lunes, 6 de agosto de 2018

La esclavitud en Puerto Rico, tan cruel como en Cuba


Miles de esclavos sufrieron en Borinquén la crueldad de sus amos, bajo el látigo y el sol caribeño, aunque nunca esta colonia alcanzó la condición de plantación debido a los insuficientes recursos económicos de los esclavistas.

La historia de la esclavitud en las dos últimas colonias españolas en América, ambas con nombres aborígenes, guarda alguna similitud pues duró casi cuatro siglos, tanto en Cuba, la Mayor, como en Puerto Rico, la Menor de las Grandes Antillas.

Desde bien temprano los colonizadores españoles introdujeron en ambos casos la fuerza esclava en la agricultura y la minería, en sustitución de los pobladores originarios que fueron diezmados pronto.

Los introducidos en Cuba desde el siglo XVI hasta el último cargamento clandestino en el año 1873; podría pasar del millón, de ellos alrededor de 64 mil en el período de 1510 a 1762.

Los primeros emigrantes forzosos de origen africano llegaron a la entonces San Juan Bautista, bautizada así por Cristóbal Colón en 1493, como esclavos domésticos.

A partir de un cargamento de 200 piezas en el año 1530, ya ascendían a mil 500, las dos terceras partes varones, alrededor del año 1553.

Entre 1607 y 1633 entraron legalmente alrededor de dos mil 240 esclavos.

En 1765, según el primer censo oficial de la Isla, la población total era 44 mil 833 personas, de las ellas, cinco mil 37 esclavos.

España aprovechó las condiciones estratégicas de Puerto Rico, estableció fortificaciones militares, incluso la utilizó de depósito de presos, pero poco o nada hizo a favor de los pobladores.

Allí las producciones eran en pequeña escala, para fines de autoabastecimiento e intercambio de contrabando, casi el único medio de sobrevivir ante el férreo monopolio comercial hispano.

El contrabando les posibilitó introducir esclavos a cambio de carne salada, cerdos, bija, jengibre y cueros, producción a cargo de sus negros.

Aunque la caña de azúcar llegó con la colonización y el primer trapiche se instaló en la década de 1520, esta industria nunca alcanzó el desarrollo ocurrido en Cuba y en otras islas del Caribe, francesas, inglesas y holandesas.

Eran agricultores y ganaderos y solo a comienzos del siglo XIX incursionaron en la producción azucarera con fuerza esclava, pero resultaron incapaces de invertir en mejoras tecnológicas y más esclavos.

El número máximo de esclavos fue 51 mil 265, en 1846, y existían 175 mil 791 negros y mestizos libres en igual fecha; los plantadores puertorriqueños quedaron estancados por falta de recursos financieros.

Los negros y mestizos libres, en muchos casos, compraron su propia libertad pagando al amo, en los llamados procesos de coartación.

El comercio de esclavos que realizaban con traficantes en la región caribeña, virtualmente se detuvo en la década de 1840, perseguido por las leyes inglesas.

Por esa fecha en la vecina Cuba, alrededor de 500 opulentas familias criollas y 50 casas comerciales españolas, incrementaron sus plantaciones, el número de esclavos y tecnologías, para conquistar el mercado mundial tras la Revolución de Haití (1791).

Con capitales atesorados desde los tiempos de las flotas de Indias y los negocios de la Real Compañía de Comercio de La Habana, la llamada sacarocracia en Cuba se benefició también de la trata esclavista clandestina y a la luz de las autoridades hubo importantes clanes negreros criollos.

EXPLOTACION Y ABOLICION 

Las Cortes españolas aprobaron la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, el 22 de marzo de 1873, la cual benefició a 29 mil esclavos de ambos sexos, mediante indemnización a los propietarios, pero el proceso resultó lento.

Los emancipados quedaron en condición de libertos, obligados a trabajar tres años más para sus amos por contrato y carentes de derechos políticos hasta cinco años después.

Luego de reprimido violentamente el levantamiento independentista, conocido como Grito de Lares, en septiembre de 1868, los colonialistas trataron de evitar que en Puerto Rico ocurrirá lo de Cuba donde la insurrección que estalló en octubre del mismo año, duró hasta 1878.

Los abolicionistas lograron que prosperara en Madrid el camino de la eliminación de la esclavitud en suelo borinqueño, la cual fue asimilada aunque con disgusto por los explotadores pues el trabajo esclavo y la economía estaban en crisis.

Los esclavos fueron víctimas frecuentes de castigos: latigazos, los maderos del cepo, los grilletes y las argollas; en los primeros tiempos se le cortaba la mano a quien se atreviera a levantarla contra el esclavista.

En la segunda mitad del siglo XVIII la Corona reglamentó el número de los latigazos, y otros castigos.

Desde fines del siglo XVIII se incrementaron las protestas negras, con manifestaciones de cimarronaje y pelenques, ataques contra amos, quema de plantaciones y otras formas de rebeldía como el suicidio, frente a la producción en las haciendas.

Junto a los castigos corporales fueron aplicadas condenas a muerte a los acusados de delitos de violencia contra dueños, mayordomos y blancos, condenas que se triplicaron en el siglo XIX.

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