Recientemente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo que existía un “grave proyecto” que buscaba ser implementado en el norte de Siria y denunció, una vez más, el apoyo de EEUU a los nacionalistas kurdos sirios, en especial al Partido de la Unión Democrática (PYD), al que acusó de ser una rama del PKK. En la actualidad, el Estado turco está llevando a cabo una guerra contra este último grupo en el sudeste de Turquía, que ha costado miles de muertos.
Turquía advirtió a los norteamericanos de las consecuencias de su cooperación con la PYD y dijo que disparará a las fuerzas kurdas si se apeoximan a 15 kms de la frontera. Según fuentes kurdas, Francia tiene también la misma postura que EEUU en este asunto.
EEUU ha ignorado las protestas de Ankara y se muestra irritado con Erdogan por varias causas, incluyendo su apoyo al EI y su negativa a permitir a los norteamericanos utilizar la base aérea de Incirlik para atacarlo. Washington ha permitido a los kurdos entrar en la zona situada al oeste del Río Éufrates, pese a las advertencias de Ankara de que esto era una línea roja para los turcos.
El despliegue de una extensa franja kurda en Siria e Iraq, a lo largo de la frontera con Turquía, significa cortar a ésta de Oriente Medio y alentar a los kurdos de Turquía a que busquen también un régimen de autonomía, empeorando así la situación interna en ese país.
Esto tiene lugar pocos días después de que el Parlamento de Alemania aprobara una resolución reconociendo el genocidio armenio cometido por los turcos durante la Primera Guerra Mundial, algo que ha irritado a Erdogan y su gobierno.
Todo esto parece haber llevado a Ankara a una reflesión sobre los problemas que le está causando su política exterior, que le ha llevado a un creciente aislamiento en la región y a un choque también con sus aliados.
De este modo, Erdogan ha fracasado en sus objetivos de política exterior. El acceso a la Unión Europea continúa cerrado y las relaciones con esta última han empeorado desde la llegada de Erdogan al poder. El declive del que fue llamado “modelo turco” y el fracaso de la llamada “primavera árabe” han hundido también los sueños expansionistas de Erdogan hacia sus vecinos y sus sueños de convertirse en el sultán de un nuevo Imperio Otomano.
La reacción turca ha sido la de buscar reparar sus vínculos con Rusia e Irán con la esperanza de hallar una causa común para impedir el establecimiento de una zona autonómica kurda en el norte de Siria. Recientemente, Erdogan ha enviado por primera vez desde el incidente del derribo de un Su-24 en el cielo sirio por cazas turcos el 24 de noviembre un mensaje al presidente ruso, Vladimir Putin. Sin embargo, los rusos no parecen haber dado importancia a este mensaje en el contexto de fuerte deterioro de las relaciones bilaterales. Además, Turquía ha dado el visto bueno al incremento del comercio con Irán hasta los 30.000 millones de dólares anuales.
En realidad, Moscú y Teherán han dejado claro a Turquía que cualquier mejora en las relaciones pasa por el cierre de la frontera con Siria a los grupos terroristas y al cruce de militantes, armas y otros suministros.
Teniendo en cuenta estos factores, el periódico turco Hurriyet cree que Turquía va a adoptar otra nueva estrategia hacia Damasco porque cree que la caída de Assad, y, por tanto, del Estado sirio podría llevar a los kurdos a declarar un régimen de autonomía e incluso de independencia. Una fuente del gobierno turco dijo a la prensa del país que “quizás Assad y nosotros no nos gustemos mutuamente, pero en este caso apoyamos la misma política (en el rechazo al establecimiento de una zona kurda autónoma)”.
El periódico señala que Turquía ha entrado en una fase sensible y compleja y debe tomar cruciales decisiones en el tema sirio. Él recuerda que recientemente Ali Yildirim, el nuevo primer ministro turco aliado de Erdogan, afirmó que la política turca debería ser la de “incrementar los amigos y reducir los enemigos”, en un tácito reconocimiento de que las políticas de su antecesor, Ahmet Davutoglu, llevaron a Turquía al aislamiento. Él citó a Siria como uno de los campos de posible cambio.
La estrategia de Erdogan de derribar al presidente sirio en cooperación con Arabia Saudí, Qatar y EEUU ha fracasado y los países occidentales sienten ahora sobre sí la amenaza de los grupos terroristas. De este modo, la condición de remoción del poder de Assad como condición para cualquier acuerdo político en Siria ya no se sostiene.
De momento, la única vía en la que Erdogan parece haber registrado avances es en sus negociaciones con Israel con vistas a una normalización. Pero eso a costa de sus intentos de presentarse como un sostenedor de los palestinos, y en especial en Gaza.
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