Marine Le Pen logró conectar con una inmensa masa de franceses cuyas preocupaciones son despreciadas por la izquierda e ignoradas por la derecha.
La escena política gira en torno a ella. Desde la Presidencia del país, desde la oficina del primer ministro, desde la sede de todos los partidos políticos — de la izquierda o derecha — desde la totaliad de las redacciones de los medios de prensa, las iniciativas, las declaraciones y las informaciones tienen como referencia casi obligada a Marine Le Pen.
A solo dos meses de las importantes elecciones regionales, los partidos políticos y los medios de comunicación que se consideran del «establishment», que se autodenominan republicanos y consideran al FN como ultraderechista o incluso fascista, tiemblan ante las excelentes perpectivas de voto de la organización de Marine Le Pen.
Le Pen suscita como nunca el temor de unos partidos a los que que solo el sistema electoral les evita verse en la Asamblea Nacional con las decenas de diputados que un sistema proporcional otorgaría al FN por su apoyo popular.
Las señales de alarma ante la perspectiva de una victoria de Marine Le Pen en las presidenciales de 2017 son atizadas desde hace meses, especialmente por los socialistas en el poder, y, en especial, por el propio Primer Ministro, Manuel Valls.
En este contexto, Marine Le Pen ha protagonizado un hecho inusual en el mundo mediático — político francés, que demuestra el pavor que su respaldo en la calle provoca entre sus opositores oficiales. Invitada al programa de debate estelar de la televisión pública francesa («Des paroles et des actes»), dejó plantado al presentador, a los técnicos y al público en el estudio. En un principio la única líder que iba a protagonizar el debate, la televisión pública se vió obligada a aceptar por presiones la participación de dos rivales de Le Pen para las elecciones regionales, además de otros dos «enemigos políticos». Lo que podría haber quedado en un simple accidente político-televisivo revistió en realidad un carácter de escándalo político, pues fueron nada menos que los propios presidentes de los partidos Socialista (Jean-Christophe Cambadelis), y su rival conservador de la UMP — Unión por un Movimiento Popular (Nicolas Sarkozy) — quienes presionaron para que Le Pen no fuera la única estrella del debate.
Del boicot mediático a la máxima audiencia
El rechazo de Le Pen a aceptar los cambios de última hora en un programa de televisión le ha valido una extraordinaria campaña de comunicación para su persona y sus ideas. Pero no solo. Es un reflejo del cambio de actitud de los periodistas y de la prensa francesa hacia el Frente Nacional.
Desde hace más de tres décadas, los medios de comunicación franceses habían acordado de facto mantener un «cordón sanitario» en torno al FN (entonces presidido por Jean Marie Le Pen) que se traducía, en la práctica, en ignorar a sus líderes, en no dar mucha cobertura a sus acciones y en entrevistar en mínimas dosis a sus representantes. La progresiva subida electoral del FN en los últimos años y la llamada «desdemonización» emprendida por Marine Le Pen han acabado con esa práctica. Las ideas y remedios del nuevo FN para la crisis económica, la inmigración, la delincuencia o las relaciones con Rusia; sus críticas a la Unión Europea y a la globalización, no solo despiertan la adhesión entre la población — según demuestran los sondeos — sino que suponen una garantía de audiencia y lectores para televisiones, radios y prensa digital o de papel.
En poco tiempo, el llamado cordón sanitario ha saltado por los aires y todas las redacciones se pegan por invitar a Marine Le Pen. Y de nuevo suenan voces para impedir el acceso a los medios a las ideas del FN.
Marine Le Pen se presenta como candidata de su partido a las elecciones del 6 y 13 de diciembre por la extensa región norteña de Nord-Pas-de-Calais-Picardie. Según todos los sondeos, derrotaría con facilidad a sus rivales del Partido Socialista y de la UMP de Sarkozy. Todos los estudios sociológicos coinciden en señalar cómo el FN ha recogido el antiguo voto obrero, el de las clases medias pauperizadas, el de una gran parte de los jóvenes.
Un programa político de actualidad
Hay que señalar que el ideario histórico del FN compila en la actualidad todos los elementos que hace años parecían alejados de la realidad: el aumento imparable del paro, la desindustrialización del país, el declive y olvido de las zonas rurales, la dependencia de la finanza internacional, la pérdida de soberanía frente a las normas de la Union Europea, la inmigración en masa, el empuje del islam radical en los guetos.
Las respuestas que el FN ofrece a la situación política, económica, social y de identidad son, por supuesto, discutibles como las de cualquier organización política, pero más allá de las soluciones que Marine Le Pen propone, lo que muchos adversarios admiten es que ella y su partido han logrado conectar con las inquietudes de una inmensa masa de franceses cuyas preocupaciones han sido despreciadas durante años por la izquierda e ignoradas por la derecha. Una masa que muchos llaman simplemente «el pueblo».
Y ese debate ha dado pie a otra guerra interna en el país. La que enfrenta a los medios de comunicación de izquierda, al propio gobierno y a una parte de los intelectuales, contra otros intelectuales que han adquirido una escucha inusitada y que acaparan también la audiencia y los lectores con sus ideas alejadas de la ortodoxia vigente en Francia desde el final de la II Guerra Mundial.
Estos intelectuales que copan las listas de libros más vendidos, que provienen casi todos ellos de la izquierda o de la extrema izquierda y que se siguen considerando de izquierda, son tachados de «neoreaccionarios» por la izquierda tradicional y sus medios afines. Así, filósofos, ensayistas o escritores como Alain Finkielkraut, Pascal Bruckner, Michel Onfray, Michel Houellebeck, o Eric Zemmour son acusados de «hacer el juego» al FN. Su delito, desbordar el sendero de lo políticamente correcto; plantearse si la desaparición de fronteras, de identidades o de raíces debe ser algo aceptable sin discusión; si preocuparse por el abandono del laicismo para adaptarse al Islam es un síntoma de xenofobia…Para el «sistema», son aliados objetivos de Marine Le Pen. Para filósofos como Onfray, que se define de la izquiera antiliberal, «la izquierda liberal no es sino una mafia que se proclama de izquierda».
Para la Presidenta del FN, que se considera «la única política antisistema», la ofensiva política en su contra se traduce también, según ella, en acoso judicial. Al tiempo que protagonizaba el episodio televisivo, Marine Le Pen acudía a juicio acusada de «instigar el odio racial», por haber comparado la ocupación de las calles para los rezos musulmanes en ciertos barrios con la Ocupación de Francia por los nazis. La acusación provenía de diversas asociaciones pro-musulmanas y antiracistas que Le Pen considera como el brazo armado del poder político. Su comparecencia ante el tribunal le supuso una nueva tribuna gratuita para difundir sus ideas. Según ecientes sondeos, una mayoría de franceses considera que el Islam es «demasiado visible» en Francia. Y en este terreno, Le Pen también gana votos frente a una izquierda francesa considerada por ella como pro-musulmana y una derecha tradicional que no sabe cómo abordar el problema de la identidad francesa sin provoar una polémica negativa para sus intereses electorales.
De la serie de circunstancias que en las últimas semanas han ayudado a Marine Le Pen a erigirse como la reina del ruido mediático, está otra que aúna, en el lugar y en el momento, algunas de sus ideas-fetiche: su intevencion en el Parlamento Europeo ante la Canciller alemana, Angela Merkel, y el Presidente francés, François Hollande.
En Estrasburgo, Le Pen pudo criticar a la jefa del gobierno alemán por su política pro-inmigración y calificar en púbico al máximo dignatario francés como «vice-canciller de la provincia de Francia». Hollande le respondió advirtiendo del peligro del retorno de los nacionalismos, de los populismos y de los extremismos. Esa inusitada bronca pública entre dos políticos franceses en el Parlamento Europeo también le hizo ganar votos a Marine Le Pen, según las muestras de opinión.
Una izquierda dividida entre socialistas, comunistas y «verdes», y un partido como la UMP donde tres líderes se pelean a muerte por el liderazgo interno para las elecciones de 2017, dejan de momento un camino abierto al avance del Frente Nacional de Marine Le Pen. Y el sendero se amplía aún más cuando como en el caso del programa de televisión abortado, el PS y la UMP se alían contra el FN. Ello no hace sino reforzar uno de los leit-motiv favoritos de Le Pen, las políticas de socialistas y del centro derecha son idénticas. Para Le Pen, su batalla es contra un solo partido, «el UMPS».
Hasta ahora, el llamado «frente republicano» impedía el paso en las segundas vueltas electorales a los candidatos del FN, mediante la renuncia de los aspirantes del PS o de la UMP. Está por ver si esa política de cordón sanitario electoral seguirá vigente o saltará como el cordón levantado por los medios de prensa hace décadas y desaparecido ante la fuerza de la realidad.
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