"Soy terco, necio y radical, ustedes ya me conocen", exclamó ante miles de sus fieles seguidores el candidato de izquierdas Andrés Manuel López Obrador, quien marcha como amplio favorito según encuestas en la recta final de su tercera campaña por la presidencia de México.
El aspirante de 64 años lanzó esa expresión para autodefinirse la noche del 6 de junio, cuando recibió en un ritual con incienso el bastón de mando y un collar de guirnaldas de pueblos de raíces prehispánicas de Atlixco y alrededores, en las faldas del volcán activo Popocatépetl del central estado de Puebla, desde donde bajaron unas 15.000 personas.
La expresión la repitió de distintas maneras ante multitudes con notable perfil popular, familias campesinas completas, en su recorrido por los pueblos costeros de Veracruz y las sierras y montañas de Puebla, en ruta hacia el conflictivo estado de Guerrero, asolado por la violencia del crimen organizado, donde culminará su gira sureña el próximo fin de semana.
Mientras los medios de prensa nacional cubren cada expresión, que consideran un exceso, para exigirle moderación, AMLO como lo llaman sus seguidores empleando las iniciales de su nombre, responde con mayor énfasis en las promesas que desatan furor.
Así lo hizo en Atlixco, pueblo dedicado al turismo y el cultivo de flores en tierras fertilizadas por cenizas y caudales de agua que bajan por las estribaciones del volcán, y que sufrió daños en sus templos coloniales y decenas de víctimas en los terremotos de septiembre de 2017.
Atlixco lo recibió con danzantes y bandas pueblerinas.
Creció la pobreza, creció la corrupción y creció la violencia: ¡esa política se irá al basurero de la historia!" exclamó el encanecido líder, que vestía un sencilla camisa blanca y pantalón azul.
La promesa de una "transformación y cambio verdadero" es acompañada de anuncios de mejores servicios públicos y duplicación de las pensiones de los adultos mayores.
En el cuarto y último discurso de la jornada, que se prolongó hasta después de las nueve de la noche, esos compromisos de López Obrador desataron la algarabía y la respuesta del grito sincopado de "¡pre-si-dente, pre-si-dente!".
"¡Vamos a terminar con privilegios y los excesos, como la pensión de los expresidentes!", exclamó, para alborotar aún más a la multitud.
La cuarta revolución: anticorrupción
El discurso que repite es aderezado con una apretada reseña de lo que considera las tres únicas transformaciones de México.
Primero la independencia de España, y después la reforma que separó a la Iglesia Católica del Estado en el siglo XIX, hecha por "el mejor presidente liberal en la historia nacional, el indígena zapoteco Benito Juárez", máximo héroe de AMLO.
La tercera es la Revolución Mexicana de 1910, "encabezada por un hombre bueno, el presidente Francisco I. Madero (fusilado en 1913), apóstol de la democracia", junto con los anarquistas Flores Magón, Pancho Villa y Emiliano Zapata, sus referentes.
Cierra el círculo de héroes de AMLO el general Lázaro Cárdenas, "quien consumó la revolución y recuperó el petróleo" en 1938, relató en su didáctica recapitulación.
Ese recuento desemboca en lo que todos quieren escuchar en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena): "los que estamos aquí llevaremos a cabo la cuarta gran transformación histórica de la vida pública de México".
La columna vertebral de su mensaje es la promesa de luchar contra la corrupción.
AMLO Estima que la tarea no va a costar mucho, porque la corrupción no crece de abajo hacia arriba.
"El pueblo tiene valores y honestidad", exclamó para recibir como respuesta el coro más gritado y repetido: "¡es un honor, estar con Obrador!".
La lógica que expone es que si el presidente es corrupto los gobernadores y alcaldes lo serán; pero si el líder supremo es honesto "todos van a tener que ser honestos".
Sus cálculos estiman que si logra "moralizar al país", el dinero malversado se va a utilizar para el desarrollo.
"Se roban por lo menos 500.000 millones de pesos (25.000 millones de dólares) que usaremos para el renacimiento nacional", dijo.
Según esos números, el presupuesto alcanza para repartir entre 30 millones de familias: "se puede invertir 13.000 pesos mensuales por familia, en empleo y bienestar", aseguró.
En ese punto volvió exclamar: "Soy terco, soy necio, sí se puede; me canso ganso que vamos acabar con la corrupción, lo juro", puntualizó, echando mano de un dicho popular mexicano de compromiso.
Desprecio popular a las elites
En cada frase, López Obrador va tejiendo la narrativa de su movimiento.
"Lo lograremos sin violencia y de manera pacífica, sin el derramamiento de sangre del pasado, aunque nuestros héroes no lo querían", expresó, abriendo espacio a diferentes interpretaciones.
Entonces soltó una frase didáctica: "nuestra transformación será pacífica pero radical, palabra que viene de raíz, vamos arrancar de raíz el régimen corrupto, va a ser la república liberada", sentenció.
En cada expresión contra las elites, estallaron exclamaciones que denotaban un resentimiento acumulado por décadas entre la multitud.
La promesa de vivir "en la justa medianía" es también una advertencia a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se quedarán "sin sueldos de 650.000 pesos mensuales", unos 32.000 dólares.
"¿Qué han hecho esos ministros por el pueblo?", preguntó López Obrador. "¡Nada!" respondió el coro.
Los abucheos crecieron cuando el candidato mencionó los ingresos de los senadores, 500.000 pesos (unos 25.000 dólares), y de los diputados, consejeros electorales, de derechos humanos federales y del instituto de transparencia, 400.000 pesos (unos 20.000 dólares).
Y la ovación estalló cuando AMPLO exclamó: "Como presidente, voy a ganar menos de la mitad de lo que gana (Enrique) Peña Nieto y sin compensaciones, para subir el sueldo de los abajo".
En un guiño a los empresarios, advirtió que hará estos cambios sin incrementar ni un solo impuesto, ni la deuda pública ni el precio de la gasolina que nutre el presupuesto federal.
"Es un juramento", proclamó.
Después de dos décadas con centenares de discursos en plazas públicas como esta que lo recibió con bandas y bailes tradicionales de peleas de moros contra cristianos de la época colonial, AMLO conoce el efecto de sus promesas.
"Vamos a cortar el copete de privilegios", dijo en alusión al peinado de Peña Nieto.
El relato de un gobernante sencillo y humilde es evidente, y tiene sus efectos en la gente.
"El poder no es prepotencia ni fantochería, sino rechazo a los lujos, al mando que es virtud si se pone al servicio de los demás", sostuvo. Ovación.
Hacia el final, las expresiones de "arriba los de abajo, y abajo los privilegios", aumento de sueldo a maestros, enfermeras, médicos, soldados, policías y campesinos, y "educación universitaria para todos, sin exámenes de admisión", AMLO acercó el entusiasmo al paroxismo.
"Nunca he perdido el piso ni levitado, voy a seguir viviendo en mi casa y se integrarán al Parque de Chapultepec las 60 hectáreas de Los Pinos", dijo en referencia a la residencia presidencial.
AMLO sabe de las críticas que esa retórica despierta.
"Los de la mafia del poder y sus intelectuales dicen que eso es populismo; creen que no puedo dormir por esa acusación (…); miren como estoy temblando", se burló para regocijo de sus fieles.
La sentencia es clara: "si eso es ser populista, que me apunten en la lista, no tengo ningún problema de conciencia, eso se llama justicia laboral, es lo que habrá en mi Gobierno", terminó.
Un anciano de 70 años emocionado, Eulogio Xecua, del pueblo de San Martín Tlamapa, no paraba de aplaudir con sus manos callosas.
"Todo lo que dice está bien, yo creo que va a ser nuestro presidente", dijo el hombre a esta agencia.
Las elecciones generales se celebrarán el 1 de julio.
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