-Tung de China, el Caudillo Francisco Franco de España, el Mariscal Josip Tito de Yugoslavia o el Papa Pablo VI del Vaticano.

Repentinamente en 1974, una sequía asoló Etiopía provocando una hambruna sobre la provincia de Wollo que dejó más de 200.000 muertos, tragedia por la cual muchos culparon al Emperador Selassie debido a su inactividad. A raíz de este suceso, los estudiantes azuzados por los comunistas se echaron a las calles para manifestarse contra el Emperador; al mismo tiempo que un sector del Ejército Imperial Etíope organizado por simpatizantes socialistas que se agrupaban en el Comité Militar (Derg) comenzaban a conspirar desde la sombra contra el monarca.

Derecha: Haile Selassie con el Presidente John Kennedy de Estados Unidos. Izquierda: Con el Generalísimo Francisco Franco de España.

De forma inesperada el 12 de Septiembre de 1974, se produjo un golpe de Estado en el seno del Ejército Imperial Etíope, cuyos instigadores al frente del general Aman Andom que apoyaba desde el exterior la Unión Soviética, se hicieron con el control de Etiopía y capturaron en su residencia al Emperador Selassie, al cual retuvieron bajo arresto domiciliario en el Gran Palacio. Neutralizado el “Negus”, los golpistas abolieron la monarquía y proclamaron la República Etíope, un régimen comunista que se encargó de dirigir el Gobierno Militar Provisional de la Etiopía Socialista liderado por Mengitsu Haile Mariam.

Finalmente el 27 de Agosto de 1975, el Emperador Haile Selassie falleció cautivo en su propio Gran Palacio a la edad de 83 años. Con el alma de Ras Tafari, sin duda se marchó uno de los líderes de África más controvertidos del siglo XX.

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