Hace varios días el ex ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, conocido al igual que el actual, Laurent Fabius, por sus simpatías sionistas y su odio a Siria, Rusia e Irán, visitó Hasaka, un “área liberada de Siria” y expresó su apoyo al establecimiento de un estado kurdo independiente en lo que constituyó una nueva provocación de responsables franceses contra el país árabe.
Kouchner fue un abanderado en su día de la tesis del “derecho a intervenir en los países extranjeros por razones humanitarias”. Él afirmaba que las potencias occidentales deberían intervenir para salvar a pueblos de “dictaduras”. Esta es también la excusa que emplearon habitualmente los neocon estadounidenses y la Administración del presidente George W. Bush para agredir a otros países, como Iraq. Cabe señalar que tales “intervenciones humanitarias” acabaron convirtiéndose en genocidios contra los pueblos de Iraq y, más recientemente, de Libia, incluyendo la práctica de torturas y asesinatos por parte de la CIA y otras agencias occidentales, que recién han salido a la luz.
Ni los neocon sionistas ni el sionista Kouchner han hablado de una intervención humanitaria, sin embargo, para proteger a los palestinos o a los niños de Gaza de la ocupación y los crímenes de Israel. Kouchner se ha convertido en famoso en Francia y sus medios por sus alegatos pro-israelíes y pro-estadounidenses. Esto llevó a Francia, bajo su diplomacia, a dejar atrás la postura independiente heredada del gaullismo y convertirse en un perrito faldero de EEUU e Israel, condición que mantiene hasta hoy bajo el gobierno “socialista” de François Hollande.
El ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, siguió la política de Kouchner sin cambios en lo que respecta a la hostilidad hacia Siria. A pesar de los cambios internacionales y regionales la política antisiria de París sigue sin cambios y moviéndose en la misma dirección. Francia se convirtió recientemente en el único país en apoyar la postura del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tendente a crear una zona colchón y una zona de exclusión aérea en Siria, lo que constituiría una abierta declaración de guerra contra ese país. El pasado año Francia no ocultó su decepción por el hecho de que EEUU optara por no bombardear Siria, a pesar de saber que París sabía que el Estado sirio no era el responsable del ataque químico del 21 de agosto de 2013 en la Guta Oriental y que la culpa recaía en sus protegidos terroristas, a los que el gobierno de Hollande ha estado suministrando armas y municiones.
Una explicación de esta postura tiene que ver con la situación de decadencia de Francia, cuya economía se encuentra en una situación lamentable. Esto ha llevado a París a echarse en los brazos de países como Arabia Saudí o Qatar con los que espera a suscribir contratos ventajosos de armas o de inversiones que alivien su declive económico sobre el que varios expertos de Wall Street han advertido recientemente.
Francia no puede perdonar tampoco que Siria haya sido el único país árabe, junto con Argelia, que se desembarazó del colonialismo francés por medio de las armas. Ni tampoco su alianza con Rusia, a la que Francia odia tanto como a Siria, quizás también por razones históricas.
De este modo, la diplomacia francesa ha perdido cualquier esperanza de jugar un papel relevante en la región. En una reciente entrevista con la publicación Paris Match, el presidente sirio, Bashar al Assad, reveló que las relaciones entre Siria y Francia “fueron buenas entre 2008 y 2011, pero no por una iniciativa francesa, sino porque París había recibido instrucciones de la administración norteamericana para intentar atraerse a Siria y alejar al país de Irán”, lo cual fue confirmado por responsables franceses del período de Nicholas Sarkozy. Esto rebaja el nivel de la diplomacia francesa al de unos simples mercenarios al servicio de EEUU.
Probablemente, el gobierno francés esté irritado también por el hecho de que el presidente Assad haya resistido todas las embestidas, lo que llevó al desmoronamiento de una de sus iniciativas diplomáticas, la creación del club de los “Amigos de Siria”, que ha quedado reducido de 114 estados, que participaron en su fundación, a una sola decena. Los miembros de la oposición externa, alojados en lujosos hoteles en París a cuenta del estado francés, no han logrado tampoco convertirse en los nuevos virreyes neocoloniales que París esperaba y su influencia es nula tanto en el terreno de la confrontación armada como en el de la opinión pública siria.
Pese a tales planteamientos, las autoridades francesas aún se sorprenden de que cientos de franceses hayan partido para hacer “su yihad” en Siria. En realidad, estos jóvenes están participando de la misma política que Francia ha promovido en el país árabe desde hace años aunque adaptándola a su particular lenguaje religioso.
Al final, Francia acabará por pagar su política en Siria. Su idioma quedará relegado frente a otros, como el inglés o el ruso, y sus empresas no podrán, ni deberán, participar en los futuros planes de reconstrucción de Siria. Bien haría el país árabe en borrar de su memoria, y de su territorio, cualquier resto del sanguinario colonialismo francés cuyos descendientes siguen perpetuando sus crímenes hasta el día de hoy e ignorando las lecciones de la historia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario