El recuerdo de las fuerzas wahabíes ha estado siempre asociado con las prácticas criminales de sus ancestros desde que el acuerdo político entre Mohammad bin Saúd y el fundador de la corriente wahabí, Mohammad bin Abdul Wahhab, llevó a que el primero se comprometiera a proteger la ideología del segundo para permitir su expansión a cambio de legitimidad para su gobierno. Este acuerdo político continúa en vigor hasta hoy día. Los Al Saúd controlan el poder en Arabia Saudí mientras que el liderazgo religioso está en manos de los wahabíes.
En abril de 1902, Saúd bin Mohammad (el padre de Abdul Aziz) invadió Kerbala y mató a 4.000 musulmanes shiíes y saqueó los Mausoleos Santos “incluyendo el del Mártir Hussein, nieto del Profeta Mohammad (PB). Tras saquear la ciudad, los wahabíes la abandonaron llevando con ellos reliquias de gran valor como espadas adornadas con piedras preciosas, joyas de oro, armas y alfombras persas”, según el autor norteamericano Dore Gold.
Por su parte, el orientalista español conocido como “Ali Bey al Abbasi” recordó que los invasores de Kerbala degollaron a hombres y jóvenes de todas las edades.
Dore Gold cita a otra fuente occidental que dijo que ellos habían rajado los vientes de mujeres embarazadas y dejado los fetos sobre los cuerpos de sus madres “pero sus actos salvajes no saciaron su sangre, así que ellos no dejaron de asesinar”.
Al año siguiente, Meca cayó en manos del Ejército wahabí bajo el mando de Saúd bin Mohammad, que pidió “la destrucción de todas las mezquitas dedicadas al Profeta y Ahlul Beit (la Familia del Profeta)”.
“Ellos arrasaron las tumbas de los compañeros y el mausoleo del Monte An Nur, donde Gabriel envió la revelación al Profeta Muhammad (PB). Además, los wahabíes colocaron a un guardia en la montaña para impedir a los peregrinos rezar desde lo alto de la misma. Era una oración que los peregrinos realizaban en el lugar donde el Profeta Muhammad (PB) solía meditar y adorar a Dios”.
El autor documenta lo que tuvo lugar en Taif más tarde cuando los wahabíes “mataron con sus espadas a todos aquellos a los que encontraron sin distinguir entre hombres, mujeres y niños y no dudaron en descuartizar a personas inocentes mientras estaban en sus camas y hogares”.
Gold añade: “En Medina, los wahabíes aplicaron su ideología religiosa que exigía la destrucción de las tumbas. Ellos destruyeron las hermosas cúpulas que había colocadas sobre la tumba del Profeta y se llevaron los objetos preciosos que había en ella”.
Esto fue lo que el nieto del fundador del estado saudí -Abdul Aziz bin Abdur Rahman al Saúd, conocido como Ibn Saúd- hizo.
Eldon Ratter, un inglés convertido al Islam, narró los cambios de los que él fue testigo después de la llegada de los wahabíes a Meca. Ratter visitó “el lugar de nacimiento del Profeta Muhammad (PB), que era un lugar entre varios mausoleos santos y tenía la forma de una pequeña mezquita con una cúpula. Los wahabíes destrozaron la cúpula de su estructura y quitaron las cortinas y otros objetos de decoración. Hoy, cada vez que el aniversario del Profeta es mencionado entre el pueblo de Meca, sus rostros se vuelven sombríos y ellos comienzan a maldecir a la gente de Nayd (porque los Al Saúd proceden de Nayd y habían prohibido la festividad del nacimiento del Profeta o Aid al Maulid)”.
Las prácticas de los wahabíes crearon un clima de temor por parte de los musulmanes de todo el mundo con respecto al control de los Ibn Saúd sobre las ciudades santas. En aquella época, la India, que era el mayor país musulmán, pidió la internacionalización de estas ciudades, según el libro de Dore Gold “Hatred's Kingdom, How Saudi Arabia Supports the New Global Terrorism”. (El Reino del Odio. Como Arabia Saudí Apoya el Nuevo Terrorismo Global).
La preocupación en el mundo islámico se incrementó después de que los musulmanes dejaran de viajar para realizar el Hayy por temor a ser atacados por los wahabíes, ya que estos últimos creen que se acercan a Dios matando a los musulmanes que se muestran en desacuerdo con ellos.
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