En Rusia, Halder y otros generales piensan que las pérdidas sufridas por el ejército alemán durante el invierno le impiden reanudar operaciones ofensivas de gran envergadura. Estiman que debe apretar su frente, reconstituir reservas, mejorar sus líneas de retaguardia, provocar a los rusos a la ofensiva e infligirles derrotas sucesivas con réplicas poderosas. Pero nadie se atreve a sostener esta tesis ante un Führer cuya autocracia, lejos de templarse, se ha acentuado bajo el efecto de los reveses.
Según Hitler, hay que lanzarlo todo a la ofensiva para alcanzar en 1942 el objetivo que el invierno ruso le arrebató en 1941, la aniquilación del ejército ruso. Sabe que, con la intervención de América, ha desaparecido la esperanza de una guerra corta. No ignora que en los estados mayores anglo-americanos maduran proyectos de
invasión de Europa. La destrucción del ejército soviético, el desplazamiento de los rusos tras los Urales permitirán al III Reich recobrar las fuerzas necesarias para hacer frente de modo decisivo a ese peligro. Cubierta al Oeste, Alemania conservará la iniciativa al Este lanzando desde los Balcanes y el Cáucaso una poderosa ofensiva que, en conjunción con la acción secundaria llevada por Rommel, se apoderará de todo el Oriente Medio. Hitler espera así establecer un mapa de guerra política y económica tal, que la prolongación indefinida de las hostilidades perderá toda importancia. Alemania estará en condiciones de esperar el agotamiento y la resignación de las potencias marítimas. Pero es preciso que la última espada continental de éstas, la URSS, quede rota.
El 5 de abril, Adolf Hitler firma su directiva nº 41. Largo documento, en que disertaciones sobre el arte militar, e incluso redundancias de propaganda, interfieren con la sobriedad del lenguaje estratégico. Las ideas generales, sin embargo, se destacan. Hitler sigue fiel a Hitler. Continúa desdeñando Moscú, cuyo frente alemán sigue sólo a 150 Km, e insiste en buscar la decisión en las alas. En el Sur, en la ruta del Cáucaso, es donde la Wehrmacht aplicará su primer esfuerzo. Dos operaciones preliminares repararán los dos fracasos del invierno, proporcionando a la Wehrmacht bases de partida. En Crimea, la península de Kerch será reconquistada y el asedio a Sebastopol será llevado a término. En Ucrania, se reparará el frente roto del Donets. La acción que se desencadenará después, la operación Azul, se descompondrá en tres fases, seguidas de otra final. En la primera, los ejércitos del grupo «Süd» atacarán por su izquierda y aniquilarán a los ejércitos soviéticos de la región de Vorónezh. En la segunda, envolverán a los rusos entre Donets y Don. En la tercera, el ala izquierda bajará y el ala derecha subirá por el curso del Don; se enlazarán en la región de Kalach, y, franqueando los 50 km. que separan al Don del Volga, tomarán Stalingrado. La marcha general hacia el Cáucaso será la coronación de la campaña de verano.
El plan de la Directiva nº 41, pues, consiste en establecer un inmenso flanco defensivo desde Stalingrado a Vorónezh, con intención de aislar el Cáucaso y permitir su conquista. Hitler no ha corrido detrás de dos liebres a la vez, como se ha dicho, asignando dos objetivos separados por 1.000 km de montañas y de estepas. La incompatibilidad de los objetivos sólo se echará de ver ulteriormente, cuando la eterna impaciencia del Führer le lleve a querer marchar contra Bakú antes que haya terminado la batalla de Stalingrado. Pero, en la arquitectura primitiva del plan, Stalingrado es el mango de un cerrojo bajo cuya protección Hitler quiere apoderarse de una zona cuya posesión, según cree, le permitirá mantener la guerra indefinidamente.
La debilidad fatal del esquema hitleriano reside en la desproporción de los objetivos y los medios. Para su ofensiva de verano, el grupo «Süd» dispone de 60 divisiones alemanas, de las cuales sólo 9 blindadas. Los rumanos, italianos y húngaros añaden 28 divisiones, pero el O.K.H. es generoso al estimarlas como la mitad de una división alemana en la defensiva y un tercio en la ofensiva. Harían falta fuerzas dobles, y sin embargo, Hitler ha tenido que reducir por debajo del límite de seguridad, a 85 divisiones sólo, las fuerzas que mantienen 2000 km de frente defensivo entre Vorónezh y Karelia.
Esas desproporciones flagrantes, Hitler las combate, o mejor dicho, las exorciza, repitiendo que el enemigo está agotado. El postulado va a la cabeza de la Weisung nº 41. como el principio sobre el cual se encarna todo. «En su esfuerzo para provocar una decisión el enemigo ha consumido este invierno las masas que le eran necesarias para operaciones posteriores...» Los servicios de información no confirman este axioma, pero Hitler recusa a los servicios de información por incompetencia y mal espíritu. «Estalló de furor —cuenta Halder— cuando se le quiso decir que los rusos producían 1 200 tanques al mes...»
El 8 de mayo empieza la primera de las ofensivas preliminares, la de Manstein, en Crimea. Los XLIV y LI ejércitos soviéticos se han atrincherado en el pequeño istmo de Parpach, cuya atracción fue fatal al infortunado conde Sponeck. Manstein les engaña con una maniobra de diversión al Norte y les hunde al Sur. Diez días después, se ha acabado la reconquista de Kerch. XI ejército ha hecho 170.000 prisioneros, a costa de menos de 8.000 muertos, heridos y desaparecidos. Le queda la más dificil de las tareas: Tomar Sebastopol.
Durante el invierno, la ciudad sitiada se ha reforzado, al seguir abiertas las comunicaciones marítimas. El ejército, al mando del general I.J. Petrov, cuenta 9 divisiones de infantería, varias unidades de tanques, una pequeña fuerza aérea, 1 600 bocas de fuego. La forma de la orilla permite establecer una posición relativamente corta, yendo desde el valle de Belbeck a la curva de Balaklava. Los nombres que evocan la expedición franco-británica de 1.855 se levantan en muchedumbre en el pequeño campo de batalla. Al Norte, el terreno está relativamente libre, pero el ejercito rojo ha amontonado fortificaciones que van desde viejos fuertes modernizados, armados con cañones de 305, hasta apoyos de infantería. Al este, el relieve es caótico. Cortas colinas, cubiertas de maleza, cortadas de barrancos, hacen difícil el avance de la infantería. La arista rocosa de Sapún se yergue rectilínea como un bastión. Sebastopol está detrás, en la orilla meridional de la bahía de Svernaia, que le sirve de foso contra un ataque procedente del Norte. A pesar de las fortificaciones y del obstáculo de la bahía, Manstein decide aplicar su esfuerzo inicial en el sector Norte. El brillante adepto de la guerra rápida se transforma en técnico de una batalla de material. Va a buscar, en el arsenal alemán, los calibres más excepcionales. Del 305, del 350, del 420. Más aún: dos supermorteros de 60 cm, Thor y Odín. Aún mejor, un monstruo, Dora, que se realizó en secreto para perforar los fuertes de la línea Maginot. Es el cañón más gigantesco que ha existido nunca: calibre, 82 cm, peso del proyectil, 7 t, longitud del tubo, 30 m, altura del fuste, la de una casa de dos pisos. 60 trenes han sido necesarios para transportar la pieza. y sus accesorios, y 4.000 hombres la sirven y la protegen. No tira más que tres obuses por hora, pero aplastan un refugio de 30 m de profundidad.
Así, hecho nuevo en la segunda guerra mundial, Sebastopol es una batalla de artillería. Manstein pone en línea 208 baterías y hace preceder la salida de su infantería por un Trommelfeuer de cinco días. El 8º cuerpo aéreo, von Richthofen, añade la artillería del cielo. Las 4 divisiones del 54 cuerpo que atacan en el sector Norte tienen la impresión de que no ha podido sobrevivir un ruso al huracán de fuego. Han de cambiar de tono: la resistencia de los supervivientes es de un encarnizamiento épico. Cada una de las fortificaciones, bautizadas por los alemanes Máximo Gorki 1, Stalin, Cheka, G.P.U., etc., es objeto de una batalla. El calor, una temperatura de 50ºC, sobreviniendo con brutalidad increíble, pesa sobre el combate. Las pérdidas son graves. Se cita una compañía alemana reducida a 9 hombres, y Manstein tiene que llamar de Kerch a la infantería de la 46 división para reemplazar a la de la 132, completamente desgastada. «La batalla —dice— está en el filo de la navaja.»
El 18 de junio, undécimo día de la ofensiva, la 22 I.D. alcanza por fin la bahía de Svernaia. Cinco días más tarde, Petrov repliega su defensa a la orilla Sur. El 28, la 50 I.D. se apodera de Inkerman y de su colina. Esta está horadada por cavas de champaña en que se han almacenado enormes cantidades de municiones. Los rusos hacen saltar el depósito. La explosión proyecta un trozo de la colina a 300 m de altura.
En la noche siguiente hay dos golpes de audacia alemanes. Manstein lanza a la bahía de Svernaia canoas de asalto, que establecen una cabeza de puente para el 54 cuerpo. Más al Sur, el 30 cuerpo, tras haber avanzado paso a paso, arrebata la arista de Sapún en un ataque relámpago. La colina de Malakof está tomada. Ha terminado el segundo sitio de Sebastopol. Los restos de la guarnición resisten aún cuatro días en el cabo Chersonesski, mientras la marina roja embarca a todos los que puede bajo un intenso fuego de artillería. 90.000 prisioneros quedan entre las manos de los alemanes. En Ucrania, los alemanes se han visto superados. La segunda operación preliminar del plan Azul, Fridericus, o restablecimiento de la línea del Donets, debía empezar el 17 de mayo. El ejercito rojo ataca el 9. El primer objetivo que persiguen es el que no han logrado en invierno: la reconquista de Járkov. Tomado Járkov, la ofensiva debe proseguir en dirección a Dniepropetrovsk para la liberación general de Ucrania. Timoshenko, jefe del frente Sudoeste, lo anuncia a los ucranianos en una proclama resonante de amenazas para los nacionalistas que pactan con el invasor. «La guerra —dice— toma un nuevo curso...» La ofensiva rusa cae sobre el VI ejército alemán, mandado, desde el mes de enero, por el general de las tropas blindadas, Friedrich Paulus. Su ala izquierda se pliega sin romperse, pero, al sur de Járkov, el centro queda hundido. Los alemanes superan la crisis haciendo contraatacar al XVII ejército en el flanco de la bolsa que ha distendido el avance enemigo. El IX ejército soviético, general F.M. Sharítonov, se deshace. En pocas horas, Timoshenko ve transformarse un éxito lleno de promesas en un peligro terrible. Propone a Stalin suspender el avance hacia Járkov y sacar al grupo de ejércitos de la trampa en que está metido. Stalin rehúsa y las cosas siguen su curso. El XVII ejército, Ruoff, toma Isjum, en el Donets, a espaldas de los soviéticos. El ejército Paulus recobra la iniciativa, y, el 25 de mayo, enlaza con el ejército Ruoff.
270.000 prisioneros se añaden al cuadro de la Wehrmacht. El mando soviético ha creído prematuramente en el «nuevo curso de la guerra».«Nuestra ofensiva de mayo de 1942 —reconoce el historiador militar Platónov— se acabó con un fracaso total.» Pero el vigor y el éxito del choque inicial deberían probar a Hitler que los soviéticos están menos muertos de lo que él dice. Con esta falsa premisa el 28 de junio empieza la operación Azul. Los ejércitos del Eje se lanzan haciaStalingrado.
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