Una de las escasas fotografías de Narin (la mujer con trenza), autentificada por el político sirio kurdo
Son horas de combate cuerpo a cuerpo en Kobane, de intentar ganar terreno al Estado Islámico barrio tras barrio, calle por calle.
Son horas de abrir brechas en las paredes para avanzar, de francotiradores apostados donde menos se sospecha, de bombas trampa donde se tercie. De dormir lo menos posible y pasar hambre y sed y saber que se puede morir de un momento a otro.
Los milicianos prokurdos de la Unidad de Protección Popular (YPG), asediados por las huestes islamistas desde hace un mes en el norte de Siria, a veces dejan el kaláshnikov a un lado e intentan abrirse paso, apenas unos metros, lanzando granadas en Kobane, la población que ya es sinónimo de resistencia.
Son horas de una resistencia temeraria y suicida porque el culto a la muerte del Estados Islámico y su internacional yihadista ha encontrado por fin un enemigo temible: el culto al sacrificio vital por parte de los kurdos.
"No podrán entrar en ninguna parte de la ciudad sin tener que pasar antes sobre nuestros cadáveres", ha avisado uno de los comandantes de la YPG. No es otra que Mayssa Abdo, de unos cuarenta años, conocida por su nombre de guerra: Narin Afrin, un apellido que evoca una provincia de las tres que forman la autonomía kurda en el norte de Siria.
Dirigiendo el combate, Narin "es como una leona", asegura el político kurdosirio Gelo Isa. "Los que la conocen dicen que es cultivada, inteligente y flemática. Presta mucha atención al estado psicológico de sus combatientes y se interesa mucho por sus problemas", afirma Mustefa Ebdi, un militante kurdo originario de Kobane.
"Queridas Naciones Unidas -afirma Narin en un reciente vídeo-, enviadnos por favor ayuda alimentaria y, sobre todo, armas antitanque".
La presencia de féminas en las filas de la lucha armada kurda no es nueva. Data de los noventa, en las filas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Actualmente, el 40% de los consejos locales que forman la espina dorsal de la autonomía de Rojava -la autonomía kurda en el norte de Siria- están formados por mujeres. Frente a la autocracia del Estado Islámico, Rojava significa laicismo. Las mujeres luchan por conservar la autonomía y también llevan la igualdad por bandera frente a la oscuridad de las negras hordas yihadistas.
Una cariñosa caricatura muestra a una guerrillera kurda disparando un fusil con una mano mientras con la otra da el biberón a un recién nacido.
La lucha de la Unidad de Protección de Mujeres (YPJ), una rama paralela al YPG, ha alcanzado en Kobane una nueva dimensión. Reflejo de ello es el retrato de una mujer que se repite en los funerales de los caídos en Kobane y en las recientes protestas kurdas. Se trata del rostro de la madre veinteañera Arin Mirkan, que se suicidó en una colina estratégica el pasado 9 de octubre para impedir el avance de la marea negra y, de paso, llevarse a la tumba a unos veinte yihadistas.
La autoinmolación femenina tiene un significado especial en Kobane: Los yihadistas "creen que no van a ir al paraíso si son asesinados por una mujer. Por eso huyen cuando ven a mujeres. (...) Monitorizamos sus llamadas de radio. Cuando escuchan a una mujer en las ondas, se vuelven histéricos", declaró recientemente en Kobane al periodista Femih Tastekin la viceministra de Defensa kurda, Galiye Nimet.
La guerrillera Narin Afrin, como Arin Mirkan, no sólo es consciente de que en cualquier momento puede llegar la hora fatal. También tiene ideas claras respecto a su sacrificio: "Hemos perdido mártires en cada pueblo, en cada aldea y en cada colina. Tenemos heridos por todas partes. En algunos lugares pasaron por encima de nuestros cadáveres, pero nunca llegarán a pisotear el honor de los kurdos".
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