Pocos días después de la gira del presidente Donald Trump por Medio Oriente y de haber llamado a los países árabes a combatir el terrorismo, estallan las acusaciones de Arabia Saudita a Qatar, sobre sus vínculos con organizaciones fundamentalistas, que ha generado una avalancha de sanciones al Emirato de la familia al-Thani, no solo por parte de Riad, sino también Bahréin, Emiratos Árabes, Egipto, Libia, Yemen, y Maldivas.
El propio Trump acaba de declarar: “Quizá este sea el principio del fin del terrorismo”. Por su parte, Doha que ha tratado de injustificadas a las acusaciones, se prepara a enfrentar sanciones que van desde la ruptura de relaciones diplomática, cierres de embajadas, clausuras de contratos y acuerdos comerciales y diplomáticos, suspensión de rutas aéreas y marítimas desde y hacia Qatar. Además de emplazar a todos los ciudadanos qataríes a abandonar en 14 días Arabia Saudita, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos.
Qatar importa el 90 % de los productos que consume del dicho porcentaje el 40% entra por el único pasó terrestre fronterizo con que el pequeño territorio de menos de 3 millones de habitantes cuenta, que justamente es con Arabia Saudita. Por lo que apenas sus ciudadanos supieron en la mañana del último lunes las acciones del reino saudita, se lanzaron a los grandes supermercados para abastecerse de todo tipo de productos vaciando en cuestión de horas las bodegas de dichas tiendas, por lo que si no se resuelve la cuestión rápidamente el país se verá gravemente afectado a la hora de abastecerse de los insumos más básicos ya que por algún tiempo los cientos de camiones que todos los días cruzan la frontera entre Arabia Saudita y Qatar, cargados con comida, dejaran de hacerlo.
Si bien esta no es la primera crisis entre Qatar y sus vecinos sin duda es la más importante desde que se formó el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC) el poderoso bloque regional fundado en 1981.
Qatar ha tenido serios enfrentamientos con los sauditas, por la señal televisiva Al-Jazeera que ha operado políticamente en más de una oportunidad, alcanza con recordar el montaje sobre la toma de la Plaza Verde de Trípoli, que en realidad fue una escenografía armada en Doha, por el terrorista y agente sionista Bernard Henry Levy, para desmoralizar a las tropas libias que comenzaban a repeler la invasión entre otras muchas falsas informaciones que en algún caso afectaron intereses sauditas y egipcios, particularmente durante el golpe contra el presidente Mohamed Morsi en 2013. Lo obligó al nuevo gobierno a clausuras sus instalaciones en el Cairo. Muchos miembros de los Hermanos Musulmanes, la organización política wahabita, que sostenía a Morsi y resistieron el golpe junto a muchos miembros de la organización palestina Hamas, se asilaron en su momento en Qatar.
El apoyo a los grupos terroristas como al-Qaeda y Daesh, que operan en Siria, brindada por el emir Hamad bin Jalifa al Thani, que se calculó en su momento en cerca de 3500 millones de dólares, provocó una inédita crisis financiera en el emirato que obligó en 2013 a Hamad a abdicar a favor de su hijo el jeque Tamim.
Esta información nunca ha sido secreta, como tampoco el apoyo saudita a este tipo de organizaciones fomentando su accionar ya no solo en el mundo árabes sino en Pakistán el Cáucaso, y el sudeste asiático, invirtiendo no solo en armas y hombres sino regando de mezquitas y madrassas wahabitas, en cada país del mundo que lo han tolerado. Pakistán es el más claro ejemplo de ello donde funciona cerca de 25 mil escuelas religiosas de donde emergieron personajes como el Mullah Omar, fundador del movimiento Talibán.
Por lo que se hace casi grotesco que el motivo de esta nueva crisis disparada por Riad contra Doha, sea la vinculación de esta última con el terrorismo.
Qatar, también ha sido expulsado de la “escenográfica” coalición militar, que desde hace dos años bombardea indiscriminadamente Yemen, operación que prácticamente ha desarrollado el reino saudita.
El resto de los países que siguieron la posición saudí, argumento alguna excusa para tal decisión en el caso del reino de Bahréin, por ejemplo, acusa a Doha, de estar fogueando las protestas de la mayoría chií en Manama, su capital, que desde hace semanas se vienen produciendo exigiendo a la monarquía mayor participación. Recordemos que en 2011, durante la llamada Primavera Árabe, se produjeron manifestaciones similares reprimidas violentamente por fuerzas sauditas convocadas por el rey bahreiní Hamad bin Isa al-Jalifa.
En el caso egipcio como se ha explicado es por permitir las actividades de los Hermanos Musulmanes, aunque por otra parte ya han abandonado el emirato, aunque más allá del terrorismo el presidente al-Sisi, está sometido a las extorsiones sauditas que ayuda a sostener la crisis económica que vive el país, aunque nada se sabe que será de la vida de los más de 200 mil egipcios que trabajan en Qatar y envían importantes remesas a su país, los que próximamente serán expulsados.
Emiratos Árabes, por su parte disputa con Qatar la isla de Socotra, en el estratégico estrecho de Bab-el-Mandeb (Estrecho de las Lamentaciones) por donde sale cerca del 30 % del crudo que se utiliza en el mundo.
El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, a quién “sorprendió” esta crisis en Australia, llamó a las partes las partes a resolver sus diferencias mediante el diálogo.
Los motivos del lobo
Si bien la crisis entre Riad y Doha se prolonga largamente desde 1995, cuándo Hamad, el padre del actual emir Tamim al-Thani, derrocó al suyo Jalifa al-Thani, de fuerte lazos con los Saud, articuló políticas independientes basándose fundamentalme en controlar junto a Irán el yacimiento marítimo North Field, en Golfo Pérsico, la reserva natural de gas más grande del mundo.
Las relaciones entre Doha y Teherán han sido históricamente mucho más laxas, que Riad ha tenido con los ayatolas, ya que los Al Saud se proclaman descendientes de Muhámmad ibn Abd-al-Wahhab, fundador del wahhabbismo, la doctrina más atrabiliaria del Islam que da fundamento ideológico al Daesh y al-Qaeda, y que tienen como enemigo jurado al chiismo, la doctrina religiosa que rige en Irán.
El emir qatari, acaba de declarar: “Irán, es un gran peso regional e islámico que no podemos ignorar”. Lo que ha enfurecido al Rey saudita Salman.
El gas qatari convirtió al emirato no solo en el país más rico del mundo con una renta anual de 600 mil dólares per cápita sino que también en el exportador mundial de gas natural licuado, diferenciándolo de sus vecinos petroleros.
Su independencia política no solo la llevó a una buena relación con Irán, sino también con los Estados Unidos ya que allí funciona nada menos que el Comando Central de Estados Unidos, para el Golfo Pérsico, además de acordar un plan de inversiones con la empresa petrolera estatal de Rusia Rosneft Oil Co. de 2.700 millones de dólares.
Sus recursos gasíferos además le han permitido escapar del cartel petrolero dominado por Riad y diversificar sus negocios fundamentalmente en Europa donde ha adquirido el 17% del capital social de Volkswagen y el 10% del Empire State Building de Nueva York. Ha adquirido en el Reino Unido cadenas de tiendas como Harrods, los supermercados Sainsbury lo que significa con otras inversiones unos 50 mil millones de libras esterlinas. En Francia ha comprado en 2011 el club de futbol París Saint-Germain y el canal de deportes beIN, además se ha convertido en el mayor accionista del holding mediático Lagardere, y la cadena de tiendas Printemps.
Y ha impulsado las construcciones para albergar la Copa del Mundo 2022, lo que ha generado investigaciones sobre corrupción a muchos dirigentes de la FIFA.
Esta nueva crisis no es más que la punta de un iceberg, que debajo juegan muchísimos intereses entrelazados entre las monarquías del golfo, las potencias occidentales y el terrorismo fundamentalista. Si de alguna manera un conflicto armado se desatase contra Qatar, habría que pensar en que la prédica de Trump contra Irán está por pasar a la acción. De llegar deshacerse ese iceberg podrían ahogar a muchos en las calientes aguas del Golfo Pérsico.
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