Son ricos, atractivos, rubios y mediáticos. Los hijos del candidato republicano han aprendido de su padre la importancia de la imagen, en su caso, la de la perfecta familia estadounidense
La palabra 'Trump' parece tener un componente expansivo; hace años que se deja ver en camisas, corbatas, gorras, pelotas de golf, libros, vino, filetes, osos de peluche y por supuesto casinos, hoteles, urbanizaciones y campos de golf desde Florida hasta Bali, en Indonesia. La marca vive hoy su momento de auge; ha logrado imprimirse, como un grafiti, sobre el partido republicano, y ha transformado los medios de comunicación de todo el mundo en su departamento de 'marketing'.
El foco irradiador es la familia Trump; no solo el candidato a presidente, sinotambién sus hijos: un comando de jóvenes guapos y millonarios que parecen prolongaciones del patriarca, una serie de genes que se mantienen puros de generación en generación, invulnerables al cruce con otros apellidos. Los frutos de su primer matrimonio, con la deportista checa Ivana Zelnícková, dirigen la campaña, filtran a los candidatos que formarían su Gobierno y dan discursos, venden la marca, a diario y en todas partes.
Su hijo mayor, Donald Trump Jr., de 38 años, fue el encargado de anunciar la nominación este martes por la tarde en la convención republicana de Cleveland. “Felicidades, papá. Te queremos”, y luego, preguntado por los medios, reconoció no descartar una carrera política, “cuando los niños acaben la universidad”. Su discurso recibió cumplidos a ambos lados del espectro, de republicanos y demócratas como el exasesor del presidente Barack Obama David Axelrod, que describió las palabras de Donald Júnior como un discurso “poderoso” y “significativo”.
Igual que su padre, Donald Jr. es un empresario inmobiliario, vive en Nueva York, está casado con una modelo y es asesor de la campaña presidencial. Junto a sus hermanos Ivanka y Eric, Donald Jr. dirigió la última ronda del proceso que la semana pasada cribó al candidato republicano final a vicepresidente de Estados Unidos,Mike Pence.
Donald Trump Jr. levanta el puño tras hablar sobre su padre en la convención republicana de Cleveland. (Reuters)
La "primera dama 'de facto"
Ivanka Trump, de 34 años, es vicepresidenta de la empresa de su padre, Trump Organization, y también tiene su propia línea de productos marca Ivanka Trump en varias ramas del sector minorista. La empresaria, presentadora ocasional de televisión (otra faceta del ADN familiar) y modelo, imagen de Versace o Tommy Hilfiger, es como una estatua griega que te mira desde el pasado (¿o es el futuro?). Hidratada, rubia, intocable; nada se ha dejado al azar en su perfil, en la construcción de la gran marca.
Ivanka ha sido descrita como “el poder tranquilo detrás del trono de Trump”, la voz suave y firme que endereza el timón de la campaña. Es la “primera dama 'de facto”, crecida en el núcleo del imperio familiar y quizá la consejera más influyente. Igual que su padre, Ivanka donó dinero (1.000 dólares) a la campaña de Hillary Clinton en 2007.
El tercer retoño de Trump e Ivana es Eric, de 32 años: otro empresario inmobiliario de cabello rubio domado hacia atrás como una jauría de lobos, otro vicepresidente del imperio Trump y otro engranaje clave de la campaña presidencial.
La segunda hornada Trump la compone su cuarta hija, Tiffany, bautizada así en honor a la exclusiva cadena de joyerías. Tiffany es hija de Marta Maples, tiene 22 años y acaba de salir a primera línea de batalla con un discurso intimista, humanizador, en la convención republicana. La joven dijo que su padre tiene un “deseo de excelencia contagioso”, que “posee el don único de estimularlo en otros”, y que ella, como él, “nunca cede ante los desafíos”.
Tiffany Trump pertenece al llamado Snap Pack (en referencia al Rat Pack de Sinatra y compañía), el grupo de jóvenes millonarios neoyorquinos, hijos de, quepromocionan su fabulosa vida de champán y oropeles, su marca, en Instagram. Ha sido becaria de 'Vogue' y durante su discurso reveló algo que algunos ya sospechaban: que su padre da más importancia a la imagen pública, a la marca, que a los logros tangibles, como atestiguan las notas que le escribía a su hija en los resultados académicos.
Tiffany Trump habla durante la segunda jornada de la convención republicana. (Reuters)
Una 'familia real' estadounidense
El quinto y último hijo del magnate es Barron Trump, fruto de su tercera mujer, la modelo eslovena Melania. Barron tiene 10 años y es físicamente idéntico a Donald Trump. De hecho, su madre le llama Little Donald por el parecido asombroso. La actividad favorita de padre e hijo es jugar al golf; al niño, que también es muy sociable, le gusta construir edificios de juguete.
Este prototipo de 'familia real' estadounidense, rica, rubia y ahora presidencial, no tiene nada que ver con el remolino de seguidores que han venido a Cleveland a estar cerca de ellos, como quien intenta hacerse ver entre el gentío, al paso de un rey imperturbable. Miles de obreros expulsados de las minas, las acereras o la industria textil, que ahora fabrica sus productos (también la marca Trump) en Taiwán o Bangladesh. La clase que ha perdido más poder adquisitivo en la última década mientras la clase millonaria, el 1% al que pertenecen los Trump, se ha hecho aún más millonaria.
“Donald Trump no siempre fue rico”, dice, completamente equivocada, Sherry Whitmore, una jubilada de Columbus, Ohio. “Empezó pobre, creció pobre, y una persona pobre no tendría el dinero para ser presidente. Así que él se hizo un camino”. Pero Donald Trump nació en una familia rica de Nueva York, le digo. “¡Por supuesto!”, responde. “Pero él está por nosotros, ¡por el pueblo y por la clase trabajadora!”.
En pleno parque central, rodeado por activistas, periodistas y demás, un enorme cuadro representa la figura del candidato, en dos partes: a un lado la cara de Trump y al otro Estados Unidos, en relieve, visto desde el espacio y protegido por una imponente águila imperial. Su autor se llama Julian Raven, nació en Inglaterra, se crió en Marbella y es ciudadano estadounidense desde hace un año. Raven casi no tiene voz de dar tantas entrevistas: 200 en dos días, dice en un español casi perfecto.
Raven asegura que el secreto de los Trump es simple: el éxito, la aspiración, las ganas. “Lo bello de Estados Unidos es que se respeta a la gente que ha ganado dinero”, explica. “Yo crecí en el sur de España y desafortunadamente la mentalidad allí es anticapitalista. Ven a una persona rica y dicen: ¡ese rico, tal y tal! Y cogen una llave y le rallan el coche. Cuando vine a EEUU, aprendí que el trabajador, cuando ve a un rico y su coche, dice: ¡yo quiero un coche así! Y tiene dos trabajos, o tres, ahorra y se compra uno”.
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