miércoles, 4 de marzo de 2015

Voz maquiavélica de Israel y un posible acuerdo nuclear con Irán

Por Rasul Gudarzi
Desde 2002, Irán y su programa nuclear se han convertido en el eje de las discusiones en la ONU, la Agencia Internacional de la Energía Atómica y otras instituciones. Todo a causa de las acusaciones, aún sin probar, del grupo terrorista Muyahidín Jalq (MKO, por sus siglas en inglés) y del régimen de Israel, basadas en que el país persa se esfuerza por fabricar bombas atómicas, mediante sus actividades nucleares.
En este artículo pretendemos estudiar cuál ha sido el motivo de esas atribuciones a Teherán y cómo beneficia esto a los enemigos del país persa.
El 14 de agosto de 2002, la banda terrorista MKO, mediante un informe, alegó la existencia de dos sitios nucleares desconocidos en los que se desarrollaban fases para la fabricación de armas atómicas. A partir de esa fecha, Occidente, encabezado por EE.UU., comenzó a presionar al país persa, dando inicio a unos diálogos maratónicos, que aún siguen vigentes, para encontrar una solución al respecto. No obstante,  otro actor entró en el juego para boicotear las conversaciones; el régimen israelí, quien en sí mismo está en posesión de ojivas nucleares.
Mientras Irán y el Grupo 5+1 (formado por el Reino Unido, Rusia, Francia, EE.UU. y China, más Alemania) hablan de un posible acuerdo definitivo sobre el programa nuclear iraní, la voz maquiavélica de Israel hace todo lo posible por destruir el posible pacto.

En este sentido, el régimen de Tel Aviv recurrió a la misma medida que los terroristas de MKO para fabricar documentos que muestren que Teherán está a punto de conseguir armas atómicas. El más relevante informe del régimen es el discurso de su premier, Benyamín Netanyahu, ante la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2012, cuando con un dibujo en la mano dijo que, en un periodo máximo de un año, Teherán obtendría el arma atómica, hecho aún no probado.
Tiempo después, Netanyahu mantiene su historia, y califica a Irán como una gran amenaza para la seguridad mundial, pretendiendo hacerle creer a la opinión pública que si no se toma una medida seria contra Teherán, el mundo se enfrentará a un desastre. Mientras tanto, su propio régimen ha lanzado varias guerras contra los palestinos atrapados en el enclave costero de Gaza, y ha recurrido a las armas prohibidas en sus agresiones. La más reciente ofensiva  fue el pasado verano, que dejó más de dos mil muertos y unos 11 mil heridos, niños, mujeres y adolecentes en su mayoría.
No obstante, no todo termina aquí; el propio servicio de Inteligencia israelí, Mossad, poco después del discurso de Netanyahu en la ONU, reconoció en un informe que Irán no persigue armas nucleares. Este documento, revelado por la cadena catarí Al-Jazeera, pone de relieve las contradicciones existentes entre las autoridades israelíes en torno al programa de energía nuclear iraní. Ya que a pesar de la opinión del Mossad, Netanyahu se aferra a este asunto para arremeter contra el país persa.

A esto se suman otros actos de sabotaje, como el reciente caso de falsificación de documentos sobre el programa nuclear iraní por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., CIA, de que Teherán busca armas atómicas. Los documentos de la CIA fueron enviados a un tribunal en Alexandria, Virginia, el 14 de enero, para el juicio de Jeffrey Sterling, acusado de filtrar información secreta sobre las operaciones de la Agencia contra Irán. Sterling trabajó en un proyecto dirigido a “engañar a científicos iraníes, suministrando diseños modificados de componentes de armas nucleares a la misión del país en Viena, con el fin de guiar las supuestas investigaciones hacia callejones sin salida y hacer que el país perdiera tiempo y dinero”, según un cable de Mayo de 1997 enviado al tribunal.
Con base en estas informaciones que, siempre y desde el inicio, fueron desmentidas por el Gobierno iraní, el tema nuclear se volvió polémico. Exactamente, estas atribuciones, ya reconocidas como falsas, motivaron una enorme presión sobre el pueblo iraní, a través de diversas resoluciones, como la 1696, 1737, 1747, 1803, 1835 y la más dura de todas, la 1929, que buscaba aislar a Irán en la escena internacional y dirigirlo hacia la paralización total de sus actividades nucleares.
Estas revelaciones acerca de los documentos falsificados cuestionan la credibilidad tanto de la Agencia Internacional de Energía Atómica como del Consejo de Seguridad de la ONU, por acusar y presionar a un país sin tener informaciones fiables. Este hecho, también, pone de relieve que la intención de Occidente y el régimen de Tel Aviv, como dicen, no es impedir el avance nuclear de Irán o que fabrique armas nucleares, sino reprimir a un pueblo y un Gobierno que tiene una voz independiente y contraria a la de la hegemonía mundial y que otros países no sigan su camino.
Este plan que se percibe en las palabras de las autoridades de Washington, quienes alegan que aunque se solucione el tema nuclear iraní, no se levantarán todas las sanciones. En este sentido, la subsecretaria de Estado de este país, Wendy Sherman, afirmó que todos los embargos impuestos a Teherán por la violación de derechos humanos y su vínculo con el terrorismo, no se levantarán.
De todo esto se puede comprender que los objetivos hegemónicos de algunos países fueron los que motivaron las sanciones contra Irán, causando grandes perjuicios a la población iraní, y no una actitud errónea de parte de Teherán. Además, miles de enfermos iraníes se debaten entre la vida y la muerte por las sanciones contra este sector. ¿Acaso estas actitudes no se consideran una violación de los derechos humanos?

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