Etiopía, Eritrea, y ahora más recientemente Somalia, demostraron que la reconciliación entre vecinos, a pesar de estar ubicados en una zona convulsa, es posible y conveniente.
Otro anuncio sorprendió hace poco: la posibilidad de normalización de relaciones entre Djibouti y Asmara, una movida que, si se concreta bajo el auspicio de Naciones Unidas, traerá al Cuerno de África el definitivo y tan esperado nuevo comienzo.
El encuentro fraternal entre los gobernantes desactiva algunos de los conflictos latentes más preocupantes del continente, en opinión de analistas.
Ahora, no obstante, se pone en evidencia con mayor claridad el camino que queda por recorrer, no solamente para sacar frutos de una era de cooperación, sino para consolidar, cada quien, un sistema político adecuado a los retos del siglo XXI.
El encuentro del presidente eritreo, Isaías Afwerki, con el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, y la firma de una declaración conjunta de paz y amistad, que implica el restablecimiento de relaciones diplomáticas y canales de colaboración económica, puso fin, en los papeles, a uno de los diferendos cuya solución hacía abrigar menos esperanzas.
Unidas por la geografía y familiarizadas por la cultura, los territorios han vivido separados por la política, sin perjuicio de episodios de unificación forzada, detalló el comentarista Yosef Ketema.
Addis Abeba con la mirada puesta sobre el Mar Rojo, y Asmara encaramada en las montañas de Abisinia, se mantuvieron separadas del mundo árabe y africano.
No pudieron, en cambio, escapar de los típicos fenómenos que afectaron al área en la última centuria: ocupación europea, descolonización, disputas fronterizas e intentos fallidos de obtener una organización política que conduzca al desarrollo y a una adecuada integración, apuntó Ketema.
Eritrea ha llevado en todo esto la peor parte, añadió: pasó de manos de los otomanos a las de los egipcios, luego de los italianos, los británicos y finalmente los mismos etíopes, de cuyo control y anexión logró separarse a partir de un plebiscito celebrado en 1993.
En tanto, este Estado, uno de los más antiguas del orbe, alcanzó a ser objeto temporal de la conquista italiana, pero jamás llegó a ser colonia de potencias foráneas, tal vez por tradición milenaria y debido a su carácter cristiano, hoy desfigurado, pero que en su momento ahuyentó los argumentos típicos europeos por África, subrayó el investigador del Centro de Estudios Estratégicos, Yohanes Jemaneh.
La separación amistosa hace 25 años, epílogo de un proceso de resistencia y lucha armada de tres décadas, dejó pendiente la definición de algunos segmentos de la frontera terrestre.
Precisamente, la falta de precisión en las coordenadas dio lugar a escaramuzas que degeneraron en una guerra frontal, lo cual a finales de la década de 1990 no solo causó cerca de 80 mil muertos, sino que dejó problemas de ocupación por resolver.
Con ello quedó viva una pugnacidad que permitía presagiar nuevos enfrentamientos, acaecidos luego de que Etiopía se negara a reconocer la repartición fronteriza devenida tras el Acuerdo de Argel, argumentó Jemaneh.
El promotor de la iniciativa de desbloquear la situación fue Ahmed, que incursionó en la política después de haber sido oficial de inteligencia e incluyó, dentro de sus propósitos de reformas radicales a la situación política, el arreglo de los problemas con Eritrea.
No obstante, para los estudiosos el liderazgo claro, efectivo, con visión de futuro, con buen sentido de la urgencia y la importancia de los problemas por resolver, tiene todavía muchos obstáculos por superar.
La demarcación precisa traerá dificultades con las comunidades locales de regiones que no quisieran terminar divididas. También vendrá el arreglo de cuentas por las expulsiones masivas de personas de uno y otro lado y de las consecuencias de todo tipo que esos hechos pudieron traer.
Contextos similares median las diferencias yibutiano-eritrea, y con la parte somalí, aunque en ese caso permearon acusaciones de apoyo a terroristas.
Si los protagonistas del reencuentro son consecuentes con el espíritu de entendimiento, y si logran contrarrestar con aciertos económicos y sociales los efectos drásticos de la delimitación fronteriza, podrán cerrar de verdad una época que contribuyó al avance de la pobreza y el envilecimiento de las libertades, precisó el periodista Solomon Kassa.
Fenómeno particularmente ostensible en Eritrea, que se convirtió en exportadora de personas atrapadas bajo un esquema de control estatal que obliga a muchos a buscar un destino distinto.
El ejemplo dado al volver a figurar en el escenario con un gesto de reconciliación, sirve además para demostrar que la distensión tiene cabida entre naciones para las cuales es mucho más útil la cooperación que la confrontación, agregó Kassa.
Apuesta con dimensiones mayores en cuanto se produce en una región ocupante de una de las orillas del estrecho mar que le separa de los yacimientos de petróleo del Medio Oriente, y por el cual pasan rutas marítimas de importancia mundial.
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