¿La palabra “revolución” significa lo mismo para el movimiento de liberación kurdo y para los izquierdistas americanos que apoyaron a Bernie Sanders? Una pequeña historia…
En el siglo 20, estaba claro lo que la gente quería decir cuando usaban la palabra “revolución”. Mao Zedong dijo mejor que nadie: “No se logra con la misma elegancia, calma y delicadeza. Ni con la misma suavidad, amistad, cortesía, moderación y generosidad. La revolución es una insurrección, un acto de violencia en el que una clase invalida a la otra”.
Los fundadores del PKK de Turquía (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) tuvieron en cuenta esta definición en 1978, cuando presentaron una estrategia de guerra popular que conduciría a un Estado kurdo independiente. En un principio se centraron en la “propaganda por el hecho” y en el entrenamiento militar, la construcción de lo que finalmente se convirtió en una fuerza extremadamente capaz, como ISIS descubrió en Siria. Pero su visión de la revolución se amplió enormemente durante los años noventa, cuando un movimiento de resistencia civil llamado Serhildan surgió en las zonas kurdas de Turquía, junto con los esfuerzos por construir un partido parlamentario que pudiera combinar el trabajo electoral y de apoyo.
Esto no fue fácil, ya que cada vez que los kurdos fundaban un partido parlamentario y se postulaban para algún cargo, el Estado turco declaraba al partido ilegal -esto ocurrió en 1993, 1994, 2003 y 2009 y ahora le está ocurriendo al HDP (Partido Democrático de los Pueblos)-, a pesar de (o debido a) que ganó el 13,1% de la votación nacional en las elecciones parlamentarias de junio de 2015.
La respuesta de Erdoğan a esta elección fue llamar a una nueva elección, y al mismo tiempo comenzar una avanzada militar sobre las ciudades kurdas en el sudeste de Turquía, donde los civiles fueron sometidos a bombardeos, despoblación y numerosos crímenes de guerra, al tiempo que sus casas y sus barrios fueron destruidos. Todo esto fue en el nombre de la lucha contra el terrorismo del PKK.
De hecho, el PKK rechazó el terrorismo hace más de veinte años, en su 5° Congreso en 1995, cuando juraron públicamente respetar la Convención de Ginebra y las leyes de guerra, rechazando los crímenes contra la población civil pero manteniendo el derecho a la autodefensa armada contra el gobierno turco. En el mismo Congreso, fundaron el ejército de mujeres en forma separada para aumentar la capacidad de liderazgo de las mujeres en la lucha. La Co-alcaldesa de Diyarbakir, Gültan Kişanak, habló en una entrevista reciente sobre la forma en la que el PKK se transformó, diciendo que al principio la perspectiva era hacer primero la revolución y luego hacer algo en relación a las mujeres, pero eso cambió en los años noventa, debido a la enorme influencia del movimiento internacional por los derechos de la mujer:
“Dentro de este nuevo entorno, las mujeres comenzaron a asumir funciones importantes y crearon sus propias ramas separadas, no sólo siguiendo lo que decía el movimiento político en general, sino también creando políticas alternativas, que el partido debió seguir… Estos cambios no fueron fáciles y los derechos no fueron cedidos por los hombres sin más: las mujeres kurdas hemos luchado en todos los niveles y hemos logrado estos cambios a pesar de las barreras dentro de la sociedad patriarcal y pese a la resistencia de algunos de nuestros compañeros varones”.
Los kurdos de Rojava (Kurdistán sirio) siguen la misma filosofía política del movimiento en Turquía. Por lo tanto, a pesar de la novedad de Rojava, que se convirtió en autónoma en 2012, el movimiento se basa en cuarenta años de experiencia política acumulada, entre los cuales los últimos veinte, han hecho hincapié en el desarrollo de la democracia local, la organización comunitaria, y el liderazgo de las mujeres.
Empecé a estudiar el movimiento de mujeres kurdas durante la batalla de Kobane y rápidamente me convencí de que su historia es tan importante que tenía la obligación de hacerlo, de escribir en inglés lo más rápido que pude, a pesar de que yo no podía ir allí y estaba limitada por mi falta de conocimiento de idiomas.
A medida que trabajaba en “Un camino imprevisto: la lucha de las mujeres contra el Estado Islámico” (1), era constantemente sacudida por la naturaleza radical de esta revolución y por la forma en que cuestiona los supuestos de izquierda más básicos, no sólo de las mujeres, o sobre la relación entre la lucha armada, el movimiento de masas, y el partido en el parlamento, sino del Estado en sí mismo.
Las revoluciones marxistas-leninistas del siglo XX se basan en la premisa de que el Estado era un instrumento de dominación de clase burguesa que podría ser capturado y convertido a los intereses de la clase obrera bajo la “dictadura del proletariado”. En su 5° Congreso en 1995, el PKK describió cómo se había desarrollado en la URSS: “Ideológicamente, se produjo una declinación hacia el dogmatismo, al materialismo vulgar y al chauvinismo pan-ruso; políticamente, fue la creación del centralismo extremo, una suspensión de la lucha de clases democrática, y el ascenso de los intereses del Estado al nivel del factor determinante; socialmente, se redujo la vida libre y democrática de la sociedad y sus individuos; económicamente, el sector estatal fue dominante y fue un fracaso el intento de superar una sociedad de consumo que era emulada en el extranjero; militarmente, el crecimiento del Ejército y la adquisición de armas tuvo prioridad sobre otros sectores. Esta desviación, que se hizo cada vez más clara durante la década de 1960, llevó al sistema soviético a una condición de estancamiento absoluto”.
En 1989, Abdullah Öcalan fue capturado y acusado de asesinato, extorsión, separatismo y traición; su sentencia de muerte fue conmutada a cadena perpetua debido a las regulaciones de la UE.
Empezó a estudiar y a escribir en la cárcel, y comenzó a replantearse seriamente el papel del Estado. En su Declaración del 2005 del Confederalismo Democrático en el Kurdistán, así como sus escritos sobre las mujeres, expuso una teoría que es una ruptura total con el manual leninista.
Hoy en día el movimiento de liberación kurdo sostiene que los Estados-nación son intrínsecamente jerárquicos, de base étnica y sexistas; y que en lugar de tomar el aparato estatal, un movimiento de liberación debe estar involucrado con el Estado sólo hasta el punto de insistir en que sea democrático y permitir la autonomía; más allá de eso, el movimiento debe enfocar su energía en el desarrollo de las economías democráticas y la autonomía local basado en principios anticapitalistas, feministas y ecológicos.
Esta estrategia, puesta en práctica en Rojava, aún no ha sido capaz de llegar a su plenitud debido a la guerra y al embargo. Rojava está rodeado por fuerzas hostiles en todos sus lados: luchando contra ISIS, Jabhat al-Nusra (ahora con un nuevo nombre desinfectado) y otros Islamistas en Turquía; bombardeada por el ejército turco y recientemente bombardeada por Assad; y bloqueada por los aliados de Turquía, el PDK, en la región autónoma kurda iraquí que limita con Siria.
Juntos, Turquía y el PDK han impuesto un brutal cerco económico sobre Rojava, negándoles alimentos, materiales de construcción, equipos médicos e incluso medicamentos y haciendo muy difícil que la gente pueda entrar o salir. A medida que los envíos de ayuda de la ONU se acumulan en la frontera, Rojava no puede ni siquiera alimentar a los cientos de miles de refugiados que han buscado asilo allí, la última ola viene de Manbij y Alepo. La OTAN no ha puesto suficiente presión sobre Turquía para insistir en que se levante el cerco, ni los EEUU han utilizado su considerable influencia en el Partido Democrático Kurdo (PDK).
El reciente intento de golpe de Estado en Turquía en julio -el cual fue inmediatamente denunciado por el HDP- no parece haber cambiado en nada que pueda mejorar en lo que a los kurdos concierne.
Aunque el golpe fue dirigido por los mismos oficiales que habían estado bombardeando las ciudades kurdas, los portavoces kurdos aseguran que lo que ha ocurrido entonces fue un contragolpe, con la intención de Erdoğan de imponer una dictadura islamista en vez de una militar. Sin duda, es significativo que el único partido que Erdoğan ha excluido desde su pos-golpe, es la gran coalición democrática del HDP, partido de los kurdos, los hipsters, los intelectuales, feministas, minorías y homosexuales.
Fue una experiencia extraña estar escribiendo “Un camino imprevisto” justo cuando estaba empezando a tener éxito la “revolución política” de Bernie Sanders en los EE.UU. Apoyé a Sanders; se sentía magnífico escuchar a un político de talla nacional utilizar el lenguaje de la izquierda que se convirtió prácticamente en tabú en las principales corrientes de los Estados Unidos después de la caída del muro de Berlín. Y fue muy conmovedor ver a una nueva generación sensible ante ideas radicales.
Pero Bernie nunca explicó realmente lo que quería decir con una “revolución política” y muchos de sus seguidores eran jóvenes, no habían estudiado demasiada historia, y parecía que era posible pensar hacer una revolución en una campaña electoral. Su dolor cuando Bernie avaló a Hillary Clinton -como siempre dijo que lo haría si ella conseguía la nominación- fue comprensible, como lo fue su indignación de que el sistema de partidos resultara ser partidista, regido por una carrera de afiliación a largo plazo, y hostil a las erupciones repentinas democráticas desde afuera.
La historia del movimiento kurdo podría enseñarles lo difícil que es hacer una revolución, el tiempo que tarda, y por qué las mujeres son la clave para el proceso.
Como dijo Frederick Douglass, “el poder no concede nada sin una demanda. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará”.
La historia de los obreros de Estados Unidos muestra que cuando los intereses económicos sustanciales están en juego, los poderes fácticos pueden luchar para mantener cada pulgada. El tipo de cambio que necesitamos en los EE.UU. no va a ocurrir en un ciclo electoral. No van a suceder sólo a través de la política electoral ni solo a través de protestas. Sólo va a ocurrir a través del tipo de organización que los kurdos han venido teniendo.
El movimiento de liberación kurdo desarrolla la fuerza que vemos hoy a través de muchos años de educación popular, de construcción de sus propias instituciones, combinando el trabajo electoral y parlamentario con la resistencia no violenta y la autodefensa armada cuando es necesaria, esforzándose por “servir al pueblo”, como solían decir las Panteras Negras, y construyendo organizaciones administradas democráticamente que puedan ser sustentables. Es por esto que es tan importante apoyarlos, así como aprender de su ejemplo.
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