El pasado 17 de marzo, delegados de los tres cantones que componen Rojava (Afrin, Kobane y Cizire) y de otras zonas liberadas del Estado Islámico declararon su voluntad de organizarse bajo un sistema federal. Rojava no es (ni quiere ser) un Estado-nación, sino una zona autónoma del norte de Siria en la que conviven diferentes etnias y religiones. En esta zona no es un Gobierno representativo el que toma las decisiones, sino que estas parten desde la asamblea de una calle o de un pequeño pueblo. Esta experiencia democrática radical, denominada por Abdullah Öcalan como ‘confederalismo democrático’, lleva en marcha desde hace casi cuatro años y se conoce bastante sobre sus logros políticos, pero no se sabe tanto sobre la economía que la sustenta. En el presente artículo intento aclarar un poco la cuestión, teniendo en cuenta lo cambiante que es un contexto de guerra y la escasa información disponible, gran parte de la cual la he obtenido de las traducciones que ofrece la plataformaRojava Azadí.
La población de Rojava está en torno a cuatro millones y medio de habitantes y la moneda que emplean es la libra siria. La zona que ocupa no tenía apenas industria y se encargaba básicamente de producir materias primas agrícolas que eran procesadas en la franja oeste de Siria y de abastecer de petróleo a las refinerías también situadas al oeste del país, pues esto formaba parte de la política de diseminación y empobrecimiento de la población kurda llevada a cabo por el régimen de Bashar al-Ásad. Por tanto, se trata de una economía predominantemente agrícola que cuenta con importantes recursos naturales, el más destacable con diferencia es el petróleo. Con la autonomía que empezaron a lograr desde 2012 todo esto cambió, pero hay que tener en cuenta que es una economía de guerra, donde la mayoría del dinero que obtiene el autogobierno va destinado a la defensa, y que además está sujeta a un embargo comercial. A pesar de todo esto, y de que la ayuda internacional que reciben es extremadamente escasa, es muy interesante el sistema económico que han desarrollado.
La clave de la economía reside en la descentralización, todo se organiza localmente. Los tres cantones de Rojava tienen cientos de comunas, organizaciones políticas locales de unas decenas de personas sobre las que se diseña la economía. De hecho, la organización y estructura de las cooperativas (que representan el modelo productivo de Rojava), va ligada a la de las comunas, que, aunque descentralizadas, cooperan entre sí. Además, la propiedad de la tierra es en su mayor parte comunal, lo que en un primer momento no fue muy difícil de lograr por el caos que generó la guerra.
Rojava trata de lograr la autosuficiencia, lo que ahora ha logrado involuntariamente por el embargo impuesto por Turquía, que les impide comerciar con el exterior. Además, como ya he dicho, se encuentran bajo una economía de guerra donde en torno al 70% del presupuesto del autogobierno se emplea en defensa, presupuesto que se saca de la venta local de derivados del petróleo, de los fondos comunales y de los contados intercambios comerciales en los cruces fronterizos. Pero en un futuro pretenden conseguir otro tipo de autosuficiencia abierta a inversiones extranjeras que lleve prosperidad a los cantones, pudiendo construir nuevas refinerías de petróleo, su propia planta energética, fábricas, e incluso un aeropuerto. Ahora tienen al menos dos anticuadas refinerías, consiguen la electricidad de generadores diésel y la industria es muy escasa. Precisamente por eso están abiertos a aquella inversión extranjera que acepte las condiciones del autogobierno.
La poca industria que hay cumple una serie de criterios ecológicos (la ecología es un pilar fundamental en Rojava), lo que es fácil de lograr por el pequeño tamaño de esta. Obviamente, las rudimentarias refinerías que tienen, que refinan diésel de mala calidad, serían una excepción que pretenden corregir cuando dispongan de los fondos necesarios. En Rojava se rechaza la agricultura y la ganadería intensiva, manteniéndose todo en el ámbito local con técnicas respetuosas con el medio ambiente. El cantón más rico es Cizire, que comparte frontera con Iraq, representando la principal fuente económica de Rojava. Cizire tiene un suelo fértil, rico el trigo y cebada, pero sobre todo tiene las principales reservas de petróleo. El cantón del medio, Kobane, está centrando su economía en la reconstrucción de su principal ciudad y de los pueblos subyacentes, totalmente devastados por la guerra. El Consejo Agrícola de Kobane recientemente redistribuyó más de diez mil hectáreas entre campesinos pobres para su cultivo. Afrin, el tercer cantón, aislado al noroeste de Siria, basa su economía en el trigo y el olivo, además de tener pequeñas fábricas de todo tipo (jabón, aceite, material de construcción, zapatos, etc.). A pesar de la pobreza y del embargo comercial turco, especialmente grave en este cantón por su aislamiento con respecto a los otros dos, el hecho de no compartir frente con el Estado Islámico ha aliviado bastante su situación (aunque tiene luchas y alianzas puntuales con otros grupos armados).
La denominada como ‘economía comunitaria’ es una economía cooperativa al servicio de la sociedad, habiendo cooperativas de todo tipo: las principales son las agrarias, pero también hay cooperativas ganaderas, de servicios, de sindicatos e industriales. Existen también pequeñas y medianas empresas privadas, pues hay sector privado e iniciativa empresarial, pero bajo la filosofía de “propiedad privada al servicio de todos”. Esto significa que, aunque algunas empresas privadas son totalmente independientes, la mayoría de ellas tienen acuerdos con el autogobierno, cooperando con él en objetivos que benefician a la población local.
Por tanto, el principal modelo económico es la cooperativa, administrada por los propios trabajadores organizados en comunas. Se han establecido capitales máximos dependiendo del tamaño de las cooperativas y solo se puede ser miembro de la dirección de una cooperativa. Los beneficios de las cooperativas (si es que hay, pues los productos finales, si no se consumen, se venden a precios muy baratos) se dividen más o menos de la siguiente forma: en torno a la mitad se reparte entre las personas que tienen participaciones (se pueden adquirir participaciones con trabajo, con capital o con ambos, siendo el trabajo el que otorga mayores ganancias en el reparto de los beneficios), entre el 10 y el 30% se mantiene para incrementar los fondos propios de la cooperativa y el resto se deposita en el fondo de la comuna para las necesidades sociales. Pero, aparte de los beneficios, los miembros de la comuna reciben un sueldo mensual por su trabajo (que no tiene por qué ser un salario fijo, puede depender de las necesidades de cada uno) o son recompensados en bienes primarios, depende de la situación de cada comuna. Es fundamental la coordinación de las distintas cooperativas de los distintos cantones, sobre todo a la hora de producir bienes como productos de hierro y partes de automóviles. En línea con todas las demás políticas de Rojava, no hay ninguna diferenciación de sexos a la hora de trabajar y administrar las cooperativas, la mujer está presente de forma activa en todos los ámbitos de la sociedad.
Actualmente en Rojava no se pagan impuestos, pues no hay una administración económica central que los cobre y los distribuya, no se trata de una economía planificada como las de los socialismos reales, ni de un Estado del bienestar occidental. El “contrato social” de Rojava sí que recoge el sistema sanitario, el educativo y la vivienda digna como coberturas sociales, coberturas sufragadas con los fondos comunales y otros ingresos locales. La sanidad y la educación irán mejorando con el tiempo, pero ya cuentan con escuelas e institutos, con una universidad en Qamishli (laAcademia Mesopotámica de Ciencias Sociales), además de otras academias que irán tomando la forma de universidades, y con hospitales cantonales (en los que se paga o no en relación con la situación de cada uno) y privados. En lo que respecta a la vivienda digna, el ministro de economía y comercio del cantón de Afrin en 2014, Ahmad Yousef,dijo que “puesto que [Afrin] es un área segura, el alquiler es caro; sin embargo hemos empezado a preparar la construcción de cooperativas que garanticen el derecho a la vivienda para todos”. Este objetivo estará siendo más complicado de lograr debido a que Rojava es el principal destino de desplazados internos, pues allí acuden los que huyen del régimen y de los yihadistas, y muchos deciden quedarse.
El autogobierno impone controles de precios sobre los alimentos básicos, las medicinas y el diésel, y distribuye el pan de forma gratuita entre las familias. El crédito para formar nuevas cooperativas lo proporcionan las comunas que las crean con el dinero del que disponen, pero sobre todo con el trabajo de sus miembros. El cobro de intereses, la especulación y la renta del capital financiero están prohibidos. Lo cierto es que la destrucción de la masa productiva que ha generado la guerra y el empleo de técnicas de producción bastantes rudimentarias hacen que la reducida oferta monetaria de la que disponen no suponga un problema todavía. Dicho problema lo tendrán que enfrentar cuando logren un crecimiento económico mínimamente considerable (crecimiento que se dará simplemente con la construcción de nuevas infraestructuras), puesto que la moneda que emplean la emite el Banco Central de Siria, controlado por el Gobierno de Bashar al-Ásad. De hecho ya están empezando a hablar de crear su propio banco central para controlar la emisión de papel moneda y el crédito, además de para generar confianza en futuros inversores.
Se puede concluir que la economía de Rojava, aunque actualmente sea poco más que una economía de subsistencia, es una economía local, ecológica y feminista cuyo modelo productivo supone una alternativa al modelo capitalista neoliberal. Será el paso del tiempo el que, con el fin de la guerra civil siria, nos muestre la evolución de esta sociedad una vez estabilizada en un contexto de paz. Lo que está claro es que esta pequeña región de Oriente Próximo tiene muchas lecciones que darnos, ya no solo políticas, sino también económicas.
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