lunes, 16 de mayo de 2016

GENOCIDIO ARMENIO: El genocidio que quieren hacernos olvidar


Hace ciento un años el gobierno del Imperio otomano decidió que varios millones de armenios y asirios eran una amenaza para la supervivencia del estado otomano y de los musulmanes que vivían en el imperio.

A principios del año 1915, Talat y Enver Pashá —los seguidores del partido nacionalista y reformista Comité de Unión y Progreso, más conocidos como "los Jóvenes Turcos"- empezaron lo que la mayoría de historiadores define ahora como el genocidio de los armenios y asirios, escribe Ronald Grigor Suny, historiador especializado en la historia del Genocidio Armenio y catedrático de Historia de la Universidad de Míchigan.

Al año siguiente, centenares de miles de mujeres, niños y ancianos cristianos tuvieron que abandonar sus hogares, marchar a pie vigilados por guardias a través de montañas y valles de la Anatolia oeste —Kurdistán actual—, hasta acabar su travesía en los desiertos de Siria, donde los supervivientes murieron de hambre o fueron masacrados.

Así, la civilización armenia, cuya historia y cultura contaba con más de dos mil años de historia, fue destrozada en su región de nacimiento.

Nombrar por otro nombre

Hoy en día las autoridades turcas no rechazan el hecho de las deportaciones y ejecuciones que tuvieron lugar aquellos días. Sin embargo siguen negando que se produjeran asesinatos masivos durante 1915 y los años posteriores, y también que estos constituyeran un genocidio, destaca Suny.

Para Ankara la palabra ‘genocidio' es muy fuerte —muy evocadora del Holocausto— y puede estropear la historia fundamental del estado con acontecimientos tan horribles", opina.

En cambio, las autoridades turcas afirman que durante la Primera Guerra Mundial los armenios se rebelaron contra su propio Gobierno y ayudaron a los rusos en su lucha contra los otomanos. Por eso fueron trasladados forzosamente por las autoridades, "por razones de seguridad".

Según el historiador, ninguna de estas afirmaciones es correcta.

Por ejemplo, en 2014 el entonces primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan ofreció sus condolencias a las víctimas armenias. Un acto extraño, si tal y como todavía hoy se afirma, los armenios 'traicionaron' al Imperio otomano.

Una elección lamentable

El gobierno estadounidense también se niega a usar la palabra 'genocidio' —definido como los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo étnico o religioso-.

Turquía es un aliado vital para EEUU, y el país norteamericano prefiere mantener buenas relaciones con su socio, señala el autor.

El presidente Obama, al hablar del genocidio armenio, se refirió a él por su término en armenio —Mets Yeghern, o la Gran Tragedia-, tratando de reformularlo de una manera más suave. Cabe destacar que antes de su elección empleaba "la palabra con G", subraya Suny.
"El genocidio es un crimen especial. No es una ‘mera' ejecución masiva de muchas personas, comporta la ejecución masiva de un pueblo entero, un esfuerzo deliberado y consciente de aniquilar —o reducir a cenizas- a un grupo étnico, religioso o cultural", comenta el historiador.

La "flexibilidad" política de EEUU

El genocidio armenio en Turquía no es la única cosa que EEUU prefiere ignorar. Muestra la misma tolerancia hacia Arabia Saudí. El país árabe —conocido por sus violaciones de derechos humanos- goza de la misma vista gorda por parte de la administración estadounidense.

Arabia Saudí es uno de los líderes mundiales en ejecuciones y, curiosamente el país que el año pasado presidió el panel de expertos independientes del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

En 2015 se ejecutaron en el país 158 personas, un incremento del 76% respecto al año 2014. El 2 de enero de 2016, se ejecutaron a 46 personas, entre ellos opositores de confesión chií, bajo acusaciones de terrorismo.

Arabia Saudí, gobernada por la sharia —ley islámica-, practica ejecuciones y castigos corporales desde hace décadas, pero sigue gozando de su estatus especial de aliado de EEUU en Oriente Medio.
"No se debe manipular la historia con fines políticos. Los duros crímenes que los seres humanos cometen hacia sus congéneres son una lección. La negación de los duros acontecimientos del último siglo representa un peligro para comprender nuestras raíces y nuestro futuro", advierte Suny en el final de su artículo sobre el genocidio armenio.

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