Las tensiones entre Moscú y Ankara han alcanzado su punto máximo de las últimas décadas, después del derribo del caza ruso el pasado 24 de noviembre.
El presidente ruso, Vladimir Putin, instó a las autoridades turcas a pedir disculpas por lo ocurrido, no obstante, tanto su presidente, Recep Tayyip Erdogan, como el premier, Ahmet Davutoglu, reiteraron que ningún primer ministro, presidente o autoridad de su país se disculpará por cumplir con su deber, es decir proteger su espacio aéreo y las fronteras terrestres.
Ante esa postura, Putin subrayó que, según los datos disponibles, su país no ha violado el espacio aéreo turco, y aseguró que Turquía se arrepentirá más de una vez de sus actos.
En estas circunstancias de alta tensión entre los dos países, bien se podía esperar una reacción militar por parte de Rusia, sin embargo, Moscú ha recurrido a otras medidas de castigo.
En el siguiente artículo, además de estudiar antiguas tensiones pasadas entre estos dos países, analizaremos el porqué de la reacción rusa y la profundidad de la actual escalada.
Tensiones entre Rusia y Turquía
Esta situación no comenzó con el derribo del caza, sino mucho antes con una serie de medidas por parte de ambos que fueron tensando los lazos bilaterales. El primer cambio en las relaciones se produjo a raíz de un acto provocativo de Putin, en abril de 2015, cuando viajó a Ereván, capital de Armenia, para participar en una ceremonia por la masacre de los armenios durante el imperio Otomano. Este acto provocó la reacción de Erdogan, quien además de criticarlo, cuestionó la soberanía rusa sobre la Península de Crimea.
El segundo acto provocativo ocurrió en agosto de 2015, cuando Turquía acogió el Congreso Mundial del Pueblo Tártaro de Crimea, en el que los participantes manifestaron su preocupación por la situación de los tártaros en esa zona y la soberanía rusa. No obstante, ninguna de estas medidas es motivo suficiente para llegar al estado actual, por lo que hay que continuar indagando.
El caso de Siria ha sido fundamental para la escalada en las relaciones Moscú-Ankara, de hecho el apoyo ruso al Gobierno de Bashar al-Asad, la incorporación de Turquía a la llamada Coalición Internacional contra Daesh y sus lazos con la oposición siria, han profundizado las tensiones entre ambos países.
En este mismo contexto, se han producido varios cruces de palabras entre las autoridades rusas y turcas. En unas palabras dirigidas a Putin, Erdogan dijo que Rusia no debe perder a Turquía por su apoyo a Al-Asad y que si Moscú quiere mantener unas relaciones constructivas con Ankara debe dejar de respaldar a Damasco. A su vez, el mandatario ruso acusó al Gobierno turco de tener lazos comerciales con los terroristas de Daesh y de beneficiarse de la crisis en Irak y Siria, mediante el contrabando de petróleo con los terroristas. Es por esto que al comenzar a inclinarse la balanza a favor del Gobierno de Al-asad, por la campaña militar rusa en ese país contra los terroristas de Daesh, Turquía vio perjudicados sus intereses en el país árabe y optó por derribar el caza para provocar Rusia o, por lo menos, involucrarla en una guerra con la OTAN en medio de las tensiones con Occidente por la crisis ucraniana.
¿Por qué Rusia no recurrió a una respuesta militar?
Rusia ha actuado de forma inteligente, evitando poner en bandeja de plata cualquier justificación o pretexto para que la OTAN intervenga en la tensión ruso-turca. Posiblemente, una reacción militar provocaría la implicación de la Alianza, que tras el derribo del caza, aseguró que defendería a todos sus miembros ante Rusia, en este caso a Turquía. De materializarse esa situación, Moscú podría perder su iniciativa en Siria y encontrarse bajo una gran presión por una guerra no deseada. No obstante, tampoco podía cruzarse de brazos, ya que estaba en juego su reputación a nivel internacional y nacional. Así que, conociendo muy bien el talón de Aquiles de Turquía, al igual que la delicada situación fronteriza con Siria, la de los turcomanos y los kurdos, y los factores económicos, prefirió aplicar otras medidas y no la militar.
Como una reacción primaria, recurrió a la imposición de sanciones y dado que Moscú es el segundo gran socio comercial de Ankara, sus consecuencias serán graves para los turcos.
¿Cómo le afectan a Turquía las sanciones rusas?
Además de las sanciones contra la importación de productos alimentarios turcos, es muy probable que haya una considerable reducción de las cooperaciones en otros campos. Un ejemplo es la suspensión del proyecto de construcción de un reactor nuclear en Akkuyu, Turquía.
Asimismo, el sector turístico turco se verá afectado con la pérdida de unos 10 mil millones de dólares de los 4,5 millones de turistas rusos que viajaban a ese país. Esto después de que Moscú anunciara que desde enero de 2016 anulará la cancelación de visados con Turquía y llamará a sus ciudadanos a no visitar ese destino.
También podemos añadir el tema de la energía. Rusia suministra un 60 por ciento del gas que necesita Turquía, y el cese de su suministro significaría un duro golpe a las industrias más importantes de Turquía, además de generar una crisis energética a medida que se acerca el invierno. No se debe olvidar que un 40 por ciento de las centrales eléctricas turcas funcionan con gas; la suspensión del suministro dejaría a oscuras la mayoría de las ciudades turcas. Por su parte, Ankara no tiene otra opción garantizada para importar esa cantidad de gas, ya que ni Irán ni Azerbaiyán cuentan con la capacidad de suministro necesaria.
También hay que tener en cuenta que para Rusia no es tan fácil recurrir al arma energética, ya que, actualmente, no goza de una buena situación económica debido a la caída del precio del petróleo y a sus gastos en la campaña militar en Siria. No obstante, si está en juego su reputación y las demás medidas no consiguen sus efectos contra Turquía, no sería irracional esperar que recurra a ella, incluso temporal.
Además, en el campo militar Turquía también se verá afectada. El Ministerio de Defensa ruso anunció la suspensión de todos sus contactos militares con Ankara, además de la maniobra conjunta que tenían planeada.
Conclusión
El Gobierno ruso no solo no se involucró en una guerra que le podría conllevar enormes gastos para preservar su reputación internacional y nacional, sino que identificó con precisión los puntos débiles de Ankara, para dejarle bien claro que su afán de restablecer el imperio Otomano es en vano, dada su incapacidad para soportar sanciones de un solo país.
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