El liderazgo de la organización Ahrar al Sham, uno de los principales grupos armados wahabíes y takfiris que luchan contra el gobierno de Siria, y al que se incluyó entre los grupos que podían beneficiarse del actual cese de hostilidades por presiones de Arabia Saudí y Turquía, ha rechazado ahora la tregua y la solución política a la crisis siria propuesta por la ONU.
Muhannad al Masri, uno de los dirigentes de la organización de origen egipcio, rechazó la propuesta del Staffan de Mistura, el mediador de la ONU, para una solución final de la crisis siria y le acusó de buscar la “rendición” del “pueblo sirio”.
La propaganda saudí, turca e incluso norteamericana han intentado presentar como “moderado” a este sanguinario grupo terrorista, aliado del Frente al Nusra, la rama siria de Al Qaida, dentro del Yaish al Fatah (el Ejército de la Conquista), que opera en el norte de Siria.
Este grupo recibe ayuda militar y financiación de Arabia Saudí, Turquía y Qatar.
Según señaló el analista Nafeez Ahmed, en un artículo publicado en The Middle East Eye, EEUU dio su visto bueno a la coordinación entre los “grupos moderados” a los que apoyaba y Ahrar al Sham en abril de 2015. Más tarde, el antiguo embajador de EEUU en Siria, Robert Ford, pidió a la Administración Obama que iniciara conversaciones con Ahrar al Sham para no “quedarse atrás” en la carrera para “influir en el destino de Siria”.
El pasado año, un analista estadounidense, Sam Heller, afirmó que Ahrar al Sham podría rechazar el “yihadismo salafista radical” abriendo la puerta a una “escuela revisionista sobre un yihadismo más moderado”, indica Ahmed. “Se trata de un tipo de reforma dentro del propio yihadismo”, sostenía Heller.
La nueva postura de Ahrar al Sham podría ser comparada a la militancia yihadista que, según Heller, existió antes de la aparición de Al Qaida y que estuvo liderada por el líder yihadista jordano Abdulá Azzam. Sin embargo, este último fue el jefe y mentor de Osama bin Laden, el líder de Al Qaida, durante la guerra contra las tropas soviéticas en los años ochenta en Afganistán, cuando Arabia Saudí, EEUU y Pakistán crearon un ejército de yihadistas árabes para luchar contra los soviéticos, de cuyo seno surgiría luego Al Qaida.
Sin embargo, Heller y otros medios occidentales prefieren ignorar la ideología wahabí, oscurantista y profundamente sectaria del grupo. Como grupo wahabí que es, Ahrar al Sham repudia a los musulmanes shiíes y a los sunníes que no se adhieren a su ideología radical.
Shane Drennan, del Centro de Estudios para el Terrorismo y la Política Política, señala que Azzam, lejos de ser un “moderado”, fue el primer teórico de la “ideología yihadista salafista” y abogó la “unificación de la Ummah a través del yihad”.
En realidad, Ahrar al Sham mantiene un mensaje de odio contra las minorías religiosas en Siria y su cambio de retórica ha sido dictado por sus patrocinadores para dar un empuje político al grupo y tratar de camuflar el hecho de que están apoyando a un grupo terrorista takfiri.
La campaña de cambio de imagen de Ahrar al Sham dio inicio con una entrevista con el líder del grupo, Hashim al Sheij, en Al Yazira en abril del pasado año, en la que él afirmó que su postura era la creación de un gobierno en Siria elegido en base a una Constitución basada, a su vez, en su propia interpretación de la Sharia o ley islámica. En una entrevista anterior con el mismo canal, el fallecido líder del grupo, Hassan Abud, reconoció la cooperación del mismo con Al Qaida en Siria y dejó claro que los desacuerdos entre ambas partes “no son en temas fundamentales”.
Él rechazó la idea de una democracia en Siria. “El método de elección del gobernante varía en un estado islámico. Existen, por ejemplo, monarquías donde el rey nombra a su sucesor. Existen otros tipos de gobierno donde los líderes son elegidos por nobles y sabios y hay otros modelos donde se produce una consulta a los ciudadanos. Todos ellos son legítimos y no hay nada malo en ellos”, afirmó.
Él atacó a los shiíes y alauíes y dijo que “una hoz shií” rodea “nuestro Oriente musulmán” (excluyendo así a los shiíes del ámbito del Islam) y condenó la intervención rusa y de los “persas safavidas” en Siria. Él abogó también por la “creación de un superestado” wahabí que llevara a la desaparición de las actuales fronteras nacionales en la región.
Muhannad al Masri, uno de los dirigentes de la organización de origen egipcio, rechazó la propuesta del Staffan de Mistura, el mediador de la ONU, para una solución final de la crisis siria y le acusó de buscar la “rendición” del “pueblo sirio”.
La propaganda saudí, turca e incluso norteamericana han intentado presentar como “moderado” a este sanguinario grupo terrorista, aliado del Frente al Nusra, la rama siria de Al Qaida, dentro del Yaish al Fatah (el Ejército de la Conquista), que opera en el norte de Siria.
Este grupo recibe ayuda militar y financiación de Arabia Saudí, Turquía y Qatar.
Según señaló el analista Nafeez Ahmed, en un artículo publicado en The Middle East Eye, EEUU dio su visto bueno a la coordinación entre los “grupos moderados” a los que apoyaba y Ahrar al Sham en abril de 2015. Más tarde, el antiguo embajador de EEUU en Siria, Robert Ford, pidió a la Administración Obama que iniciara conversaciones con Ahrar al Sham para no “quedarse atrás” en la carrera para “influir en el destino de Siria”.
El pasado año, un analista estadounidense, Sam Heller, afirmó que Ahrar al Sham podría rechazar el “yihadismo salafista radical” abriendo la puerta a una “escuela revisionista sobre un yihadismo más moderado”, indica Ahmed. “Se trata de un tipo de reforma dentro del propio yihadismo”, sostenía Heller.
La nueva postura de Ahrar al Sham podría ser comparada a la militancia yihadista que, según Heller, existió antes de la aparición de Al Qaida y que estuvo liderada por el líder yihadista jordano Abdulá Azzam. Sin embargo, este último fue el jefe y mentor de Osama bin Laden, el líder de Al Qaida, durante la guerra contra las tropas soviéticas en los años ochenta en Afganistán, cuando Arabia Saudí, EEUU y Pakistán crearon un ejército de yihadistas árabes para luchar contra los soviéticos, de cuyo seno surgiría luego Al Qaida.
Sin embargo, Heller y otros medios occidentales prefieren ignorar la ideología wahabí, oscurantista y profundamente sectaria del grupo. Como grupo wahabí que es, Ahrar al Sham repudia a los musulmanes shiíes y a los sunníes que no se adhieren a su ideología radical.
Shane Drennan, del Centro de Estudios para el Terrorismo y la Política Política, señala que Azzam, lejos de ser un “moderado”, fue el primer teórico de la “ideología yihadista salafista” y abogó la “unificación de la Ummah a través del yihad”.
En realidad, Ahrar al Sham mantiene un mensaje de odio contra las minorías religiosas en Siria y su cambio de retórica ha sido dictado por sus patrocinadores para dar un empuje político al grupo y tratar de camuflar el hecho de que están apoyando a un grupo terrorista takfiri.
La campaña de cambio de imagen de Ahrar al Sham dio inicio con una entrevista con el líder del grupo, Hashim al Sheij, en Al Yazira en abril del pasado año, en la que él afirmó que su postura era la creación de un gobierno en Siria elegido en base a una Constitución basada, a su vez, en su propia interpretación de la Sharia o ley islámica. En una entrevista anterior con el mismo canal, el fallecido líder del grupo, Hassan Abud, reconoció la cooperación del mismo con Al Qaida en Siria y dejó claro que los desacuerdos entre ambas partes “no son en temas fundamentales”.
Él rechazó la idea de una democracia en Siria. “El método de elección del gobernante varía en un estado islámico. Existen, por ejemplo, monarquías donde el rey nombra a su sucesor. Existen otros tipos de gobierno donde los líderes son elegidos por nobles y sabios y hay otros modelos donde se produce una consulta a los ciudadanos. Todos ellos son legítimos y no hay nada malo en ellos”, afirmó.
Él atacó a los shiíes y alauíes y dijo que “una hoz shií” rodea “nuestro Oriente musulmán” (excluyendo así a los shiíes del ámbito del Islam) y condenó la intervención rusa y de los “persas safavidas” en Siria. Él abogó también por la “creación de un superestado” wahabí que llevara a la desaparición de las actuales fronteras nacionales en la región.
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