El pasado mes de febrero las fuerzas políticas de Malasia se unieron para pedir la destitución del primer ministro, Najib Razak, que estaba inmerso en un escándalo de corrupción.
Los líderes de la oposición, algunos miembros del partido gobernante y el ex primer ministro del país, Mahathir Mohammad, se unieron a este coro tras el retorno de Najif de Arabia Saudí.
Najib se vio implicado en un escándalo sobre el presunto desvío a sus cuentas privadas de unos 680 millones de dólares. El dinero provenía de un fondo de desarrollo estatal, según los medios.
Un memorando con 58 firmantes y leído por Mahathir en una conferencia de prensa en Kuala Lumpur pidió la destitución de Najib.
En julio del pasado año, el primer ministro había transferido 700 millones de dólares a cuentas privadas, poco antes de las elecciones de 2013, indicó el Wall Street Journal.
Lo que ha simple vista parecía un simple caso de corrupción acabó por derivar hacia otro tema: la influencia saudí en Malasia y su extensión del wahabismo en ese país. El WSJ señaló en este sentido que Najib había recibido donaciones personales de la familia real saudí en sus cuentas personales. La BBC, por su parte, citó una fuente que afirmó que el dinero saudí estaba dirigido a permitir a Najib ganar las elecciones legislativas de 2013.
Sin embargo, el periódico The Malasian Insider señaló en un reportaje que el dinero buscaba fomentar las “enseñanzas sunníes” (término utilizado por los saudíes para referirse al wahabismo o salafismo). El diario afirmó que el dinero buscaba luchar contra “la ideología del EI y ayudar a los burócratas islámicos locales a contrarrestar las enseñanzas shiíes”.
La política de Malasia está dividida entre dos grandes partidos: la UMNO y el PAS. El primero ha sido el partido dominante en Malasia desde la independencia del país en 1957. Este partido es nacionalista y no tiene una agenda religiosa en principio, pero sus líderes y miembros están comprometidos con el carácter islámico del Estado malasio. La segunda fuerza política es el islamista PAS, que controla algunos de los estados que componen la Federación Malaya.
Durante años, el PAS, como otros movimientos islámicos a nivel internacional, simpatizaron y apoyaron la Revolución Islámica de Irán en 1979, liderada por el Imam Ruholá Jomeini. Arabia Saudí ha intentado luchar contra estas ideas de cambio en el mundo islámico mediante la promoción del sectarismo y el apoyo a la oscurantista y extremista corriente wahabí, a la que pertenecen Al Qaida y el EI y que es oficial en el reino.
Miles de millones de dólares han sido gastados en todo el mundo para influir a las comunidades musulmanas con esta ideología mediante donaciones saudíes para construir mezquitas y escuelas islámicas y promover las obras de autores religiosos saudíes.
En Malasia, la influencia del wahabismo ha estado creciendo con la aquiescencia de las autoridades. Algunas escuelas y centros han sido establecidos con el dinero saudí y de otros países del Golfo Pérsico para contener lo que ellos llaman “enseñanzas islámicas desviadas”. En algunas mezquitas se pronuncian sermones anti-shiíes y anti-Assad.
Algunos musulmanes malasios han preferido irse a Singapur o Indonesia, países donde el Islam tradicional tiene un peso mucho mayor que el wahabismo.
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