El Partido Libertario va a salir del corral electoral del uno por ciento, las encuestas le dan ya más de un 10 por ciento de intención de voto, y ya se habla de él como un “tercer partido”. ¿Qué ha hecho que esta plataforma un tanto heterogénea entre liberales clásicos, pacifistas y defensores de la Constitución en su forma menos adulterada sea de repente relevante, puede que decisiva, en estas elecciones?
La respuesta no puede ser única. Por un lado, uno de los elementos que confieren una significación histórica a estas elecciones presidenciales en los Estados Unidos es que los dos principales candidatos, Hillary Clinton y Donald Trump, tienen un índice de rechazo muy alto en comparación con los de elecciones anteriores. Según una encuesta de The Wall Street Journal/NBC, el porcentaje de estadounidenses con una opinión desfavorable de Hillary Clinton supera en 20 puntos a quienes la tienen favorable. En el caso de Trump son 29 puntos los puntos de diferencia entre una opción y otra. En las elecciones anteriores, Mitt Romney quedaba ligeramente en negativo, y Obama exhibía ocho puntos positivos. Es tentador pensar que la improbable elección de dos candidatos impopulares tiene relación con el hecho de que la opinión públicase ha polarizado en los últimos años. Tentador, pero es sólo una hipótesis y la experiencia muestra que en el ámbito social la realidad suele desmentir las ideas más atractivas.
Otro de los elementos que marcan estas elecciones es la situación del Partido Republicano. La elección de Donald Trump ha ocurrido en contra delestablishment del partido y de una parte no despreciable del electorado. De hecho, el mismo futuro del GOP está en entredicho. Los neoconservadores han lanzado una campaña para parar a Trump, y fantasean con la posibilidad de lanzar un candidato independiente. Hay voces dentro del Partido Republicano que hablan incluso de la creación de una nueva formación. La situación del Partido Demócrata tampoco es ideal. Si bien el apellido Clinton se ha unido al Partido Demócrata casi más que el nombre de Franklin D. Roosevelt, la ex primera dama, senadora y secretaria de Estado, con fondos ilimitados para asentar su candidatura, ha tenido que esperar al final de las primarias para vencer a Bernie Sanders, un socialista de tomo y lomo que, no podía ser de otro modo, tiene un discurso con tintes rupturistas.
Frente a los dos partidos maltrechos y con dos candidatos impopulares, el Partido Libertario es una formación de ámbito nacional, con cuatro décadas en la política nacional, que tiene un mensaje que entronca con la tradición del país y que puede resultar atractivo tanto a los votantes independientes como a los desencantados de los dos grandes partidos. Si en algún momento ha habido una ocasión de oro para el Partido Libertario, es precisamente esta.
Además, sus candidatos tienen más experiencia que el ticket (pareja que opta a la presidencia y vicepresidencia) republicano y, según quién elija Clinton, también más que el demócrata. Gary Johnson fue gobernador de Nuevo México de 1995 a 2003, y opta a la presidencia del Gobierno federal por el Partido Libertario. Johnson ya fue el candidato libertario en 2012. Su candidato a la vicepresidencia es William Weld, que fue gobernador de Massachusetts entre 1991 y 1997.
El Partido Libertario es contrario al nacionalismo económico de Donald Trump. Defiende el libre comercio, es más abierto a la inmigración y critica el tono racista del empresario tejano. Rand Paul, cuyas ideas están mejor representadas en el Partido Libertario que en el GOP, ha llegado a denunciar el racismo dentro del Partido Republicano. Johnson propone una reducción drástica del gasto federal, equilibrar las cuentas públicas, imponer un tipo marginal único y desregular la economía. También quiere recuperar el equilibrio de poderes recogido en la Constitución, que se ha deformado a empujones de la presidencia federal desde el siglo XX. Vaya eso por los votantes desencantados del GOP. Por otro lado, prometen acabar con el capitalismo de amiguetes, con la guerra contra las drogas, con el Estado-panopticón que vigila todo lo que decimos y escribimos, y con el intervencionismo en política exterior. Vaya eso por los demócratas anti Hillary. Hay una apelación expresa a los jóvenes que se entusiasmaron con Bernie Sanders.
Su mensaje minimalista, antiautoritario, refractario ante las élites, tiene unethos de liberación y de inclusión que resulta muy atractivo en una época de crisis de los consensos políticos. No obstante, el suyo es un mensaje que sigue chocando con la mayoría de la sociedad estadounidense. Incluso la estética de sus seguidores, variopinta y extrema en ocasiones, refuerza a una vez su carácter integrador y una cierta excentricidad.
¿A quién perjudica más, a los demócratas o a los republicanos? Los vasos comunicantes entre republicanos y libertarios hacen pensar que la candidatura de Trump es la que más va a sufrir, pero eso no está claro. Los votantes independientes no pueden con él. Tampoco con Clinton, pero ella tiene más posibilidades de ganárselos. Si el Partido Libertario hereda a los demócratas que valoren más la libertad personal y a un puñado de independientes, puede que sea Clinton la más perjudicada. No es una opinión aventurada. Una encuesta realizada por la Universidad de Quinnipiac arrojaba una ventaja de Clinton frente a Trump del 45 frente al 41 por ciento. Pero al contar con los partidos Verde y Libertario, esa ventaja se reduce a un 40-38.
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