Abismal era la crisis en el verano de 1922 en el Estado Italiano. Los marxistas con muchos adeptos se acercaban cada vez más a la revolución y los fascistas no paraban de sembrar violencia. Nadie se lo esperaba, pero Benito Mussolini desde hacía tiempo había decidido zanjar los problemas de una vez por todas con la toma del poder a la fuerza.
Básicamente las causas de esta decisión fueron la huelga general convocada por las izquierdas en todo el país en Agosto de 1922 que a punto estuvieron de tomar el poder e instaurar la revolución bolchevique como en Rusia. De no ser por la intervención de miles de fascistas que la disolvieron a base de lucha callejera y porrazos, una guerra civil hubiese podido tener lugar. Como consecuencia de esto el Partido Nacional Fascista (Partido Nazionale Fascista) comprendió que en cualquier momento los comunistas podían hacerse con el control de Italia. Los partidos democráticos, ya muy debilitados, no servían para nada y menos frente a la marea revolucionaria. Sólo había dos posibles resultados: o los fascistas asaltaban el poder o de lo contrario lo harían los bolcheviques.
Marcha sobre Roma de Camisas Negras.
Muy detenidamente Mussolini estudió la posibilidad de marchar a Roma para convencer al Rey Victor Manuel III ante la necesidad de un cambio de Gobierno por otro más fuerte dirigido por fascistas. El problema era la republicanidad de los fascistas, completamente antimonárquicos. Esa fue la razón por la cual Mussolini hubo de renunciar temporalmente a la República y adoptar un discurso monárquico, aunque bastante débil y moderado.
A mediados de Octubre de aquel 1922, en Milán se tomó la decisión de avanzar sobre Roma. Mussolini designó a un Cuadrunvirato para dirigir las operaciones. Sus miembros fueron: Michelle Bianchi, Italo Balbo, Emilio de Bono y Cesare Maria de Vecchi.
Tanto las escuadras de Camisas Negras y la Milicia Fascista se repartirían en tres regiones italianas distintas: Ancano al mando del general Gustavo Fara, Civitavecchia bajo control del general Sante Caccherini y Orte dominada del general Emilio de Bono. Como punta de lanza de avance irían tres columnas: La Columna Civiatavecchica del general Dino Perrone Compagni con 4.000 hombres, la Columna Tívoli del general Giuseppe Bottai con 8.000 hombres y la Columna Monterotondo del general Ulisse Igliori con 2.000 hombres.
Las palabras de Benito Mussolini antes de la Marcha sobre Roma fueron:
“O nos dan el Gobierno o lo tomaremos bajando a Roma”.
Marcha sobre Roma
Repentinamente, el 27 de Octubre de 1922, tres enormes columnas de Camisas Negras iniciaron el avance hacia Roma procedentes desde Civiatavecchica, Tívoli y Monterotondo. Por el camino la gente de todas las clases sociales se les unió emocionada, tanto campesinos y obreros, como industriales y comerciantes, e incluso exveteranos de la Primera Guerra Mundial descontentos con el injusto resultado.
Cuando el Gobierno en Roma se enteró de lo que estaba sucediendo, entró en crisis. Como resultado el Partido Socialista Italiano y el Presidente Luigi Facta dimitieron dejando un vacío de poder muy importante.
Durante todo el resto del día 27, los Camisas Negras y la Milicia Fascista se fueron acercando a la capital. Por el camino tuvieron un total apoyo de la Policía Italiana y los Carabineros (Carabinieri) que en ningún momento les pusieron impedimentos. Por otra parte el Ejército Real Italiano (Regio Esercito) y los militares hicieron la vista gorda. Simultáneamente la Confindustria de Roma se posicionó al lado de los sublevados.
Camisas Negras y Escuadras Fascistas entrando en Roma.
Sin apenas toparse con resistencia las escuadras fascistas se apoderaron de oficinas de correos y telégrafos, prefacturas, puestos de radio y nudos ferroviarios, incluso se hicieron con algunos trenes para facilitar la marcha. También los Camisas Negras tomaron algunos cuarteles e instalaciones militares, aunque en muy pocos casos porque los soldados los recibieron con los brazos abiertos. Ni sindicatos ni partidos de izquierdas se opusieron a la marcha, sólamente se ocultaron en sus sedes y delegaciones que fueron ignoradas por los fascistas.
A lo largo de la noche del 27 al 28 de Octubre, el Rey Víctor Manuel III inició unas muy alteradas negociaciones entre el Gobierno y los fascistas. El mariscal Armando Díaz y el general Luigo Federzoni aconsejaron al monarca que pactara con los fascistas para evitar que cayera la Corona de los Saboya. Mientras tanto, fuera del Palacio Real en Roma, sin nadie percatarse aquella noche, los Camisas Negras comenzaron a entrar en la capital italiana sin encontrar oposición. Para llamar a la tranquilidad colgaron carteles que rezaban “conservar la calma”. Viéndose acabado y antes de que la cosa acabara en un baño de sangre, el Rey hizo llamar a Benito Mussolini que en aquellos momentos se encontraba en Milán para que se presentara ante él a negociar.
Benito Mussolini rodeado de Camisas Negras camina triunfal por la capital romana tras la exitosa marcha. Año 1922.
Mussolini se trasladó a Roma el 28 de Octubre de 1921, entrando en la capital italiana ovacionado por multitudes y saludado como si fuera Julio César. Apenas tardó unos pocos minutos hasta que se reunió con el Rey en el Palacio. Su palabras al monarca fueron: “Pido perdón a vuestra Majestad por tener que presentarme con la Camisa Negra puesta, de vuelta de la batalla, afortunadamente incruenta, que se ha tenido que librar. Traigo a vuestra Majestad la Italia de Vittorio Véneto, de nuevo consagrada por la victoria, y soy fiel siervo de vuestra Majestad.” A continuación el líder fascista expuso al monarca su más sincera fidelidad a la Corona y a Italia. Contento por el comportamiento de Mussolini, el Rey le encargó formar Gobierno para que de esa manera pudiese frenar la época de revueltas que tenía a Italia sumida en el caos y la anarquía.
El mismo 28 de Octubre de 1921, fecha que pasaría a la Historia, Benito Mussolini fue declarado “Duce (Guía)” de Italia bajo coalición de todos los partidos políticos y el suyo. A partir de entonces nació un nuevo calendario adoptado del romano, la Era Fascista.
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