Era cuestión de tiempo que el ejército israelí se enfrentara directamente a la amenaza del Estado Islámico (EI). A dos kilómetros del kibutz Alonei Habashan, situado en lo altos del Golán –territorio sirio ocupado porIsrael–, se ve la bandera negra del movimiento del califato; y en el sur de Israel –en la frontera con Egipto– se oyen claramente y se pueden ver a veces los combates en el desierto del Sinaí entre el ejército egipcio y los militantes yihadistas. Ante esta situación, las autoridades militares israelíes, que no podían quedarse cruzadas de brazos, han creado una unidad especial para hacer frente a la amenaza del EI. Israel firmó la paz con Egipto en 1979 y la frontera entre ambos países ha estado bastante tranquila desde entonces. Antes del EI, la principal preocupación de las fuerzas de seguridad era el contrabando que realizan los beduinos egipcios, el tráfico de mujeres centroeuropeas para la prostitución y los emigrantes subsaharianos que intentaban alcanzar Tel Aviv. Ahora todo ha cambiado y la unidad Kara Kal, la primera unidad de combate totalmente mixta del Tsahal (ejército israelí), se ha erigido en el batallón de lucha contra EI.
El jefe de la brigada, el teniente coronel Elad Acohen, nos recibe en su base y nos muestra cómo chicos y chicas siguen exactamente la misma formación militar. “Aquí no hay diferencias”, señala. Lo único que difiere es que ellos hacen 32 meses de servicio militar obligatorio, mientras que las chicas sirven 22. “En la práctica, son todos combatientes entrenados para proteger la frontera e impedir cualquier tipo de infiltración”, apunta. Y añade: “Con la ayuda de la inteligencia militar, estudiamos con gran detalle todo lo relacionado con los hombres del Estado Islámico y sus arsenales desplegados al otro lado, en el desierto del Sinaí”.
Asistimos a uno de los entrenamientos de nuevos soldados recién llegados en las últimas semanas. Lo dirige Eden Lieberman, que creció en el kibutz Nir Am, situado muy cerca de la franja de Gaza. Eden, vestida com un uniforme y un gorro verdes con las insignias de la unidad, cuenta que ella vivió toda su infancia bajo la amenaza de los cohetes lanzados desde Gaza sobre el sur de Israel. “Por eso, cuando fui al Ejército, dije que mi condición es que me permitan servir en una unidad del sur en la que no haya ninguna diferencia entre hombres y mujeres, y así llegué a Kara Kal”.
Eden grita a sus soldados, que se entrenan para disparar después de una larga carrera: “Tenéis 45 segundos para llegar hasta ese lugar y disparar contra el enemigo”. Todos corren detrás de ella, y de repente se oye un ruido ensordecedor de 30 soldados disparando a la vez.
“Nos entrenamos para hacer frente a lo desconocido. No sabemos lo que nos espera, y tampoco sabemos lo que puede ocurrir”, dice la joven. “Preparamos todos los escenarios: desde una infiltración con objetivo de atentar contra alguno de nuestros poblados fronterizos hasta un intento del EI de ocupar parte de nuestro territorio como hizo, por ejemplo, en Kurdistán”.
Cuando nos despedíamos después de un día recorriendo la frontera, el comandante Acohen nos llama y nos trae a una chica con aspecto de estudiante. “Mi nombre es Raquel Tene. Soy de Costa Rica y decidí venir a vivir a Israel y cumplir el sueño de mi vida. Me presenté voluntaria al ejército y puse la condición de unirme a una unidad de combate, porque no me interesa hacer de secretaria. Quiero ser igual que los hombres”, afirma sin titubear. Tene, de 19 años, es bajita y carga un fusil M-16 más grande que ella. Cuando le preguntamos lo obvio (si no tiene miedo), replica: “No mucho, sólo un poco. Mi madre sí, pero yo tomé la decisión de seguir pase lo que pase, y no me arrepiento. El EI es un enemigo para todos y está ahí mismo”.
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