viernes, 5 de mayo de 2017

La Democracia Radical, la primera línea de combate contra el Fascismo (PARTE II)


Democracia Radical frente a Extremismo Totalitario

Si el enemigo fascista es aquel que combina patriarcado, capitalismo, nacionalismo, sectarismo y estatismo autoritario en sus métodos y prácticas, está claro que una lucha antifascista que tenga sentido debe emplear obligatoriamente una mentalidad y una ética que se oponga de forma fundamental a los pilares de tales sistemas de violencia. Las Fuerzas de Autodefensa de Rojava aspiran justo a eso.

Desde la liberación de Kobane, las YPG/YPJ se han reforzado tanto en términos cualitativos como cuantitativos, permitiendo a sus combatientes enlazar dos de los tres cantones, Jazira y Kobane. En las etapas iniciales de la guerra, la abrumadora mayoría de las fuerzas eran kurdas, pero el perfil étnico ha cambiado inmensamente con el tiempo.

En octubre de 2015, las YPG/YPJ se unieron a un gran número de fuerzas regionales para crear una coalición multiétnica. Las recién formadas Fuerzas Sirias Democráticas (SDF, por sus siglas en inglés) incluyen a kurdos, árabes, siríacos, asirios, chechenos, turcomanos, circasianos y armenios, comprometidos con una Siria secular, democrática y federal que no aceptará ni la dictadura de Bachar Al-Assad ni a las fuerzas opositoras controladas desde el extranjero. Aunque bajo el ataque constante del ISIS y un abanico de otros enemigos, incluyendo varias milicias islamistas, el Ejército sirio, el Ejército Libre Sirio y el Estado turco, las SDF han liberado con éxito bastiones del ISIS como Manbij y Shaddadeh, y en la actualidad lideran la operación para liberar la autodenominada capital del ISIS, Raqqa. Controla casi toda la región fronteriza al sur de Turquía, que hasta ahora constituía la principal ruta de suministros del ISIS tanto en términos de abastecimiento logístico como de munición, capital y tropas.



Desde entonces, Turquía ha asumido la misión de entrenar milicias turcomanas leales al Estado turco en particular, así como en general a otras fuerzas suníes. El Ejército estadounidense proclama constantemente que su apoyo a las SDF es hacia los árabes. Entretanto, fuerzas kurdas del ENKS, próximas al Partido Democrático del Kurdistán de Irak, a las órdenes de Massoud Barzani, intentan formar un Ejército kurdo a su propia imagen. Por tanto, el crisol multicultural de las SDF molesta no sólo a las fuerzas hostiles a la autodeterminación kurda, sino también a los proyectos más estrechos de miras del nacionalismo kurdo.

Al tiempo que combaten contra muchos enemigos fascistas a la vez, las SDF apenas constituyen el brazo de autodefensa material de un proyecto más amplio para defender a la sociedad del orden estatista, capitalista y patriarcal. Desde que se declaró la revolución en Rojava en 2012, incansables esfuerzos se han dedicado a crear una alternativa realista y viable que garantice una vida digna a las diferentes comunidades y grupos de la región. El sistema de Confederalismo Democrático en el norte de Siria fue adoptado por amplios colectivos entre las poblaciones de toda la región, y propone un modelo de Siria federal secular, democrática y con igualdad de género, mientras que las comunidades locales se movilizan desde la base para formar estructuras democráticas que parten de las comunas de barrio.

A través del modelo propuesto por Abdullah Öcalan de Autonomía Democrática como práctica de acción directa en un sistema de Confederalismo Democrático, la vida cotidiana en Rojava se organiza a través de la transformación de la política en un asunto esencial para cada habitante. Creando formas alternativas de organización social a través de la autogestión directa y la solidaridad, salvaguardadas por colectivos autónomos de mujeres y juventud, miles de personas se han convertido en dueños activos y comprometidos de sus propias vidas.

La democracia radical, por tanto, fortalece los lazos de solidaridad que el capitalismo intenta cercenar con agresividad para producir el tipo de personas individualistas y egoístas que necesita para sus fines últimos orientados tan sólo hacia el beneficio. A través de la participación directa y comunal en todas las esferas de la vida, las poblaciones locales, organizadas en estructuras autónomas y no estatistas, conllevan una satisfacción plena del individuo, la comunidad más amplia, y los lazos entre democracia e identidad.

En Rojava, hay un vínculo intrínseco entre la democracia radical y conceptos de pertenencia e identidad que asumen los valores éticos y democráticos como puntos de referencia, en lugar de los conceptos abstractos de mitos nacionalistas sobre los que reposa el fascismo. Con el paradigma de una Nación Democrática como antídoto frente al nacionalismo estatista, las protagonistas de la revolución en Rojava intentan formular una identidad en torno a principios en lugar de etnicismos. Esta sigue acomodando las diferentes identidades, para diversificar y consolidar la democracia dentro de la nueva unidad de pertenencia. Sólo comunidades sólidas como estas, basadas en la ética y la política (una “sociedad político-moral, según la define Abdullah Öcalan) en lugar de en conceptos sin sentido de identidad nacional, pueden defenderse de los ataques tangibles e ideológicos del enemigo fascista.

La democracia radical debe ser, por tanto, necesariamente internacionalista en su perspectiva, al tiempo que provee a todas las identidades de un espacio necesario para organizarse y democratizarse a sí mismas. La creación de las SDF como brazo de autodefensa de todos los integrantes de la región emana de la conclusión de que la era del Estado-nación ya está superada, y de que una vida en libertad no puede ser edificada sobre actitudes nacionalistas, ya que estas han estado entre las causas de la sangría. Lo que es más, la mera presencia de un ejército autónomo femenino (comprometido sin paliativos a la liberación de las mujeres de toda forma de dominación masculina) en un océano de violencia militarista y patriarcal, constituye el elemento más liberador, anticapitalista y antifascista en Rojava. Los principios que motivan a una mujer al compromiso militante con un mundo más justo y hermoso dentro de una sociedad conservadora y patriarcal requieren de un esfuerzo mental, emocional y físico colosal.

Es, de hecho, bastante subversivo adueñarse del símbolo de la dominación masculina para golpear al patriarcado en cualquier sitio. Pero estos movimientos han de ser acompañados por una revolución social más amplia. Organizándose en cooperativas, comunas, asambleas y academias, las mujeres han conseguido convertirse en la fuerza más vibrante y revolucionaria de Rojava, y las guardianas de la libertad. Aunque la dominación masculina aún no ha sido superada, las mujeres han establecido ya una cultura política general que ya no continúa asumiendo como natural el patriarcado, y que respeta incondicionalmente los mecanismos autónomos de decisión de las mujeres.

Las YPJ subrayan que la vía más directa para golpear la modernidad capitalista, el fascismo teñido de religión, el estatismo y otras formas de autoritarismo, es la liberación de la mujer. La operación Ira del Éufrates para liberar Raqqa, donde el ISIS todavía retiene a miles de mujeres como esclavas sexuales, está dirigida nada menos que por una mujer kurda llamada Rojda Felat. Las escenas de luchadoras de las YPJ siendo abrazadas y besadas por mujeres forzadas a vivir bajo el yugo del ISIS durante años han dejado ya su huella en la historia del Oriente Medio del siglo XXI.

El antifascismo es internacionalismo

La imagen pública de las fuerzas armadas de Rojava cambió abruptamente a ojos de las facciones de la izquierda tras la liberación de Kobane. Al tiempo que fue, innegablemente, una batalla histórica, ganada por una comunidad organizada y el poder de las mujeres libres, la simpatía general se tambaleó en el preciso momento en que las fuerzas sobre el terreno recibieron apoyo aéreo de la coalición encabezada por Estados Unidos. Los kurdos y sus vecinos, tradicionalmente entre las víctimas más castigadas por el imperialismo en Oriente Medio, no necesitan precisamente que les vengan a descubrir los males del imperio. El genocidio y las masacres sufridas a manos de fuerzas colaboracionistas de las fuerzas imperialistas perviven en la memoria de sus supervivientes. Las perspectivas dogmáticas y maniqueas y las críticas con estrechez de miras no proponen alternativas viables a un pueblo que está luchando sobre el terreno por su mera existencia. Lo que es más importante, no salvan vidas.

Para la gente cuyas familias estaban siendo masacradas por el ISIS, la facilidad con la que los izquierdistas de Occidente parecieron abogar por el rechazo a la ayuda militar en favor de nociones románticas de pureza revolucionaria eran, cuanto menos, incomprensibles. Proclamar el antiimperialismo incondicional, desconectándose de la vida real y sus circunstancias concretas, es un lujo que sólo los que están alejados del trauma de la guerra se pueden permitir. Aunque siendo muy conscientes de los peligros de ser instrumentalizadas, tan sólo para ser luego abandonadas por los poderes hegemónicos como Rusia o Estados Unidos, y colocadas entre la espada y la pared, la prioridad de las SDF fue (y sigue siendo) ante todo sobrevivir y eliminar las amenazas más inmediatas para la mera existencia de cientos de miles de personas diseminadas por los amplios territorios que controlan.

Al tiempo que hay quienes, en Occidente, han adoptado hacia las SDF una actitud de solidaridad basada en los principios y comprensiva con la complejidad de la situación, que entiende las condiciones sobre el terreno y trabaja dentro del marco de las contradicciones, otros tomaron como pretexto la presunta “colaboración con el imperialismo” para rehusar toda forma de reconocimiento de los elementos positivos que la revolución en Rojava podría proponer en un contexto de guerra y caos. Por descontado, ningún empeño revolucionario de los últimos siglos ha sido puro, o perfecto. Y el hecho de que las SDF puedan, no sólo luchar semejante batalla, sino también ostentar la superioridad moral sobre cualquier otra facción armada en la guerra de Siria, es un aspecto a considerar en su comportamiento bélico. Pero el sectarismo dogmático en el que permanece enmarañada gran parte de la izquierda occidental, tanto sobre el conflicto en Siria como sobre Rojava en particular, dice más acerca de la situación de la izquierda occidental que de las realidades tangibles de la resistencia antifascista sobre el terreno.

Es fácil rechazar cualquier forma de autoridad y poder cuando estos permanecen fuera del alcance de los revolucionarios. Pero es ineludible ejercer el poder revolucionario (y cuando es necesaria, su autoridad) para proteger a millones de personas. Tratar de institucionalizar un sistema emancipador sin caer en las trampas del autoritarismo exige valentía y asumir riesgos. Mientras los empeños revolucionarios no erradiquen el peligro del autoritarismo en su propio seno, prevalecerán las cooptaciones y traiciones imperialistas, las mentalidades jerárquicas, la corrupción y el abuso.

Los gobiernos envueltos en la guerra contra el ISIS contribuyeron al caos por medio de sus propias políticas y el comercio de armas, y en última instancia comparten una mentalidad similar a la que sustenta al ISIS. Nunca podrán ser quienes lo derroten. Los principales enemigos del ISIS son precisamente aquellos que se le enfrentan con una forma radicalmente opuesta de concebir la vida. Derrotar al extremismo autoritario sólo es posible a través de la democracia radical y la liberación de la mujer. Dentro de este contexto, las SDF constituyen una de las luchas antifascistas más importantes de nuestro tiempo. Deben ser apoyadas.

La muerte heroica de Arîn Mîrkan fue un himno a la vida, a la libertad, a la emancipación de la mujer. Su entrega altruista de solidaridad hacia su pueblo y hacia la liberación de las mujeres en particular fue un duro golpe no sólo para el ISIS, sino para la misma mentalidad del enriquecimiento económico individual sacralizado en la globalización capitalista. En un mundo que sexualiza y reduce a las mujeres a objetos, Arîn Mîrkan utilizó su cuerpo como última línea de defensa contra el fascismo.

La batalla de Kobane inspiró el imaginario creativo de gente de todo el mundo. Ilustró que una organización políticamente consciente y organizada (incluso una con medios muy limitados) puede derrotar al armamento más poderoso, la ideología más oscura y el enemigo más aterrados. La tarea de los antifascistas hoy debe ser la de no rendir nunca sus vías de resistencia frente al estatismo y las instituciones autoritarias, y recuperar los medios para organizarse y defender a la comunidad. Para rendir homenaje a las revolucionarias heroicas como Arîn Mîrkan, la lucha antifascista debe movilizarse en cada aspecto de la vida y proclamar:

Êdî bes e — Ya basta — Enough!


FUENTE: Dilar Dirik/ROAR Magazine

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