miércoles, 10 de junio de 2015

Una multitud enfebrecida de más de un millón de sirios despidió a Hafez el Assad hace 15 años




Bachar el Assad saluda a la multitud que aguardaba la llegada del féretro de su padre en la mezquita

DESAPARECE UNA FIGURA CLAVE EN ORIENTE MEDIO

La formalidad de la ceremonia oficial de los funerales contrastó con la desatada emoción popular

La formalidad de la ceremonia oficial contrastaba con la desatada emoción con la que el pueblo sirio despidió al Hafez el Assad. Primero en Damasco y luego en Qardaha, una multitud enfebrecida quiso dar un emotivo y sonoro adiós a su líder. El temor que en vida pudo suscitar su régimen autoritario dejó paso ayer al orgullo y a una incontenida muestra de dolor por la pérdida del que durante los últimos 30 años ha presidido su destino. Más de un millón de personas, llegadas de todo el país, abarrotaban las calles de Damasco, donde no hubo incidentes. Sólo en la ciudad natal del presidente fallecido, Qarbaha, donde Hafez el Assad fue enterrado, los soldados tuvieron dificultades para contener a la multitud, que lloraba la pérdida de su líder.

Los actos de despedida comenzaron a las ocho de la mañana, cuando el cuerpo de Hafez el Assad fue trasladado, primero a hombros de altos cargos del régimen y después en un vehículo militar, desde su vivienda familiar en un barrio residencial de Damasco hasta el Palacio del Pueblo, en una de las colinas.
Para muchos, las largas horas de espera sólo tuvieron como recompensa una rápida imagen del cortejo fúnebre. Bachar el Assad hizo buena parte del recorrido a pie. También pudo verse al otro hijo de Hafez el Assad, Maher, y a su hermano Jamil. Entre los cargos del régimen se encontraban el ministro de Defensa y el jefe de las Fuerzas Armadas, pero ni rastro del que es de hecho, según la Constitución, el presidente del país, Abdel Jalim Jadam, que hasta ahora ocupaba la vicepresidencia.
Numerosos desmayos
La comitiva atravesó la céntrica plaza de los Omeyas sin detenerse. El calor y la emoción provocaron numerosos desmayos. Las mujeres se tiraban del pelo anegadas en lágrimas y los hombres se golpeaban el pecho desnudo. Las pancartas rezaban «Hafez el Assad no ha muerto. Siria es la tierra de los revolucionarios».
«Vengo a decirle adiós. Era nuestra esperanza de retorno», decía Zeina, una mujer que abandonó su casa en los altos del Golán tras la ocupación israelí en 1967. «Ahora ponemos nuestra confianza en Bachar».
Bachar era también protagonista en las calles. Miles de carteles con su imagen cubrían las paredes de la ciudad como antes lo hacía la omnipresente fotografía de su padre. La multitud terminaba sus alabanzas a Hafez el Assad añadiendo siempre un ruego por el futuro de su heredero. «Sacrificaremos nuestra sangre y nuestra alma por tí, Bashar. Que Dios te proteja» coreaban.

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