La Casa de Saud se encuentra en problemas: su guerra del petróleo podría volverse contra ella. La sucesión del rey Abdullah podría convertirse en una masacre y su protector, Estados Unidos, también podría cambiar de actitud.
Comencemos poniendo en contexto el tema. Las reservas en petróleo en EE.UU han aumentado algunos millones de barriles por día. Sin embargo esta alta es compensada por la baja de exportaciones provenientes de Irán y de Kirkouk, Iraq y del cese de producción en Libia y Siria. Básicamente, el estancamiento y la recesión en Europa y la relativa desaceleración china generan, al menos por ahora, que no se busque más petróleo.
Desde 2011, Arabia Saudita inunda el mercado para compensar la caída de las exportaciones de Irán causada por la guerra económica que le libró EE.UU. Por otra parte, Riad impidió a la OPEP reducir las cuotas de producción de los países miembros. La casa de Saud cree que puede dejar fluir las cosas, hasta que la extracción por fracturamiento hidráulico, que se desarrolla principalmente en los EE.UU, sea inexorablemente eliminada del mercado debido a su costo excesivo. Es la parte que los sauditas creen que retomarán del mercado.
Paralelamente, la Casa de Saud evidencia un gran placer al «castigar» a Irán y Rusia por su apoyo a Bachar al-Assad en Damasco. La Casa de Saud también teme cualquier eventual acuerdo nuclear entre EE.UU e Irán (nada es imposible) que podría conducirlos a una relajación a largo plazo.
Teherán sin embargo continúa firme. Rusia no ha hecho demasiado en caso de ataque, ya que la debilidad del rublo significó que los ingresos del Estado siguieran siendo los mismos, lo que no causa un gran déficit presupuestario. En cuanto a Asia del este, sedienta de petróleo (incluyendo a la misma China, el mayor cliente de los saudíes) disfruta de lo que dure la estampida.
Los precios del petróleo se mantendrán bajos por el momento. Esta semana Goldman Sachs redujo su pronóstico para el 2015 sobre los petróleos crudos WTI y Brent. El crudo Brent pasó de 83,75 dólares a 50,40 dólares por barril; mientras que el WTI bajó de $ 73.75 a $ 47.15 por barril. El precio del petróleo podría alcanzar incluso los $ 42 y $ 40.50. Todo, hasta que la «recuperación en forma de V» sea inevitable.
La firma Nomura Securities [1] también espera que el precio del petróleo suba a 80 dólares por barril a finales de 2015.
Sancionar a Rusia o morir en el intento
Durante la entrevista concedida en el punto [2], el presidente de EEUU, Barack Obama, admitió abiertamente que deseaba «perturbaciones» en el «precio del petróleo» porque creía que de esta manera el presidente ruso, Vladimir Putin «tendría grandes dificultades en la gestión». Está clara la voluntad de castigar a Rusia y aliarse con las sauditas, sobre todo desde que John Kerry, el secretario de Estado, ha respaldado el Rey Abdullah en Jeddah para que aumente la producción de petróleo al tiempo que adopta de una estrategia de reducción de precios.
Que Kerry haya sacrificado la industria del gas de esquisto norteamericano a través de la ignorancia o la incompetencia (o probablemente ambas), poco importa. Lo cierto es que si los EE.UU quisieran hacer caer a la Casa de Saud, lo hubieran hecho. El Imperio del Caos domina a sus vasallos del Golfo Pérsico, que no pueden emitir el menor suspiro sin la aprobación implícita de los EE.UU.
Lo que es más preocupante aún es que la «banda del poder» en Washington no parece defender los intereses nacionales y su propia industria. Pues además de los mega déficits comerciales de la manipulación monetaria, toda la industria petrolera de Estados Unidos es la que puede ser destruida. Cualquier analista sensato interpretaría esto como una jugada contraria al interés nacional de los EE.UU.
Ciertamente, el acuerdo de Riad fue música para los oídos de los sauditas. Su política oficial ha sido siempre para prevenir el desarrollo de cualquier posible sustituto para el petróleo, incluyendo el gas de esquisto de Estados Unidos. Así que ¿por qué no bajar los precios del petróleo y mantenerlos bajo el tiempo suficiente para volver insensata cualquier inversión en el gas de esquisto?
Sin embargo, hay un gran dilema. La Casa de Saud no obtendrá suficientes ingresos del petróleo para equilibrar su presupuesto anual con el barril a menos de 90 dólares. Herir a Irán y Rusia puede ser muy agradable, pero lo es mucho menos cuando la gallina de los huevos de oro sufre.
Las perspectivas a largo plazo tienden a una recuperación de los precios. El petróleo puede ser reemplazado, en muchos casos, pero en otros no hay alternativa. Así que no importa lo que haga la OPEP. Su propósito es preservar la demanda de petróleo para sustituir a los hidrocarburos, y maximizar el rendimiento de un recurso limitado. En efecto, sí, se observa una práctica de fijar precios injustos.
Ahora bien, hay una variable crucial que sólo viene a complicar las cosas aún más. La Casa de Saud y los otros países productores del Golfo Pérsico quieren inundar el mercado, pero son Goldman Sachs, JP Morgan y Citigroup quienes hacen el trabajo sucio desde las sombras y manipulan todo tipo de contratos a futuro y «efectos palanca».
Los precios del petróleo conforman un chantaje tan oscuro que sólo los grandes bancos comerciales de petróleo como Goldman Sachs o Morgan Stanley, tienen una pequeña idea de quién compra y vende los títulos, lo que llaman el «petróleo en papel». La ausencia de normas caracteriza a este casino multimillonario, que tiene todos los ingredientes de una «burbuja especulativa» y cuenta con la ayuda de amigos que gestionan los pozos de petróleo del Golfo.
Un matrimonio disfuncional
Como si esto no fuera suficientemente confuso, se encuentra en primer plano la crucial sucesión de la Casa de Saud. A los 91 años de edad, el rey Abdullah se encontró hospitalizado por una neumonía en Riad el día antes del Año Nuevo, obligado a respirar a través de un tubo. Se dice que podría tener un cáncer de pulmón. El hecho de que él aclamado como reformador progresista dice todo lo que hay que saber acerca de Arabia Saudita ¿Y la «libertad de expresión»? ¡Un chiste! [3].
Entonces, ¿quién es el siguiente? El primero en el orden de sucesión es el príncipe heredero Salman, de 79 años, quien también es el ministro de Defensa. Salman fue gobernador de la provincia de Riad durante 48 largos años. Este auténtico «halcón» supervisó la multitud de «donaciones» privadas pagadas a los muyahidines afganos durante la yihad de la década de 1980, con la ayuda de los predicadores wahabí línea dura. Entre sus hijos, se encuentra el gobernador de Medina, el príncipe Faisal. No es necesario añadir que la familia Salman controla prácticamente todos los medios de comunicación saudíes.
Para meter sus manos en el Santo Grial, Salman tiene que honrarlo. No es tarea fácil. Tanto más que Abdullah, quien ya tiene la piel dura, Salman ya ha sobrevivido a dos de sus príncipes herederos, Sultán y Nayef. Sin embargo las cosas parecen presentarse mal para príncipe: ya sufrió una operación de columna, un acv y podría sufrir de demencia a corto plazo.
Lo que no augura nada bueno para Salman es que, poco después de ser promovido a Viceministro de Defensa, se supo que estaba comprometido en el juego atroz yihadista de Bandar Bush en Siria.
De todos modos, Salman ya tiene un sucesor en el segundo viceprimer ministro, el príncipe Moqren, ex gobernador de la provincia de Medina y jefe de la inteligencia saudí. Moqren es un sujeto extremadamente cercano a Abdullah, y parece ser el último hijo «capaz» de Ia Casa de Saud. «Capaz» aquí es, por supuesto, una manera de decir. De hecho, el verdadero problema ocurrirá cuando Moqren se convierta en príncipe heredero. Para ese entonces el siguiente en el orden de sucesión será elegido entre todos los hijos de Ia Casa de Saud.
Esto nos lleva a los llamados «príncipes de tercera generación», jóvenes no conocidos por su dulzura justamente. El principal de ellos no es otro que Mitaeb bin Abdallah, de 62 años, hijo del rey, un claro ejemplo de nepotismo. Cual señor de la guerra, Mitaeb controla su propio destacamento dentro de la Guardia Nacional. Según mis fuentes el rumor que recorre Riad es que Abdullah y Moqren han celebrado un acuerdo: Abdallah haría todo para que Moqren se convierta en rey y Moqren garantizaría que Mitaeb se convierta en príncipe heredero. Una vez más, se hace presente el «secreto» de la Casa de Saud: nadie sabe nada.
Los hijos de Abdallah están en todas partes: el gobernador de La Meca, el vicegobernador de Riad, Viceministro de Relaciones Exteriores, el presidente de la Media Luna Roja de Arabia, etc. Lo mismo sucede con los hijos de Salman. Pero también se encuentra Muhammad bin Nayef, hijo del fallecido príncipe heredero Nayef, quien se convirtió en ministro del Interior en 2012 y fue el responsable de las cuestiones altamente sensibles de la seguridad interior. Es el principal competidor de Mitaeb entre la tercera generación de príncipes.
Olvidémonos de la «unidad familiar», sobre todo cuando hay un jugoso botín en juego: un falso país que es, de hecho, sólo una hacienda petrolera. Sin embargo, aquel que herede el botín va a terminar por delante de un pozo y la misma letanía de lamentos: el aumento del desempleo, la desigualdad abismal, divisiones sectarias atroces, el yihadismo en todas sus formas -por no mencionar el falso Califato de Ibrahim en «Syrak», que ya está amenazando en marchar a la Meca y a Medina-. No olvidemos tampoco la terrible Consejo de Ulemas, digno de la época medieval (unos sujetos que adoran los azotes, la amputación y la decapitación), la adicción total al petróleo, la paranoia sin límites con Irán y una relación que de amor-odio con su amo, EE.UU.
¿Cuándo llamarán a la caballería?
Como por arte de magia, hallamos que los «Maestros del Universo», los reales, aquellos del eje Washington-Nueva York, discuten justamente el fin de esta relación con la Casa de Saud. Éstos, por otra parte, no encuentran otra manera de comunicarse con los Bush y los Kerry que como sus marionetas. Sostengo en este análisis que cualquier promesa de Kerry a la Casa Saud a cambio de su «cooperación» para socavar la economía de Rusia no significa absolutamente nada.
Los rumores que se escuchan en el territorio de los Amos del Universo sugieren que tarde o temprano la CIA podría volverse en contra de la Casa de Saud. Si esto sucede, la única manera que tendría la Casa de Saud para asegurar su supervivencia sería la de aliarse con Moscú. Eso pone de relieve una vez más el camino suicida en el que emprendió la Casa de Saud tratando de atacar la economía rusa.
Como cualquier persona que permanece inexorablemente ajena a la total oscuridad de la Casa de Saud, hay una corriente de análisis que sostiene que sus miembros saben lo que están haciendo. Éste no es el caso. La Casa de Saud parece creer que complacer a los neoconservadores estadounidenses va a mejorar su posición en Washington. Esto simplemente no sucederá. Los neoconservadores siguen obsesionados con el hecho de que la Casa de Saud ayuda a Pakistán a desarrollar sus misiles nucleares, algunos de los cuales incluso -y otra vez, queda abierto a la especulación- podrían ser desplegados en suelo saudí a "fines defensivos" contra la mítica amenaza iraní.
¿Un tema confuso? La palabra no es siquiera suficiente para dar una idea de la situación. Pero una cosa es cierta: sea cual sea el juego que la Casa de Saud, haría bien en comenzar a hablar seriamente con Moscú. Sólo desearía una cosa, que no enviara nuevamente a Bandar Bush en misión a Rusia.
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