lunes, 8 de agosto de 2016

¿Hacia un Kurdistán iraquí independiente?


Víctimas de la Historia, los kurdos buscan crear un Estado en el norte de Irak. ¿Es posible esta opción en un contexto de guerra en Oriente Medio y de rivalidades internacionales?

¿Hacia un Kurdistán iraquí independiente?

La soberanía parece inalcanzable

Aunque la secesión no es imposible, las condiciones de una independencia kurda de Irak están lejos de cumplirse. El proyecto no está maduro.

Por Gilles Dorronsoro

Gilles Dorronsoro es profesor de Paris-l-Panteón-Sorbona y miembro del Instituto Universitario de Francia.

Massoud Barzani, presidente del gobierno regional del Kurdistán, hace declaraciones regularmente que anuncian un referéndum sobre la independencia. Erbil, que alberga un Parlamento democráticamente elegido, explota su petróleo sin el aval del gobierno iraquí y trata directamente con las potencias occidentales en temas de seguridad. ¿Una independencia formal sería la prolongación lógica de esta autonomía y la consecución de un sueño de independencia que acarician los kurdos desde hace decenios?

Sin pronunciarnos aquí sobre la legitimidad de tal reivindicación, la independencia del Kurdistán parece hoy inalcanzable. En principio, las secesiones no son imposibles, particularmente en el seno de una unión federal, pero suponen, en la práctica, ciertas condiciones: un entorno democrático que permita un divorcio amistoso (Checoslovaquia) o una posición de fuerza militar favorable (Eritrea) y, en cualquier caso, una aceptación internacional, salvo que se encuentre en la situación de Somalilandia desde 1991. Y las relaciones con Bagdad, el contexto regional y las dinámicas internas entre Kurdistán-Irak se oponen hoy al éxito del proyecto independentista.

En primer lugar, varias cuestiones pendientes dejan vislumbrar una separación extremadamente conflictiva con Bagdad. Por de pronto, el colapso del Estado iraquí en las zonas sunnitas frente al empuje de la organización Estado Islámico (EI) ha permitido a los combatientes kurdos avances clave en las regiones reivindicadas por estos últimos, pero fuera de los límites del gobierno regional del Kurdistán. Los combatientes kurdos han conquistado la ciudad de Kirkuk, expulsando al ejército irakí, y Massoud Barzani ha anunciado su compromiso con Kurdistán con la promesa de un próximo referéndum. Así pues, no hay frontera aceptada entre la región autónoma kurda y el resto de Irak: la guerra sería inevitable.

Seguidamente, varios millones de refugiados interiores iraquís se encuentran en Kurdistán, básicamente sunnitas que han huido de los combates o del EI. La toma de Mosul, prevista para 2017, podría conllevar la llegada de varios centenares de miles de refugiados más. Estos iraquís son, de hecho, considerados como extranjeros en Kurdistán, pero una independencia formal haría la situación aún más complicada.

BAJO TUTELA

En segundo lugar, el contexto internacional está lejos de ser favorable, en la medida en que los apoyos a la independencia son indecisos, mientras que las oposiciones resultan radicales. Por una parte, Irán hará todo lo posible para asegurar la unidad territorial de Irak, actualmente bajo dominación chiita, en un contexto de enfrentamiento cada vez más violento con los países sunnitas de la región. Además, una independencia kurda sería percibida como una amenaza de desestabilización del Kurdistán iraní.

Por otra parte, Turquía mantiene una posición ambigua, pero está claro que la independencia se traduciría, paradójicamente, en una posición bajo tutela de Ankara. Turquía pasaría a ser en efecto la única fuerza capaz de proteger militarmente el Kurdistán iraquí, y quedaría como la única vía abierta para la exportación de su petróleo.

Asimismo, los occidentales, reticentes, por principio, a las modificaciones territoriales, lo ven como un apoyo en la lucha contra el EI y no tienen la voluntad o los medios de proteger un Kurdistán independiente. El abandono de los kurdos por los Estados Unidos en 1975, o el más reciente de la oposición siria, dan la justa medida de la fiabilidad de Washington.

Estos obstáculos no serían absolutamente insuperables para un Kurdistán militarmente fuerte y políticamente unido, pero éste queda lejos de ser el caso. En principio, a pesar de la protección occidental desde 1991, el gobierno regional kurdo no ha sabido conformar un ejército. Las unidades kurdas siguen mal coordinadas, a menudo concurrentes, faltas de una dirección unificada e incapaces de resistir una ofensiva convencional.

UNA CRISIS POLITICA MAYOR

En agosto de 2014, el EI penetró sin resistencia hasta los suburbios de Erbil. Fueron necesarios los bombardeos iraníes (después occidentales) para reconducir la situación. La línea del frente entre Kurdistán e Irak sería indefendible frente al ejército iraquí apoyado por las milicias chiitas y sostenido por Irán.

Además. La economía va mal. La bajada del petróleo ha provocado una crisis aún más grave, Bagdad no paga a los funcionarios kurdos desde hace meses, en represalia por el fracaso de las negociaciones sobre el reparto del petróleo.

Finalmente, Kurdistán atraviesa una crisis política de gran alcance: el Parlamento, que había logrado jugar un papel de foro democrático, está marginado. Su presidente ha sido expulsado de Erbil por Massoud Barzani. Las manifestaciones se multiplican en el este de Kurdistán, tradicionalmente opuesto a Barzani. El mandato de éste último no ha sido renovado, lo que agrava aún más la parálisis institucional.

Finalmente, es en este contexto que se debe entender la convocatoria de un referéndum sobre la independencia lanzado por Massoud Barzani: una maniobra para recuperar una legitimidad para el Kurdistán mismo y un medio de presión contra Bagdad.

La creación de un Estado sería útil para la paz regional

Los kurdos de Irak se han ganado el derecho a su soberanía. Esta opción serviría de mediación para la causa kurda en toda la región.

POR BAYRAM BALCI

Bayram Balci es investigador del Centro de Estudios Internacionales Sciences Po, especialista en Oriente Medio.

Si bien los kurdos se encuentran desperdigados por Siria, Irán y Turquia, es en Irak donde la idea de un Estado independiente se asienta con la mayor legitimidad. Autónomos desde los años 1970, los kurdos de Irak se han apropiado de su autonomía para crear una cuasi independencia: administración, fuerzas del orden y pronto un ejército nacional, éste aún oficioso de los peshmergas. Disponen también de una bandera, de fronteras definidas y de representaciones cuasi diplomáticas en varios países.

Confiando en esta situación favorable, el presidente Massoud Barzani ha anunciado la celebración de un referéndum sobre la independencia. Inspirado en el caso catalán, escocés y quebequés, esta consulta busca más testar la opinión que romper con Bagdad. Pretende sobre todo legitimar al presidente Barzani, cuyo mandato, llegado a término en 2013, fue ya excepcionalmente prolongado hasta 2015, no válido desde entonces, lo que le coloca en situación irregular con la Constitución del país. No obstante, además del interés personal, la cuestión de la independencia no resulta menos legítima.

Tras decenios de lucha nacional, de persecuciones diversas por el poder central de Bagdad, especialmente bajo Saddam Hussein, los kurdos han alcanzado la madurez necesaria. Desde 1991, los lazos con Bagdad son distendidos: el gobierno de Erbil se ha mostrado capaz de auto gestionarse, a pesar de las dificultades.

Por otra parte, un Estado kurdo iraquí sería una empresa racional y útil. En primer lugar, pondría fin a la triste frustración de los kurdos, maltratados y perseguidos a través de la historia, desprovistos de la protección estatal y, en consecuencia, factor de inestabilidad regional suplementario. De ahí la idea de que un estado kurdo sería también útil para la paz de la región. Reconocido, este Kurdistán independiente influiría en los kurdos de los países vecinos para apoyar los compromisos políticos más que el irredentismo violento que crispa a los Estados. Un Estado kurdo sería un garante y mediador de la causa kurda en todos los foros donde se debata.

La idea es teóricamente seductora pero ardua, puesto que no es apoyada unánimemente. Entre los kurdos de Irak, la población está segmentada entre un norte favorable a Massoud Barzani y al Partido Democrático de Kurdistán (PDK) y un sur bajo influencia de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) de Talabani, pero, en el conjunto, se apoya la independencia. Por el contrario, fuera de Irak, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) tiene una agenda diferente.

Imprescindible en Turquía, activo en Siria, en Irán y en cierta medida en Irak, el PKK difiere del PDK de Irak. Aspira a una hegemonía sobre todo el movimiento nacional kurdo en Oriente Medio, practicando una guerrilla violenta, que le ha llevado a figurar en la lista negra de organizaciones terroristas. Desde este punto de vista, reconocer un Estado kurdo independiente debilitaría al PKK, llevando el descrédito a sus métodos, cada vez más desprestigiados entre los propios kurdos, incluida Turquía, donde la entrada de un partido pro kurdo en el Parlamento, el HDP, no ha sido suficiente para convencerle de abandonar las armas.

FRAGMENTACIÓN INEXORABLE

En el plano regional se mantienen los obstáculos, y Europa tiene un papel que representar para ayudar a removerlos y contribuir a la paz. Algunos países son hostiles a un proyecto estatal kurdo. En primer lugar, Erbil debe convencer a Bagdad y luego a Teherán, que mueve hilos en la sombra en la capital iraquí para que su independencia no sea viable. Aun no se ha conseguido, pero la independencia de hecho de la región kurda aboga en su favor. Por su parte, los Estados Unidos están comprometidos con la integridad territorial de Irak, pero la fragmentación inexorable del país terminará por superar sus reservas. Después de todo, han sido ellos, con la contribución de Francia, quienes han puesto las bases de un Kurdistán autónomo a partir de 1991.

En cuanto a Turquía, que cuenta con la comunidad kurda más importante, parece evidente que sería hostil a una independencia kurda en Irak, por miedo a despertar las mismas veleidades entre los kurdos de Turquía, pero los análisis muestran que Ankara podría tener interés en apoyar el acceso a la independencia del Kurdistán iraquí.

Ankara y Erbil mantienen ya relaciones de Estado a Estado y cooperan en todos los terrenos, económico, político, e incluso militar y estratégico.

El sector privado turco está activo en Erbil y Dohuk (energía y construcción). A nivel militar, hace más de veinte años que Ankara mantiene bases en la región autónoma kurda. Durante el último encuentro en Ankara, los presidentes turco y kurdo iraquí, ambos sunnitas, en un contexto regional donde las líneas de desacuerdo se confesionalizan, los Sres. Erdogan y Barzani han saludado, por primera vez en la historia turca, las banderas turca y kurda, mano a mano, para mayor satisfacción de los kurdos de Irak.

Más allá de la inquietud de los turcos por ver desarrollarse un sentimiento pankurdo en el plano regional, la realpolitik y el pragmatismo económico la eliminarían, puesto que la creación de un Estado kurdo y sus fronteras crea una zona tapón que reforzaría su seguridad, al ejercer una influencia de razón sobre el PKK, enemigo histórico de Ankara, cuyos métodos terroristas siempre han molestado a los dirigentes de Erbil.

A fin de cuentas, los obstáculos a la independencia del Kurdistán iraquí son menores en el entorno regional que en la realidad, mucho más inquietante, de la coyuntura económica. Próspera y dinámica pero aún escasa, gracias al maná petrolero, el país kurdo atraviesa una grave crisis por la caída vertiginosa del precio del barril. La vecindad de la organización Estado Islámico no ofrece seguridad a los inversores extranjeros y esta fragilidad podría comprometer toda la empresa de Erbil hacia la independencia. Pero, solidaria, la comunidad internacional puede y debe ayudar a los kurdos a superar el escollo y contribuir así a la estabilidad de la región.

Fuente:Institut Kurde

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