El 29 de noviembre tendria que ser uno de los dias de agradecimiento a Cuba para su acción historica para la paz, la solidaridad y la humanidad, contra el imperialismo de la guerra y de los privilegios. Hace 25 años Yemen y Cuba fueron los únicos que resistieron en el Consejo de Seguridad ante el secuestro de Naciones Unidas por parte de EE.UU. en la preparación de la devastadora “Tormenta del desierto”
El 2 de agosto de 1990 Iraq invade Kuwait, al que acusa de llevar a cabo una guerra económica porque, al invadir el mercado con su petróleo, contribuyó a hundir el precio con enormes pérdidas para los iraquíes recién salidos de la desastrosa guerra con Irán. Pocos días antes el embajador estadounidense, April Glaspie, dio al presidente Saddam Hussein una suerte de (engañosa) luz verde a la acción militar.
En los meses sucesivos EE.UU. obstaculiza cualquier posible solución diplomática y prepara la legitimación de la ONU a su guerra aérea: la “Tormenta del desierto”, operación que destruiría Iraq a partir de la madrugada del 16 de enero de 1991, con la participación de diversos países árabes y occidentales, entre ellos Italia. Pero ya desde agosto Bush padre manda a Arabia Saudita cientos de miles de hombres. Es la operación “Escudo del desierto”.
Yemen es el único país árabe en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, tomando en serio la tarea de representar el conjunto de la región, se rehúsa a participar en la votación sobre la inmediata resolución 660, que pide la retirada de Iraq del territorio de Kuwait. Entre tanto, Jordania busca una solución negociable ante la Liga Árabe, pero después de la primera reunión, con divisiones evidentes (los únicos que no comparten la posición norteamericana son Libia, Jordania, Argelia y Yemen), pero EE.UU. siguen adelante en el Consejo de Seguridad y la Liga es expulsada.
En el Consejo de Seguridad George Bush y sus aliados refundan las Naciones Unidas, convirtiéndola en un instrumento de la voluntad y el poder norteamericanos. Como escribió Phillis Bennis en el libro Calling the Shots. How Washington Dominates Today’s UN (Olive Branch Press, 1995), las Naciones Unidas están entre las “víctimas de la guerra del Golfo”, “convertida en agente legitimador de las decisiones unilaterales de la única superpotencia que queda”. “Por lo demás, Washington necesitaba un enfrentamiento militar con una clara victoria garantizada y con la aprobación de la ONU para hacer entender que, aún siendo la única superpotencia estratégica, no tenía la intención de bajar las cortinas, y que Moscú ya estaba en línea con el nuevo orden mundial”.
La Unión Soviética, en total declive, próxima a la disolución y formalmente dependiente de la ayuda accidental, no pone el veto – al que tiene derecho como miembro permanente del Consejo de Seguridad- a las resoluciones sobre Iraq. “¿Quiénes somos nosotros – responde con tristeza el embajador soviético en Naciones Unidas a un periodista – para decir que el Pentágono no puede tomar todas las decisiones de una guerra que será conducida en nombre de la ONU?” También China apoya al no oponerse a Washington, ya sea por tener un papel diplomático más influyente, o por obtener un aligeramiento de las sanciones a que estaba sometida después de los sucesos de la plaza Tienanmen (1989).
La resolución clave que lleva a la guerra, el llamado ultimátum a Iraq, es la 687 del 29 de noviembre de 1990, que autoriza a los países miembros a cooperar con Kuwait utilizando todos los medios necesarios, por tanto la fuerza. Los Estados Unidos y las petromonarquías preparan el terreno utilizando el bastón y la zanahoria para ganarse el consenso de los miembros no permanentes. Entre estos últimos, además de los países occidentales (Canadá, Finlandia) y la Rumanía post – muro, uniformemente alineados a favor de la decisión norteamericana, los demás miembros de turno, pertenecientes al grupo de los no alineados, fueron convencidos al sonido de paquetes de ayuda, militar y de otro tipo: Costa de Marfil, Colombia, Etiopía, Malasia, Zaire. La Unión Soviética obtuvo 4 000 millones de los saudíes.
Cuba y Yemen son los dos miembros de turno del Consejo de Seguridad que desde el inicio de la crisis se alzaron, varias veces solos, recordando al Consejo la Carta de Naciones Unidas que invoca soluciones pacíficas a las controversias, y tratando de convencer a los demás miembros de alejarse de la línea beligerante de Washington. Con ellos, EE.UU. y los saudíes utilizan el bastón. A la espera de la resolución crucial la presión sobre los dos desobedientes se intensifica.
Realmente el bloqueo contra Cuba dura décadas, por tanto Estados Unidos no tiene muchos instrumentos diplomáticos ni económicos. Pero de todas formas prueban: vísperas del voto se desarrolla en Manhattan el 28 de noviembre, el primer encuentro ministerial entre Washington y La Habana en 30 años. Es a todas luces una revisión de la posibilidad de convencer a los cubanos de desistir. Nada que hacer: el 29 de noviembre 1990 Cuba y Yemen votan contra la resolución 687, la resolución de guerra… China se abstiene, todos los demás votan a favor.
Yemen – el país más pobre de la región, recientemente unificado- paga un precio muy alto por la valentía de violar el consenso ordenado por los estadounidenses. Pocos minutos después de la votación, Estados Unidos le comunica al embajador Abdallah Saleh al-Ashtal: “Será el no más caro que jamás hayan dicho”, y cancelan el plan de ayuda de 70 millones de dólares. No era suficiente: por su parte Arabia Saudita expulsa a cientos de miles de trabajadores yemenitas. Una retorsión nazi.
La madrugada del 16 de enero de 1991 Estados Unidos y sus aliados comienzan a bombardear, a pesar de la respuesta positiva de Iraq a los últimos intentos de negociación por parte del secretario general de Naciones Unidas; de Irán (apoyado por Moscú), y de Nicaragua, La India y Alemania (Daniel Ortega fue el único jefe de Estado que se trasladó a Bagdad para evitar la guerra).
Mientras las ciudades iraquíes son destruidas por las bombas poco inteligentes y los soldados que se retiran de Kuwait son sepultados vivos en el desierto por los marines, Moscú apoya la aceptación por la parte iraquí de la resolución 660: la retirada de Kuwait, pero EE.UU, y Gran Bretaña piden más inmediatamente y siguen bombardeando.
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