Las elecciones de junio del 2015, que hicieron tambalear la hegemonía política del AKP, forzaron a la dupla de Recep Tayyip Erdogan como presidente y Ahmed Davutoglu como primer ministro, ante la imposibilidad de formar gobierno, llamar a elecciones anticipadas celebradas el 1 de noviembre del 2015.
OBJETIVO: DESESTABILIZAR TURQUÍA
Eso implicó dar pié al plan destinado a intensificar las acciones represivas contra la disidencia interna, la oposición kurda e involucrarse con mayor intensidad en la guerra de agresión contra Siria e Irak, apoyando a los grupos terroristas takfirí e incluso enviando tropas regulares con el objetivo de favorecer las posiciones del Partido gobernante y favorecerlos electoralmente. Las elecciones anticipadas del 1 de noviembre del 2015 y la recuperación de la mayoría parlamentaria – tras la debacle electoral del AKP de las elecciones de junio del 2015 - mostraron que la estrategia de Shock de Erdogan-Davutoglu, de generar un estado de alarma y temor en la población turca, que les permitiera recuperar la mayoría parlamentaria necesaria para llevar a cabo la idea del Neo – Otomanismo, funcionó a la perfección.
La intensificación de conflictos se dio en el marco de un gobierno fuertemente cuestionado, tras sus magros resultados en los comicios del 7 de junio del 2015. Esto porque su estructura política, el Partido Oficialista de Justicia y Desarrollo, sólo obtuvo un 40% de los votos. La aspiración de Erdogan y los suyos era superar la berrera del 52% de los votos y alcanzar así 330 diputados – sólo obtuvo 258 – con el objetivo de reformar la Constitución, que establece un sistema predominantemente parlamentario, impidiéndole convocar un referéndum, que otorgara al ejecutivo poderes más amplios.
La caída en el apoyo al AKP, signado en 9 puntos porcentuales tenían un claro responsable: el voto de protesta de una clase media turca, principalmente urbana, que rechazó la línea autoritaria que tomó el gobierno de Erdogan. Como también el impugnar la política antikurda y la oposición a la política de injerencia turca en el auge del terrorismo de Daesh tanto en Siria como en Irak, que han llevado hasta las puertas turcas a elementos takfirí que pueden desestabilizar la frágil democracia turca. Los errores de Erdogan y su partido fueron capitalizados por el nacionalismo kurdo, aupado por los éxitos de sus hermanos kurdos-iraquíes en la lucha contra Daesh en el norte iraquí y la propia lucha de los kurdos-sirios.
Agreguemos un escenario regional fuertemente tensionado por la irrupción rusa en defensa del gobierno Sirio contra el extremismo takfirí – que ha significado una serie de protestas de Ankara acusando a Moscú de interferir en la política regional e incluso el derribo de un avión de combate ruso, que ejecutaba acciones de combate en territorio sirio , lo que generó un impasse y el debilitamiento de las relaciones entre Ankara y Moscú. Cada acción de este tipo, iba inflando el espíritu nacionalista turco y abriendo las posibilidades para consolidar a un régimen que supo sobreponerse a la derrota de junio del 2015 y alcanzar cifras de apoyo impensables en los análisis políticos previos.
¿ATENTADOS DE BANDERA FALSA?
El objetivo político de alcanzar el triunfo en noviembre del 2015 fue planeado hasta el último detalle e implicó la coordinación entre la elite gobernante, las Fuerzas Armadas, gran parte de los medios de comunicación y el aval político y diplomático de los aliados externos de Erdogan. Un propósito, que en cinco meses de puesta en práctica cambió la orientación esperanzadora de un posible cambio en Turquía, para volver al redil de un régimen autoritario. Un triunfo del AKP con enormes costos sociales, entre ellos una serie de atentados, que significó ofrendar la vida de cientos de seres humanos y avanzar en la teoría que en verdad nos encontramos al tipo de operaciones de Bandera Falsa. Ejemplificado con el atentado terrorista del sábado 10 de octubre del año 2015.
Ese día, en la ciudad de Ankara, previo a una manifestación pacífica denominada “Marcha Por la Paz, la Democracia y el Trabajo” convocada por partidos, sindicatos y colegios profesionales de oposición al gobierno, una doble explosión sacudió los alrededores de la Estación Central de Ferrocarriles de la capital Turca. La cifra de afectados mostró la magnitud del crimen: 128 muertos y tres centenares de heridos. El atentado más sangriento de los últimos años en este país. El acto había sido organizado por la oposición de izquierda al gobierno turco, con un claro mensaje: detener los combates entre las fuerzas de seguridad turcas y el PKK, así como también exigir el cese de las políticas autoritarias del gobierno dirigido por el Partido de la Justicia y el Desarrollo – AKP – dirigido a crear un ambiente que le fuera propicio frente a las elecciones legislativas que se celebrarían tres semanas más tarde.
Parte de la estrategia política de Erdogan-Davutoglu ha sido menospreciar el papel de la oposición prokurda, mostrando al Partido Democrático del Pueblo – HDK – con representación parlamentaria y al Partido de los Trabajadores del Kurdistán – PKK – como partes de un todo, dedicados a ejercer el terror contra la sociedad turca. A unos se les somete a través de atentados a sus marchas, el encarcelamiento de sus dirigentes, el cierre de publicaciones opositoras y a los otros se les combate a través de operaciones militares terrestres y aéreas, tanto en territorio turco, como también violando la soberanía de países vecinos como Siria e Irak. El objetivo del AKP en este revuelto mar de combates, es debilitar a los Kurdos en cualquiera de sus posiciones. Desde la ruptura, el pasado mes de julio del año 2015 hasta a la fecha, de un alto el fuego entre la guerrilla kurda del PKK y el ejército turco, 700 milicianos han muerto en las operaciones y bombardeos del Ejército turco.
Se suma al incremento de la lucha contra las Fuerzas del PKK, acciones más temerarias como fue el derribo del avión ruso Sujoi SU 24 en territorio sirio y que significó el enfriamiento de las relaciones entre Moscú y Ankara. Añádase a ello la represión a medios de comunicación, que han denunciado, no sólo la participación del hijo de Erdogan en el robo, distribución y venta de Petróleo de Siria e Irán en una sociedad con Daesh y el Frente Al-Nusra, sino también la implicancia de los servicios de Inteligencia turco el apoyo logístico a las bandas terroristas takfirí, que han mostrado la verdadera cara de la participación de Ankara en el aparente combate a los movimientos terroristas.
1.- Las operaciones denominadas de Bandera falsa son actividades, maniobras o acciones diseñadas y llevadas a cabo por gobiernos con ayuda de aparatos de inteligencia o elementos instrumentales, con el fin de parecer que fueron llevadas a cabo por enemigos. Dentro de las más conocidas encontramos el hundimiento del acorazado Maine en Cuba que permitió la entrada de Estados Unidos en la Guerra contra España. La Operación Himmler para atacar Polonia por parte del Nazismo. La Operación Ajax en Irán a cargo de la CIA.
Sostengo, que el análisis fino de los hechos del año 2015 en Suruc y Ankara, como también el acto terrorista llevado a cabo en el corazón de Estambul el día 12 de enero del 2016 y la explosión, dos días después, en un cuartel policial en la localidad de Diyarbakir – en el sur este turco con predominio Kurdo - conlleva la sospecha de encontrarnos ante operaciones de Bandera Falsa, digitada por los servicios secretos turcos, por orientación de la clase gobernante y la casta militar turca, destinada a generar un ambiente represivo que permita, decretar un Estado de Emergencia, intensificar las acciones militares contra las fuerzas Kurdas del PKK, cerrar la frontera turca bajo la supuesta amenaza de la presencia de Daesh y rusa en su frontera sur.
Esto, claramente con la idea de consolidar un escenario político favorable a las posiciones autoritarias del AKP, que les permita desechar el peligro de una oposición y medios de comunicación que paralicen, veten o critiquen los proyectos políticos del oficialismo, tanto en lo interno como en lo externo y consoliden este proyecto de Neo Otomanismo destinado a consolidar la estrategia de la profundidad estratégica turca.
Operaciones de Bandera Falsa diseñadas por las fuerzas ocultas del Estado turco para hacerlas parecer como si ellas fuesen llevadas a cabo por miembros del PKK, de tal forma de desacreditar los movimientos sociales opositores al oficialismo y justificar la política de represión que se va a generar contra ellos. Acusar al PKK ¿en una marcha precisamente de miembros del HDP que es el partido pro kurdo que obtuvo notable éxito en las elecciones parlamentarias de junio del 2015? – o acusar a Daesh cuando desde su aparición dicho grupo no había efectuado acto alguno contra intereses turcos y más aún, se conoce el trabajo de apoyo de los servicios de inteligencia turca a este grupo terrorista.
Pablo Jofré Leal
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