Voluntarios que apoyan las fuerzas gubernamentales iraquíes en su lucha contra el Estado Islámico preparan artillería cerca de Tikrit. / AHMAD AL-RUBAYE (AFP)
Fuerzas regulares y milicias iraquíes han iniciado este lunes una ofensiva para echar al Estado Islámico (EI) de la provincia de Saladino y recuperar su capital, Tikrit. Se trata de la mayor operación emprendida desde que los extremistas suníes se hicieron con el control de amplias zonas del norte de Irak el pasado verano. El Gobierno central ha movilizado entre 20.000 y 30.000 hombres para liberar esa ciudad, un objetivo tanto simbólico como estratégico. Tikrit ha sido un foco insurgente desde el derribo de Saddam Husein, cuya aldea natal se encuentra a las afueras. Además, tras varios intentos fallidos por reconquistarla, se ha convertido en una prueba de la capacidad de las tropas para lanzar el anunciado asalto a Mosul.
“El objetivo es por supuesto terminar de liberar la provincia para permitir del regreso de los desplazados”, ha declarado el jefe militar de Saladino, el teniente general Abdel Wahab Saadi, citado por la agencia France Presse. “Pero también se trata de un trampolín en el camino hacia la liberación de Mosul”, ha reconocido el oficial.
La importancia de la operación ha llevado al primer ministro, Haider al Abadi, a trasladarse personalmente hasta el cuartel de mando en Samarra, a medio centenar de kilómetros al sur de Tikrit. Allí se reunió en la noche del domingo con los responsables militares y prometió “liberar [la provincia] de la tiranía de los terroristas”.
Los primeros partes militares aseguran que las fuerzas, que avanzan desde el este y el sur, han tomado la localidad de Al Dor, donde los soldados estadounidensesencontraron escondido a Saddam en diciembre de 2003. Pero hasta llegar a Tikrit, les queda mucho más que la treintena de kilómetros que las separan. Esa zona incluye Awja, la aldea natal del dictador, a cuyos leales se acusa de haberse aliado con el EI para socavar al Gobierno de Bagdad, que ahora dominan los chiíes.
El combate no va a ser fácil. Los yihadistas se han atrincherado y si la experiencia de los últimos meses sirve de algo, las tropas se van a enfrentar a una dura resistencia además de ataques suicidas y trampas explosivas. Se espera que Estados Unidos preste apoyo aéreo, pero de momento sólo hay noticias de la intervención de aviones y helicópteros iraquíes. También indirectamente se ha confirmado la ayuda iraní, cuyo hombre para Irak, el jefe de la Fuerza Al Qods y general de los Pasdarán Qasem Soleimani, se encuentra sobre el terreno, según los medios locales.
El empeño ha supuesto la movilización de entre 20.000 y 30.000 hombres, según distintas fuentes, que incluyen fuerzas regulares del Ejército, la policía y las unidades antiterroristas, pero también milicias chiíes, conocidas como unidades de Movilización Popular, y varios centenares de miembros de tribus suníes hostiles al EI. Esta presencia suní, hasta 2.000 combatientes de acuerdo con portavoces oficiosos, es especialmente relevante dado que la mayoría de la población de Saladino profesa esa rama del islam y las sensibilidades confesionales están a flor de piel.
Al Abadi, que desde su llegada al poder el año pasado ha tratado de revertir la política sectaria de su predecesor, Nuri al Maliki, ha hecho especial hincapié en la necesidad de que los uniformados salvaguarden a la población civil.
“La prioridad que hemos fijado al Ejército y a las milicias auxiliares esque preserven la seguridad de los ciudadanos”, ha asegurado el primer ministro en un mensaje televisado al país y repetido luego en su Facebook.
Sus palabras tratan de tranquilizar a la población local, que teme las represalias de las fuerzas chiíes si logran echar a los yihadistas. El coordinador de las unidades de voluntarios y jefe de la milicia Badr, Hadi al Ameri, dio el sábado 48 horas a los habitantes de Tikrit para que abandonaran la ciudad “para vengar Speicher”. Se refería al nombre de un cuartel cercano a la capital de Saladino, donde las huestes del EI secuestraron a los 1.700 soldados que dijeron haber matado poco después de la caída de Mosul.
Si bien esa cifra nunca ha sido confirmada oficialmente, la matanza generó un gran malestar sobre todo entre la comunidad chií, a la que pertenecían la mayoría de los militares asesinados a sangre fría. Las milicias de esa confesión prometieron vengarse y de ahí el temor a que se repitan los ejecuciones sumarias y quema de casas denunciados por los suníes en otras zonas donde las fuerzas gubernamentales han recuperado territorio.
No obstante, las huestes del EI han alienado a todas las comunidades. En la vecindad de Tikrit desalojaron a la tribu de los Jubur, una de las mayores de Irak, de varias comarcas, incluida la de Alam, una de las primeras en mostrar resistencia al avance de los yihadistas. De ahí, que la ofensiva cuente también con una representación siquiera simbólica de fuerzas suníes.
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