lunes, 26 de enero de 2015

El nuevo rey de Arabia Saudí promete continuismo en su primer mensaje

El nuevo monarca de Arabia Saudí, el rey Salman, 79 años, se apresuró este viernes a garantizar la estabilidad tras la muerte del rey Abdalá nombrando heredero a su medio hermano el príncipe Muqrin, de 69 años. El segundo en la línea al trono será su sobrino Mohamed Bin Nayef, de 55. El rápido anuncio, antes de que se celebraran las exequias de su medio hermano y predecesor, asegura la sucesión para los próximos años y cierra uno de los principales retos internos del reino. Pendiente queda la necesidad de abordar la mayor explosión de juventud de la historia del país y los deseos de cambio de parte de la población.


La claridad sucesoria no sólo acalla la persistente especulación sobre querellas palaciegas entre las diferentes ramas de la familia real, sino que resuelve el paso del trono de los hijos de Abdelaziz, el fundador del reino, a sus nietos. Mohamed Bin Nayef se confirma como el príncipe saudí más poderoso de su generación. Según el decreto, difundido por los medios oficiales, está previsto que se mantenga como ministro de Interior, un puesto que su padre, Nayef, ejerció 37 años y al que él accedió en 2012.

Salman, a quien se le calculan 79 años (no hay registros de aquella época), sustituyó entonces a Nayef como heredero. Además, mantenía el cargo de ministro de Defensa, que asumió a la muerte de otro de sus hermanos, Sultán, un año antes. Hasta entonces y desde 1962 había sido gobernador de Riad. Pero su llegada a Defensa aumentó considerablemente su influencia, al darle control sobre un enorme presupuesto para la compra de armas. Ahora ha nombrado para esa cartera a su hijo Mohamed, que es también jefe de la Corte Real.
El nuevo monarca, un hombre con fama de pragmático, es un enamorado de España, donde tiene casa y una excelente relación personal con el rey Juan Carlos. Pero a su edad, no está exento de problemas de salud. En 2010, tuvo que ser intervenido de la columna vertebral en Estados Unidos. Aunque la familia real es bastante reservada con los asuntos privados, se sabe que tuvo una apoplejía y su brazo izquierdo quedó con movilidad reducida.
En principio, Bin Nayef garantiza el relevo del actual príncipe heredero, Muqrin, pero una vez que éste llegue a rey tiene la prerrogativa de elegir a su sucesor. Muqrin, un antiguo piloto de caza que fue jefe de los servicios secretos entre 2005 y 2012, está considerado como relativamente liberal e independiente debido tanto a ser hijo de una mujer yemení como a ser el primero de los príncipes en educarse en una universidad occidental. A pesar de la amplitud de miras que se le atribuye, las filtraciones de Wikileaks revelaron una posición muy dura respecto a Irán. Su influencia durante el reinado de Salman se verá limitada a lo que decida el rey.
Por su parte, Muqrin, primer nieto de Abdelaziz en acceder a la sucesión estudió Ciencias Políticas en Estados Unidos y se especializó en asuntos militares y de lucha contra el terrorismo. En ese terreno ha cultivado su base de poder y su prestigio, ampliado por un intento de asesinato de Al Qaeda en 2009. Esa dedicación le ha dado fama de hombre duro, pero analistas y diplomáticos admiten desconocer su postura sobre el principal reto que afronta el reino: cómo reconciliar el cambio social y las exigencias de una población muy joven con las tradiciones ultraconservadoras.
El 64% de los casi 20 millones de saudíes tiene menos de 30 años. A pesar del elevado paro juvenil, el país emplea a ocho millones de inmigrantes, en parte porque los saudíes pueden permitirse rechazar los trabajos de menor prestigio, pero también porque muchos no están suficientemente cualificados para los de mayor responsabilidad.
Esa población tiene crecientes demandas de vivienda, sanidad e infraestructuras. A falta de libertades políticas, los jóvenes han encontrado un aliado para canalizar sus demandas en las redes sociales, donde tanto chicos como chicas son muy activos y pueden saltarse muchas de las restricciones que les impone la sociedad (incluida la segregación de sexos). Consciente del riesgo de estallido que supondría su descontento, la familia real ha acelerado desde 2011 las inversiones en servicios públicos, además de intensificar el control de las muestras de disidencia.
“Pido a Dios que nos conceda servir a nuestro pueblo y sus aspiraciones, a preservar la seguridad y la estabilidad de nuestra nación, y a protegerla de todo mal”, ha escrito el rey Salman en la cuenta de Twitter que abrió como heredero y donde ayer había actualizado su estatus a rey (@KingSalman). Pero ese guiño del monarca contrasta con la presión que sufren los blogueros y defensores de la libertad de expresión, como Raif Badawi, que Arabia Saudí tiene en la cárcel. Este viernes se suspendió su flagelación.
Amnistía Internacional y otras organizaciones han denunciado que el régimen saudí es “insensible a los derechos humanos” y ha acusado a Occidente de hacer la vista gorda por su petróleo y su apoyo a la lucha contra los yihadistas. Human Rights Watch ha pedido al rey Salman que cese la persecución de los disidentes y la discriminación de las mujeres y de la minoría chií.

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